Capítulo 86

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Realmente no quería asesinarlo de una forma tan rápida, solo quería hacerlo sufrir, escucharlo gritar, suplicar por su vida, quería que sintiera un montón de sensaciones a la vez que lo llevaran al colapso mientras recordaba la perdida de algo val...

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Realmente no quería asesinarlo de una forma tan rápida, solo quería hacerlo sufrir, escucharlo gritar, suplicar por su vida, quería que sintiera un montón de sensaciones a la vez que lo llevaran al colapso mientras recordaba la perdida de algo valioso para él.

Por ello me estaba adentrando a la bodega en donde lo tenían amarrando en una silla y a rastras llevaba un carrito en donde se encontraba un perro repleto de una sustancia roja y bizcosa.

Su pelaje era marrón y sus orejas paradas y puntiagudas.

Su cuerpo se encontraba inmóvil sobre el objeto de metal que arrastraba con mi única mano sana y en cuanto entré aparecí en su campo de visión sus ojos se abrieron con sorpresa.

Eso era lo único que le quedaba de su padre, el hijo del perro que en algún punto de su vida le regaló.

—No —lo escuché susurrar en cuanto me detuve frente a él.

Yo dejé caer la palaca que había estado llevando y me crucé de brazos.

—Una vida por otra —susurré repasándolo con la mirada.

—¿No te bastó con arrebatarme a mi hijo? —cuestionó con su voz quebrada.

Realmente le importaba ese animal.

—No —dije sincera —porque tu hijo era una porquería de persona ¿Qué tan mal hay que criar a un niño para que termine siendo como era él? Se ganó a pulso cada una de las cosas que le hice, joder, si aun puedo recordar la forma en la que enterré ese cuchillo en su corazón hasta que su vida se extinguió. 

Él miró hacia el suelo sin contestar y yo me crucé de brazos esperando a que al menos intentara atacarme con la muerte de Mely, sin embargo, no lo hizo.

—No pienso ensuciarme mis manos —yo me acerqué a él y me acuclillé para mirarle al rostro —solo quiero escucharte gritar desesperado mientras la vida se extingue de tu ser.

—No me escucharás gritar —aseguró.

Yo sonreí abiertamente.

—Lo harás.

Y dicho esto me levanté nuevamente para acercarme al animal y tomar la palanca para acercarlo a su dueño.

Él lo miró con ojos llorosos y negó para mover la mirada hacia otro lado.

—Nos veremos pronto —dijesegura antes de caminar de vuelta por donde había venido

Al salir de la bodega me encontré con mis chicos afuera esperándome y en cuanto salí Aiden se acercó con una jeringa para inyectar al perro con ella.

Luego de unos minutos en los que esperé paciente el perro abrió sus ojos y pestañó pesadamente dejándome saber que estaba bien. Con una sonrisa me agaché frente a él y acaricié su cabeza sin importarme mancharme con la sustancia roja que definitivamente no era sangre verdadera.

JessamineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora