3. warmth

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Un nuevo día llegó y Seokjin se sentía muy animado para empezar el día. Desayunó temprano con su tío y Kibum, que ya había regresado. Y por supuesto, no perdió su oportunidad de reclamarle a su primo el desastre que había hecho en su cabeza, aunque el otro se limitó a responderle con una risa traviesa, orgulloso de sacar de quicio al rubio, cosa que toda su vida había disfrutado hacer.

Luego de eso salió con un cuaderno para escribir un poco, empezaba a sentir unos brotes de inspiración burbujeando por todo su cuerpo, así que aprovecharía a escribir antes que los trabajadores empezaran su labor.

Llegado el tiempo, decidió darse una ducha y vestirse con prendas ligeras para contrarrestar el calor del exterior.

Monitoreó con calma y determinación a cada empleado. Claro que Kibum y su tío le habían mostrado antes lo que tenía que hacer pero Seokjin era rápido para acatar direcciones por lo que su primo lo dejó solo con absoluta confianza.

En total, se topó con Jeongguk siete veces. Sin duda el chico era eficiente en su trabajo y además siempre tenía una sonrisa jovial y educada para todos.

A pesar de que solo era dos años mayor que él, reconocía que Jeongguk exudaba mucha más vitalidad. Pero lo entendía. En lo poco que tenía de conocerlo, no había podido evitar comparar la actitud del pelinegro con la suya propia. Y no podían ser más diferentes. Poniéndolo en pocas palabras. Si Seokjin era la luna, Jeongguk era el sol. Tan simple y tan complejo como eso. Seokjin era taciturno, serio. Su aura despedía elegancia magnificente y templanza gentil. Jeongguk en cambio, se levantaba con el sol y hacía de las fresas sus amigas. Era inocencia inmanente y amabilidad iridiscente.

Seokjin quería descubrir cada color de su arcoíris. La personalidad de Jeongguk le atraía tanto que mentiría si no había encontrado en ella una inspiración para sus textos. Y no se preocupaba, porque presentía entre él y Jeongguk nada más perfecto que una linda amistad.

Jeongguk miraba a Seokjin mientras llenaba su lote de fresas. Quería reírse, porque la expresión vacía que el rubio tenía en su rostro era divertida. Se preguntaba a dónde lo llevaban sus pensamientos. A qué lugar de nunca jamás. Fuese como fuese, Jeongguk no se quejaba. Le encantaba ver el rostro del contrario. Lastimosamente no había tenido mucha oportunidad de hacerlo porque los ojos del rubio estaban en todas partes haciendo su trabajo y en realidad sería muy vergonzoso que lo pillara viéndolo. Usualmente eso no le hubiese importado, pero debía admitir que la presencia de Seokjin lo intimidaba solo un poco.

Después de ese lapso en que Seokjin soñaba en pleno día, volvió a su trabajo y Jeongguk desvió su vista rápidamente. Mascó varias veces su labio inferior esperando no haber sido descubierto y él también decidió seguir con su trabajo. No quedaba mucho para que la ronda terminara de todas formas y se emocionó de solo pensar que era posible que esa noche Seokjin fuera a su casa de nuevo.

El sol empezaba a buscar su lugar en el horizonte cuando Seokjin recibió el reporte del último trabajador y cuando salió de la cabaña se sorprendió de ver a Jeongguk sentado en una banca de madera, dormido con la boca abierta y su cuerpo desparramado en la banca de una forma que presagiaba un dolor de cuello futuro.

Seokjin sonrió comprensivo. Había sido una jornada ardua para el chico.

—Pensé que a esta hora ya estarías en tu casa—Seokjin tocó el hombro de Jeongguk con suavidad para despertarlo.

—Eh...—Jeongguk divagó mientras se frotaba los ojos, aún adormilado—Solo quise esperarte... claro... en caso de que aún quieras ir a cenar con la abuela...

—Oh cállate, claro que quiero.

Jeongguk hizo un puchero. Y Seokjin se asustó, pues sentía que en cualquier momento lloraría.

My strawberry boy [JinKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora