мечта #4

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—Mami, ¿Eso es un castillo?

 La mujer de cabellos cobrizos rio ante esas palabras— Eso no es un castillo sino una mansión. Es como una casa grande, grande.

— ¿Y porque la madrina vive ahí?

—Pues, tanto ella como su esposo trabajan mucho para poder darse estos lujos. —Se escucharon los balbuceos del bebé que la mayor tenía en brazos—Y a Clarita también le gusta este lugar, ¿No?


 La niña vio a su madre tocar el timbre de tan majestuosa puerta. Enseguida fue abierta por una especie de mayordomo de edad avanzada, quien las guía por los brillantes pasillos hasta el jardín. Ahí estaba una mujer rubia de reluciente sonrisa y vestimentas de última moda.


— ¡Aquí está mi amiga favorita! —salto abrazando a la mujer— Y claro, con sus tres bellos retoños.

—Pero madrina, el bebé aun no nació. —rio la niña de trenzas.

—Aun así hay que contarlo, pequeña Dede. A ver si se siente mal de que la tía Estella. —guiño un ojo haciendo reír nuevamente.

—Eres única, Ella.

—Lo sé, soy brillante para muchas cosas. —dijo la llamada Ella— Ahora ¿Qué tal si te vas a jugar con +++++, Dede?

— ¿Eh? M-mejor me quedo con mami y la madrina. Q-quiero jugar con Clarita. —tartamudeo la pequeña intentando mantener la sonrisa.

—Te aburrirás con estas charlas de adultos. Si te llega a decir algo otra vez, avisa y le daré un coscorrón. —sonrió la rubia.

—S-si, madrina.

"Pero no solo me dice cosas feas, madrina..." pensó la niña caminando a paso lento, sin dejar de pellizcar sus dedos colorados.










En ese entonces, con la mentalidad de una niña, admiraba las mansiones como si fueran casa de dulces.

Creía que todos los que tenían fortuna eran trabajadores y divertidos como mi madrina.

Que su hijo solo era como era debido a sus problemas familiares.

Pero...














— ¡Déjame salir, por favor! —decía la niña regordeta golpeteando la puerta.

—Por tu culpa me castigaron. Y no solo eso, me empujaste frente a todos para dejarme en ridículo ¡Así que quédate ahí para que aprendas a callarte! —lo escucho decir hecho una furia— Te dije que me las ibas a pagar cuando me humillaste en la plaza. Así que te quedaras aquí hasta que se me pegue la gana.

— ¡Y-yo no hice nada! ¡N-no me dejes aquí! ¡Tengo miedo! —lloro sin dejar de golpear, esperando que alguien la escuchara.

—Ahora no eres tan valiente, ¿No? Solo eres una vaca fea y gorda que solo sirve para llorar. —aun del otro lado de la puerta, podía sentir su sonrisa malvada que causaba escalofríos— Llora todo lo que quieras porque nadie vendrá a salvarte. Porque dudo que alguien quiera perder su trabajo si lo hace. Disfruta de la compañía de las arañas y cucarachas.


 Solo pudo escuchar aquellas risas de alguien que disfrutaba de lastimar a otros. Aun así Odette no dejo de golpear y gritar hasta que sus cuerdas vocales se rompieran...o su espíritu se quebrara. Cuando paso esto último solo pudo girarse para ver la oscuridad que la acompañaba y era testigo de sus lágrimas de terror.

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 Se tiro al suelo, abrazando sus piernas como pudo. Su cabeza le jugaba bromas malvadas, haciéndole sombras que sonreían extasiadas por su miseria. La señalaban con el dedo, junto a sus carcajadas grotescas que taladraban sus oídos.


—Y-yo soy débil. So-soy llorona mami. No soy valiente c-como las heroínas de los cuentos. —lloro entre hipos y mocos, limpiándolos con su manga— mami, papi...quiero a mi mami y papi. Quiero que mami y papi me abracen...que me digan que todo estará bien, que lo hice bien. Digan que me quieren aun si soy llorona y buena para nada...






















Era malo. Muy malo. Y yo era una tonta por dejarme romper por él.

Pero era una niña que no conocía la maldad que podían albergar las personas o la injusticia en el mundo.

Aun cuando intentas hacer las cosas bien, siempre sale favorecido el que tiene poder y riqueza.

Y de más grande comencé a comprenderlo muchos mejor.
















— ¿Enserio no quieres ir? —pregunto una joven de cabello negro.

—Vamos Dede, nunca sales un rato. —insistió la chica de hebras violeta teñido a su lado—Iremos todo el grupo. Aunque sea una hora pasa el día con nosotros.

—Rowena tiene razón. En verdad lo necesitas con todo lo que paso los primeros meses de escuela. —siguió la otra.

—A-agradezco sus preocupaciones chicas pero necesito volver a casa. —respondió Odette a sus dos amigas— Hoy no tengo practica y mi abuela no puede encargarse sola de la casa.

—Nena, se que tienes responsabilidades y eres cumplidora. Pero solo un día ¡Vamos! —dijo Rowena.

—No podes negarte a esa carita, Dede. Yo no puedo.

—Por algo sales con ella, Juliette. —rio la castaña— Hagamos algo. M-mañana es sábado así que tendré el día libre. Hare mis tareas, avisare a mi papá y saldremos ¿Les parece bien?


 Ambas la miraron, acercándose a su cara. Por reflejo, Odette puso los ojos en blanco, sudando. Era obvio que mentía y se sentía mal por hacerlo. Pero quería ocuparse de la casa y sus hermanos. Y sus amigos lo sabían bien. Desde hace un tiempo que ya no podía salir como antes.


—Bien. Haremos como que te creemos. —contesto Rowena una vez se alejo de la cara de la otra— Pero esta vez, si llegas a cancelar, voy a llegar a tu casa con JuJu, Tina, Kat y Thomas para arrastrarte hasta el shopping.

— ¡Hii! ¡¿P-por que la violencia?! —exclamo Swan retrocediendo asustada.

—Porque conociéndote es tu excusa para después decir que no iras.

Y la cara de su introvertida amiga lo decía todo.

"¿C-como lo supo?" pensó esta sonrojada.

—Bueno, te dejamos. —dijo Juliette tomando la mano de su novia— Mándale saludos a tus hermanos y papá. Y dile a tu abuela que gracias por el consejo.

—Lo hare pero, ¿Qué clase de consejo?

—No sé, no sé. Bueno si se, pero no te voy a decir.

Twisted wonderland: la princesa cisneWhere stories live. Discover now