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A Sanji aún le costaba creer que siendo un amante de las mujeres ahora se encontraba en una relación con un marimo obsesionado con las espadas. Cortaba con agilidad los vegetales mientras su mente divagaba sobre como todo había comenzado;


La primera vez que vio al espadachín solo pensaba en el extraño color de su cabello, le pareció demasiado temerario el que estuviese dispuesto a dar su vida por su meta de ser el mejor del mundo, incluso pensó que era un fanfarrón, al menos hasta que presenció con sus propios ojos como el de cabello verde aceptaba su derrota y se dejaba herir de gravedad. Un vuelco llegó a su corazón incluso le admiraba y respetaba un poco, sin embargo, jamás lo admitiría o diría en voz alta.


El navegar con él le hizo conocer nuevas facetas del mismo; como su sentido de orientación parecía ser nulo, lo adicto que era a entrenar, lo orgulloso que era, pero al mismo tiempo lo leal que era con su capitán y no lo culpaba, en algún momento el de sombrero de paja había robado su cariño al punto de no dudar en dar la vida por él si era necesario. No le era difícil navegar durante tanto tiempo, después de todo en el restaurante pasaba meses en el basto mar, pero nunca había tenido la oportunidad o ganas de admirarlo, de detenerse por un momento y observar con detalle la manera en que la marea subía y bajaba o lo grande que se veía el cielo repleto de estrellas que se reflejaban en la oscuridad del agua salina. Fumar un cigarrillo en la soledad de la proa junto al asiento favorito de su capitán. Dio una larga calada al cigarrillo disfrutando de como el humo inundaba sus pulmones antes de abandonar su cuerpo al salir entre sus labios. La calma era simplemente disfrutable y traía consigo un aire nostálgico al pensar en aquel que le había criado.


En una de tantas noches Zoro se había unido a observar el cielo nocturno mientras el barco era anclado dejándose mecer por el imponente océano negro que parecía tragar cada atisbo de luz. Sorprendentemente para ambos, habían encontrado temas en común para charlar, primero de cosas sin sentido, luego de sus pensamientos y terminando con mencionar algunas inseguridades incluso. Así cada noche que tocaba guardia a alguno de los dos, se hacían compañía; comiendo, charlando, bebiendo incluso discutiendo sin llegar a pelear para evitar despertar a los demás, habían aprendido a controlarse tras despertar en una ocasión a la navegante recibiendo así una paliza de su parte.


Sanji sentía que se encontraba teniendo una doble vida, discutiendo y luchando contra Zoro en las mañanas mientras que al caer el sol y quedarse ambos solos, se volvían amables, comprensivos, con ánimo de compartir lo que fuese. El cómo su amistad/rivalidad comenzó a evolucionar a algo más había sido tan lento y pautado que ninguno había sido consiente para detenerlo. Charlaban sobre las formas que encontraban en las estrellas mientras estaban sentado al lado del otro, sin notar que sus manos estaban más cerca cada noche, al menos hasta que llegó el primer rose. El rubio intentó disimular que no se había dado cuenta de cómo el dedo meñique de Zoro rosó el suyo disimuladamente, pero la siguiente noche correspondió ese suave toque dejando que el dedo del de cabello verde se posara sobre el suyo. La charla se extinguió hasta que solo la melodía del mar inundara sus oídos, ninguno dijo algo respecto a ese pequeño toque, las cosas siguieron igual para ambos, seguían siendo cómplices en sus noches de charlas y vigía, tomando sus manos, entrelazando sus dedos sin mirarse como si aquella acción se hubiese realizado desde siempre.


Sanji se preguntaba si aquello era un sueño, ya que cuando el sol aparecía el encanto parecía desaparecer junto con el manto de la noche, ambos se ignoraban o peleaban ante la mínima provocación. Se sentía confundido, pero no cuestionaría demasiado.

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