Pedaleaba con fuerza queriendo alcanzar a la morena que se había adelantado un par de metros, pero la visión de sus caderas contoneándose y de su vestido bailando al son del viento dejando entrever su ropa interior impedía que Luisita pudiera focalizar toda su atención en sus piernas y no en las de su novia.
- ¡Luisita que te quedas atrás! - Gritó la morena girándose para verla.
- Es que desde aquí tengo unas vistas muy buenas... - Contestó divertida.
- ¡Oye! - Deceleró el paso hasta llegar a la altura de la rubia.
- ¿Dónde vamos?
- No queda nada pero como vayas así de lenta no llegaremos nunca.
- ¿Me estás picando?
- Puede ser...
Luisita se levantó del sillín y comenzó a pedalear con rapidez logrando tener cierta ventaja sobre Amelia que la observaba con una sonrisa traviesa y mordiéndose el labio.
- Si no sabes a dónde vamos - Gritó divertida al ver que la rubia se alejaba cada vez más.
A los pocos minutos, Amelia logró alcanzarla y con una señal le indicó que girase a la derecha para entrar a un parque, situado al noroeste de Madrid, que mantenía su condición de bosque con espacios ajardinados en las zonas colindantes a la ciudad. A medida que avanzaban por aquel sendero se podía distinguir una gran variedad de árboles; cedros, pinos y almendros era lo que más abundaba en aquel pequeño ecosistema que iba cautivando a la rubia. Amelia se detuvo en un claro con un altar de piedra desde donde se podía ver toda la ciudad.
- ¡Ya estamos! - Se bajó de la bicicleta y esperó a que Luisita hiciese lo mismo. - ¿Qué? ¿Te gusta? - Preguntó expectante.
Luisita apenas pudo hablar, dirigió la mirada varias veces a las vistas y a Amelia con incredulidad y comenzó a llorar.
- ¿Qué pasa? - Preguntó Amelia preocupada.
- S q... mo m pdo rer td sot... - Farfulló entre lágrimas.
- Cariño, no te entiendo.
- A me .. li ñes qir eto onme lo cmeco - Respiraba con dificultad entrecortando las palabras.
- Luisi... - Pronunció desconcertada. No sabía si lloraba de pena, de alegría o de qué.
- Am.. e te uero muco ue no t merzo.
- Amor, - se acercó a ella y la acogió entre sus brazos. - como no te tranquilices no te voy a entender nunca.
Después de intentar, por cuarta vez, explicarse entre llantos y palabras inacabadas, Luisita se dio por vencida al escuchar la risa de Amelia que había intentado por activa y por pasiva traductir a su novia pero parecía una misión imposible, respiró hondo e intentó tranquilizarse y cuando sus ojos dejaron de llorar, alzó la mirada a Amelia.
- Amelia... - aún le fallaba la voz pero se había prometido que no dejaría que la emoción pudiese con ella. - ...no me merezco nada de lo que has hecho.
- ¡Eso era! - Dijo la morena con una fingida decepción.
- Es que me haces muy feliz y no te merezco.
- Pensé que me ibas a decir algo que no fuera una tontería.
- Amelia, te lo digo en serio.
- Y yo te digo que te lo mereces todo.
- ¿Incluso a ti? - Hizo un pequeño puchero.
ESTÁS LEYENDO
Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...