Capítulo 11: Inesperado.

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Leah Poett

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Leah Poett.

Camina rápido, no mires a los demás y sigue tu camino si no quieres reprobar la materia, Leah. Vamos, solo la entrega de este trabajo y el resto del día es completamente y absolutamente tuyo.

Eso suena delicioso, mi cama me espera.

Lo sé, es delicioso.

Atravesé el umbral del salón de clases del maestro Gilbert, charlé un poco con él y terminé por entregarle mi ensayo, fue entonces cuando yacía caminando por los pasillos de la universidad, solitarios y silenciosos.

O bueno, al menos yo pensé eso...

—Eres interesante, Poett. Pero también perversa y un poco retorcida.

Ante el sonido de esa voz masculina, me detuve en seco sintiendo como la sangre se me helaba, el corazón me comenzó a latir con tanta fuerza y tragué grueso en la búsqueda de deshacerme de mi nudo en la garganta. Mil veces mierda, mil veces maldita sea, mil veces carajo.

Me giré con cautela sobre mis talones para encarar a ése pelirrojo egocéntrico y antipático. Calum estaba a unos pasos de mí, con las manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones oscuros, se comenzó acercar a mí, a pasos lentos pero seguros y sin vacilar. Tan seguro de sí mismo, como si el mundo fuera suyo. Entonces lo enfrenté, lo encaré con el mentón en alto y me tragué la humillación, hice aun lado aquel momento lascivo en el que fantaseé con otra persona al estar con él.

Me fijé en aquella mirada marrón, aquella diversión colándose en sus facciones, era una mirada burlona de la peor manera, se veía la perversión y malas intenciones en aquellos ojos marrón.

—Me pregunté tantas veces, ¿a qué carajo vino ella aquí? ¿por qué se mudó? —sonrió mientras meneaba la cabeza—. Pero después de analizar mis preguntas y buscar respuestas, no encontré nada más que una chica común, aburrida y solitaria —y lo siguiente me cortó la respiración. Entre sus manos estaba uno de mis diarios, exactamente el más íntimo y de color azul menta, fue un instante en el que me sentí patética, nadie en su vida era capaz de hacer un diario, mucho menos yo, pero fueron recomendaciones de mi psicóloga que estrictamente tuve que seguir—, aunque también afligida por la indiferencia de sus padres —me miró haciendo un leve puchero con sorna—, que patética —se rio un poco, era un risa carente de gracia, aquella risa que sonó más amarga, agitó aquel cuadernillo con pasta dura y de color azul menta que capturó mi atención y deseé lanzarme encima de él y arrancarle el cabello o las pestañas una por una, pero me contuve, apretando los puños y los labios, lanzándole dagas con mis ojos e imaginando que le daba en los suyos, imaginando como le sangraban la cuencas...—, también me encontré con las páginas en las que Leah perdió su virginidad, el ardor y dolor que sentiste, lo insensible que fuiste al escuchar al chico con el que tuviste que lo hizo solo por una apuesta, no te afectó que te usara porque tú lo usaste también... eras pequeña pero te había gustado tener sexo, y desde entonces lo haces, Leah... —susurró y yo sentí como la sangre subió a mis mejillas y no era exactamente por vergüenza a que él lo leyera, era porque a mí era a la que me tocaba reconocer que todo lo que escribí, era verdad—, te tocas pensando en tus momentos más eróticos y...

ARIEL. [2]Where stories live. Discover now