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—Me alegra he hayas despertado pequeño

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—Me alegra he hayas despertado pequeño. ¿Cómo te sientes?, ¿sabes donde están tus padres?—

Un día mi confusión no pudo llegar a mayores. Estaba en tu casa eso lo sabía bien pero el aire de olor a pino quemado y el temblar ligero de tu cuerpo llamaba mi atención. Eras como una paloma blanca cuyas alas habían sido maltratadas y ahora no podías volar. Parpadeo un par de veces intentando recuperar el habla tras la impresión y como si fuera la primera vez te sonreí.

—Me siento muy bien, gracias. Pero no soy una niño—susurre, gracias a el agua que tu misma me habías dado ahora podía hablar. Sin embargo ver el terror en tu mirada fue suficiente para alzar una ceja y fruncir el ceño—¿Te encuentras bien? —pregunté, pero la respuesta no me gustó para nada.

—No...debes irte, ¡ya! ¡Largo de mi casa! —temblaste tomándome de el brazo y jalandome fuera de la habitación, aún estaba algo débil pues tropecé algunas veces. ¿Qué te sucedía? ¿Por qué tenías tanto miedo?

—E-Espera que es lo que...—

—¡Mujer!—te de tuviste en seco con el semblante pálido y me regresaste hasta la habitación para dejarme ahí. Luego sorpresivamente para mi, te pusiste de rodillas ante mi y sollozaste levemente

—Se lo ruego, no salga de aquí —

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