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Los asientos dentro del salón donde Yoongi inicia sus clases son individuales, así evitan chocarse entre ellos o mantener conversaciones que puedan ser una interrupción. Al menos eso es lo que dice el pequeño cartel que está justo a su lado, el cual nadie se detiene a leer más que él.

Al sonar el timbre Yoongi ya está dentro, aguardando por su nuevo maestro (maestra, más bien) quien entra junto a algunos compañeros que probablemente serán los emblemáticos de la tardanza a la que él tan poca paciencia tiene. La mujer se presenta como Kim Misuk, parece no tener más de cincuenta años y sus mejillas son tan rechonchas como su barriga. Tiene cara de pocos amigos, y a Yoongi le agrada. Es de esos también.

«Muestra de iniciación», es lo que sus oídos escuchan. Y comienza a partírsele el pecho, le pican los dedos, porque anhela su turno con ansias. Este es el momento perfecto para demostrar a qué ha venido, que merece estar aquí tanto como los demás. Necesita dejar de sentir que se encuentra en un sitio irreal y pisar la tierra.

Hay un breve silencio tras cada presentación. La maestra Misuk sólo permite aplausos mínimos para evitar malas intenciones o burlas. Todos reciben el mismo respeto.

—¿Min Yoongi? —Él alza la mirada—. Escoja lo que necesite, es todo suyo, y somos todos oídos.

Yoongi hace sonar sus dedos antes de acercarse, con su característica tranquilidad e impasible expresión, al piano más grande y reluciente que ha visto en toda su vida. Lo único que ha tocado es el piano que heredó de su abuelo cuando estaba pequeño, y está tan viejo y desgastado como el anciano hombre antes de partir. Es su tesoro, pero es innegable el placer que le provoca la monstruosidad que tiene en frente.

No alcanza a retener el tiempo en que comienza a tocar, se pierde en el alucinante sonido que el instrumento provoca, es increíble, la música se apodera de él. A pesar de que se pierde en ello, vuelve de inmediato a la tierra. Cierra los ojos para dejarse llevar, ojalá fuese para siempre, y poco le importa si su expresión facial es causante de burlas más tarde, nada es importante en este momento. Sólo están el piano y Min Yoongi. Justo como debería ser.

Los besos de las notas musicales es una de esas leyendas que resultaron ser verdaderas, y que los músicos sólo son capaces de asimilar cuando la viven. Aparecen en momentos inesperados, las causas son individuales: amor, admiración, tristeza, ansiedad de proteger, celos. Se manifiestan en una única persona, quien es capaz de vivir la emoción, el sentimiento o la sensación de manera real, intensa e involuntaria al escuchar a quien interpreta una melodía, no importa el instrumento ni el momento. Sucede, es todo. Es complejo para el intérprete definir la emoción en cuestión con claridad y, sobre todo, reconocer a la persona que las hace aparecer.

Y allí está Yoongi, las siente contra sus mejillas, son como caricias frías, como la lluvia al caer.

En cuanto abre los ojos y la canción ha terminado, una horda de aplausos llena sus oídos, acallados rápidamente por una sonriente maestra.

Quiere alardear mientras se pone de pie y se dirige a su asiento como si nada acabase de pasar, sin embargo, su atención es captada por una figura en la lejanía. ¿Cuánto tiempo lleva allí? Esta persona, no, el chico de la cafetería, quien mantiene su mirada sobre él durante el corto trayecto a su asiento. Se le acaloran las orejas como nunca y se obliga a desviar la mirada para fingir que presta atención al siguiente compañero.

—Espero que sea importante, joven Jung —dice la maestra Misuk con voz autoritaria.

Una vez más se ve atraído al movimiento de otras personas, murmullos, y el chico, quien lleva papeles entre sus manos. Lo ve acercarse a la maestra Misuk sin ninguna dificultad y habla con tanta confianza que Yoongi arruga el entrecejo. Ha de ser un estudiante antiguo.

—Sólo lo de todos los años, señora Kim.

—Señorita.

—Claro que sí.

Por segunda vez ve a la maestra Misuk sonreír, incluso con mayor facilidad que cuando él ha terminado su presentación.

De soslayo, durante un tiempo más, ve la delgada figura del desconocido chico de la cafetería fuera del salón, de pie dando la espalda al cristal de la puerta. No quiere ser paranoico ni un egocéntrico, lo más probable es que el desconocido estuviese allí sólo para observar las presentaciones, por mera curiosidad. Tal vez sólo iba pasando para informar sobre cosas de las que él no está enterado aún. Aunque no puede negarse a sí mismo que se muere de curiosidad, por más que no va a satisfacerla como quiere. Tampoco va a mencionar nada a nadie, porque Kimma es experta en crear historias donde no las hay y por más que Yoongi odie admitir, suelen volverse realidad.

Kimma tiene algo extraño y molesto: adivina el futuro y no se calla jamás. Es la razón por la cual Yoongi se ha mantenido tan bien desde que la conoce y es capaz de evitar los problemas fuera de casa.

Al menos de intentarlo.

O, más bien, mantenerse al tanto.

Puede que ya no lo haga desde hoy.

Puede que ya no lo haga desde hoy

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Astronómicamente Inexacto ♫ yoonseok. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora