38.

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Levanté la mirada del suelo para volver a observar el salón tan descuidado de su casa. No había venido nunca porque nunca lo había necesitado. Hasta ahora.
- No es muy lindo, lo sé.
- Está bien.
-Bueno, supongo que la tuya no es mucho más.
- No lo es, no.- sonrió desde su sillón y dio una calda a su cigarro.
- ¿Qué ha pasado?
- No puedo volver a casa, así que...estoy sola y en la calle.
- Sola, sola...yo estoy acá.
- Sabés a que me refiero.
- Sí, lo sé.- me dedicó una leve sonrisa y se echó hacia delante para acercarse más así a mí.- Supongo que había un chico, ¿No?
- Había.
- ¿Y ahora?
- También me ha dejado.
- Las malas épocas no vienen solas.
- Eso parece.
Resoplé y eché mi espalda hacia atrás, cerrando los ojos para tomar una gran bocanada de aire antes soltarla en un gran suspiro, cerrando más fuerte mis ojos para dejar que la última lágrima que acumulaba en mis ojos cayese por mi ya mojada mejilla.
- ¿Y ahora qué pensás hacer?
- No lo sé, la verdad.
- ¿Tenés que ir a laburar?
- No, no tengo que ir.
- Entonces todo bien.- abrí mis ojos y me sonrió más que antes, extendiéndome también su cigarro.- Podemos tomar, fumar y hacer lo que queramos.
- Ya, dudo que me quieran volver a ver.
- Bueno, sabés como es Paulo, pero, ¿A quién le importa lo que diga ese pelotudo-sonreí levemente y le agarré el cigarro, dándole una corta calada para sentir como mi cuerpo se relajaba poco a poco de toda la tensión de antes.- Y para ir de fiestas todos somos amigos, así que...
- Ya se verá.
- Acá te podés quedar, eh.
- Gracias.
- Para eso estamos, aunque hace una banda que no nos vemos.
- No tenía tiempo, de verdad.
- Todo piola, no guardo rencores a nadie.
Sonreí una vez más y seguí fumando su cigarro, compartiéndolo con ella mientras cambiaba de tema de conversación y ahora me contaba que había hecho el grupo mientras no estaba. No había mucho que decirme, la mayoría eran anécdotas de todos escabiados o fumados y alguna pelea que tuvieron, pero por lo demás, sólo me hablaba de su vida fuera del grupo, es decir, de los chicos con los que había estado.
La mayoría de sus relaciones eran tóxicas, también porque ella podía llegar a ser la primera en empezar esa toxicidad, diciendo que sin ello las relaciones no serían divertidas. Veía la vida así y yo, por mucho que le advertía de lo que podrían llegar a ser esas relaciones, no me hacía mucho caso, como la mayoría de veces.
Finalmente, tras una larga conversación sobre sus relaciones y el grupo, me dijo de levantarnos e irnos a ver a los demás, quedando con ellos en el abr donde solíamos ir cuando salía todavía con ellos de fiesta.
Al llegar, bajamos de su auto viejo, caminando hasta dentro de aquel bar, donde ya estaban todos. El primero en verme fue Mateo, avisando a los demás de que mirasen hacia la puerta, viéndonos. María sonrió al verme, siendo la primera en acercarse a saludar, mientras que, los demás se quedaron quietos y serios, aunque el por fue Paulo, que me fulminaba con su mirada.
Cuando me acerqué al grupo fue cuando me saludaron con un abrazo y una sonrisa, como María, saludando a Iara después que a mí. Pero, como también me esperaba, Paulo desvió su mirada de la mía para no acercarme a saludarle, sin querer hacerlo.
- ¿Qué hacés acá?
- Hace banda que no te vemos por acá, pelotuda.
- Bueno, tuve varios problemas en casa.
- Ya pensábamos que te aburriste de nosotros.
- ¿Cómo? Si las mejores fiestas eran con vosotros.- rieron y Lautaro pidió una birra para mí.- Siempre escabiando eh.
- Obviamente.
- ¿Qué hay mejor que eso?- preguntó irónicamente Mateo antes de darle un beso a su botellín, haciéndonos reír.
- ¿Cómo has estado?
- Bien, bueno, sin más.
- No parecía sin más cuando te llamé.
- Ya, eran otros tiempos.- le respondí a Paulo, dedicándome una sonrisa sarcástica antes de terminarse lo que le quedaba en el vaso de un trago, pidiendo más en la barra.- Bueno, a beber, ¿No?
Todos rieron y a partir de ahí, sin dejar de beber y pedir más alcohol, me estuvieron contando todo lo que ellos habían hecho este tiempo, riéndome de alguna de sus anécdotas como también hice con las que me contaba Iara.
Poco a poco, el alcohol hacía su efecto y después de mucho tiempo, volvía a sentirme como cuando salía con ellos, sin dejar de reír por boludeces y también por el alcohol, intentando mantenerme de pie apoyándome en el hombro de alguno de ellos.
Salimos del bar sin dejar de reírnos, con las manos vacías porque ya habíamos dejado de beber sabiendo que no íbamos a aguantar mucho más. Me despedí de ellos con un abrazo, incluso de Paulo, que como Iara decía, en la fiesta todos éramos amigos.
Finalmente, me subí al auto una vez más y Iara manejó como pudo hasta su casa, llegando a la puerta de ella con mi ayuda y yo con la de ella, sujetándonos al hombro de la otra. Al entrar, ella se fue a su habitación mientras que yo preferí simplemente quitarme las zapatillas y tumbarme en el sofá, durmiéndome segundos después.

¿Dónde Estás? (Duki)Where stories live. Discover now