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La vida es difícil.

La vida da mil vueltas.

La vida es una mierda.

La vida es.

La vida es simplemente la vida y hay que vivirla. Pocas son las personas que tienen motivaciones más allá de vivirla y seguir viviendo porque no son capaces de morir. No todos tienen el valor de terminarla, así como tampoco todos tienen el valor de vivirla. La vida son decisiones, son momentos, son imágenes, relaciones, familia, amigos. La vida hay que vivirla porque así lo dijeron. Pero no sabemos quién dijo que hay que vivirla de cierta manera.

La vida es destino. O al menos así lo creía Yoongi. Él creía que en la vida tenemos nuestros caminos, pero que muy pocas veces podemos decidir por cuál movernos. Las decisiones que tomamos de niños casi nunca son nuestras. Son elecciones tomadas por nuestros padres. Nos meten en la cabeza qué debemos y qué no debemos hacer. No son nuestros pensamientos, ni nuestros caminos.

O cuando somos adolescentes. Los adultos nos dicen que podemos ser independientes, que podemos tomar nuestras propias decisiones. Que eso se llama libre albedrío. Pero no es así.  Porque nuestras decisiones las toman otras personas, las toman el grupo de amigos con el que convivimos, nuestros padres, la sociedad, el estado. Es un tema complicado de analizar, pero la vida es la vida, y la vida no es fácil.

Un ejemplo muy común es elegir de qué trabajar. Te llenan la cabeza de que debes elegir lo que te haga más feliz, ¿pero qué es realmente la felicidad? Muchos dicen tenerla, otros dicen carecerla. La felicidad no es más que un sentimiento pasajero, según Yoongi, un sentimiento que dura unos minutos y puede ser comprado con dinero. La felicidad no es duradera, así como la tristeza tampoco lo es. Son momentos, sentimientos.

En fin, la vida es algo que tiene que pasar.

Y Yoongi quiere pensar que la vive porque le gusta vivirla, pero en realidad, él no es capaz de morir.

Así que Yoongi se llevó más lejos la definición de diversión y "vivir la vida al máximo". Intenta disfrutar lo más que puede, vivir lo más que se pueda antes de terminar. Va de fiesta en fiesta, de pelea en pelea, de mujer en mujer. Y Yoongi es popular en su escuela, todo el mundo lo conoce. Es malo, es divertido, es coqueto, es misterioso. Da miedo, pero es un miedo excitante que te invita a conocerlo, a caer en su red. Te atrapa con sus ojos felinos, con su sonrisa ladina. Esa mirada fugaz, que quema.

Sabe vivir su vida, aunque no todos estén de acuerdo en cómo la vive. Pero ahí viene de nuevo, ¿quién mierda dijo cómo hay que vivir nuestras vidas? Yoongi cree ser el dueño de su vida, y no quiere que nadie tome decisiones por él. Yoongi es libre. O quiere serlo.

Pero de nuevo, no es tan fácil como eso.

De fondo se escuchaba la madre de Yoongi gritando con su segundo marido. Estaban peleando como siempre, por alguna razón sumamente estúpida que Yoongi no sabía. Y tampoco es como si le interesara saber, porque dejó de importarle lo que ellos dijeran hace tiempo atrás. De hecho, no recuerda haberle importado nunca.

El chico ya ni se molestaba en poner música por las mañanas para no escucharlos y así poder acallar sus gritos, porque sus voces sobrepasaban cualquier límite de música punk. Era increíble, según Yoongi, lo fuerte que ellos podían llegar a pelear.

Se terminó de cambiar lo más rápido que pudo para salir lo antes posible. Estaba llegando tarde a la escuela –nada nuevo la verdad–, y mientras más antes salga, más antes estaría lejos de la casa. Así que cuando terminó de ponerse la segunda zapatilla, fue hacia la ventana y la abrió. Agarró su mochila antes de pasar una pierna primero, deslizando su cuerpo un poco para sacar todo su torso, y luego la otra pierna. Hacía frío afuera, pero solo un poquito. Una brisa mañanera nada más.

Candy Boy | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora