Capítulo 117

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Pedaleaba con fuerza queriendo alcanzar a la morena que se había adelantado un par de metros, pero la visión de sus caderas contoneándose y de su vestido bailando al son del viento dejando entrever su ropa interior impedía que Luisita pudiera focalizar toda su atención en sus piernas y no en las de su novia.

- ¡Luisita que te quedas atrás! - Gritó la morena girándose para verla.

- Es que desde aquí tengo unas vistas muy buenas... - Contestó divertida.

- ¡Oye! - Deceleró el paso hasta llegar a la altura de la rubia. 

- ¿Dónde vamos?

- No queda nada pero como vayas así de lenta no llegaremos nunca.

- ¿Me estás picando?

- Puede ser...

Luisita se levantó del sillín y comenzó a pedalear con rapidez logrando tener cierta ventaja sobre Amelia que la observaba con una sonrisa traviesa y mordiéndose el labio.

- Si no sabes a dónde vamos - Gritó divertida al ver que la rubia se alejaba cada vez más.

A los pocos minutos, Amelia logró alcanzarla y con una señal le indicó que girase a la derecha para entrar a un parque, situado al noroeste de Madrid, que mantenía su condición de bosque con espacios ajardinados en las zonas colindantes a la ciudad. A medida que avanzaban por aquel sendero se podía distinguir una gran variedad de árboles; cedros, pinos y almendros era lo que más abundaba en aquel pequeño ecosistema que iba cautivando a la rubia. Amelia se detuvo en un claro con un altar de piedra desde donde se podía ver toda la ciudad.

- ¡Ya estamos! - Se bajó de la bicicleta y esperó a que Luisita hiciese lo mismo. - ¿Qué? ¿Te gusta? - Preguntó expectante.

Luisita apenas pudo hablar, dirigió la mirada varias veces a las vistas y a Amelia con incredulidad y comenzó a llorar.

- ¿Qué pasa? - Preguntó Amelia preocupada.

- S q... mo m pdo rer td sot... -  Farfulló entre lágrimas.

- Cariño, no te entiendo.

- A me .. li ñes qir eto onme lo cmeco - Respiraba con dificultad entrecortando las palabras.

- Luisi... - Pronunció desconcertada. No sabía si lloraba de pena, de alegría o de qué.

- Am.. e te uero muco ue no  t merzo.

- Amor,  - se acercó a ella y la acogió entre sus brazos. - como no te tranquilices no te voy a entender nunca. 

Después de intentar, por cuarta vez, explicarse entre llantos y palabras inacabadas, Luisita se dio por vencida al escuchar la risa de Amelia que había intentado por activa y por pasiva traductir a su novia pero parecía una misión imposible, respiró hondo e intentó tranquilizarse y cuando sus ojos dejaron de llorar, alzó la mirada a Amelia.

- Amelia... - aún le fallaba la voz pero se había prometido que no dejaría que la emoción pudiese con ella. - ...no me merezco nada de lo que has hecho.

- ¡Eso era! - Dijo la morena con una fingida decepción. 

- Es que me haces muy feliz y no te merezco.

- Pensé que me ibas a decir algo que no fuera una tontería.

- Amelia, te lo digo en serio.

- Y yo te digo que te lo mereces todo.

- ¿Incluso a ti? - Hizo un pequeño puchero.

          

- A mí más que a nada.

- ¿Ves? Es que siempre sabes qué decir - Se absorbió los mocos. - Y a mí lo único que se me ocurre es decirte que te quiero... - cogió aire. - Cómo puede ser que consigas que las palabras más importantes del mundo no sean suficientes, es que decirte que te amo me sabe a poco, es que debería empezar a decir que " te amelio" 

- ¿Me amelias? - Dijo divertida.

- Sí, eres el amor personificado, mejor que eso... eres Amelia. - Contestó avergonzada. - Sé que no tiene sentido nada de lo que te estoy diciendo y que me estoy explicando fatal pero es que no sé... es que te miro y lloro de lo bonita que eres.

- Bueno, amor, ya sabes que yo soy más de actos que de palabras - Arqueó la ceja.

- Quieres que te coma la boca ¿no? - Se limpió el resto de mocos y lágrimas.

- Por ejemplo. - Se encogió de hombros.

- ¿Aunque tengas estas pintas?

- Aunque tengas esas pintas... - Se acercó a ella. - Incluso así, sin maquillaje, con la naricita roja y llena de mocos, me pareces preciosa. - Le susurró. - ¿Me besas o qué?

Luisita sonrió y aprovechando la proximidad de sus cuerpos, la besó capturando sus labios y arrebatándole el poco aliento que les quedaba.  Tras varios minutos donde intercambiaron saliva y alguna caricia subida de tono, Amelia se separó para extender en la hierba una manta que sacó de la cesta de la bicicleta.

- Vienes preparada. - Añadió Luisita mucho más calmada.

- Yo siempre. - Le guiñó un ojo mientras de la misma cesta sacaba un altavoz, dos copas, una botella de vino y algo de picar.

- Amelia... - La llamó consiguiendo que se detuviera. - No te voy a preguntar porque sé que no te apetece hablar, pero cuando quieras hablar de lo que ha pasado con Ascensión estaré encantada de oirte. No se me ha olvidado.

La morena se quedó parada, no se esperaba aquel comentario, desde que había visto a la rubia había evitado sacar el tema. Asintió con una sonrisa y continúo colocando los platos.

Luisita, sin apartar la mirada de ella, se tumbó en la manta, chistó para captar su atención y cuando sus ojos se encontraron, le indicó que se tumbara con ella. No dudó, tras colocar el último plato, se acostó a su lado con las manos entrelazadas. 

Ambas cerraron los ojos y dejaron que el aire acariciara sus pieles, mientras sus dedos recorrían sus lunares y el sol calentaba el ambiente.

****

- ¿Cómo estás? - Murmuró la morena intentando no romper aquella calma que se había instalado entre ellas.

- Bien... tranquila. - Respondió con los ojos cerrados y con su mano acariciando el interior del brazo de Amelia. - ¿tú?

- Tranquila, también... 

- Somos como el yin y el yang.-  Soltó la rubia a modo de reflexión.

- ¿A qué te refieres?

- Somos como dos fuerzas opuestas que se atraen y que no pueden existir la una sin la otra, como la alegría y la tristeza, sabes que una existe porque está la otra.

- ¿Nos ves así? - Preguntó curiosa.

- Sí, más o menos, nos complementamos y aunque tenemos diferentes formas de ver la vida siempre tenemos un punto en común; hay yin dentro del yang del mismo modo que hay yang dentro del yin.

KintsugiWhere stories live. Discover now