Prólogo.

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"Yo le llamo arte a todo aquello que, de alguna manera nos devuelve a la vida" —Elena Poe

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"Yo le llamo arte a todo aquello que, de alguna manera nos devuelve a la vida"
—Elena Poe.

El invierno se estaba acabando, y con él las oportunidades y el tiempo de poder estar con Kade, al menos no de la manera que me gustaría, pasamos el viento tomados de las manos, vi los árboles temblar en su presencia y por primera vez, me enamoré, me enamoré en el momento equivocado y probablemente de las situaciones equivocadas, como toda una tonta.

El frío me calaba hasta los huesos, la pequeña blusa que llevaba no estaba acorde a los planes del clima, mis pantalones se sintieron rígidos ante el viento áspero y corrosivo, la nieve bañaba totalmente los techos de las casas y el pasto apenas era visible frente a nuestros ojos.

Mis zapatos están cubiertos de nieve, la nariz me pica y siento que podría estar helada; Kade está justo frente a mí, con la mirada temerosa apuntando contra el suelo, avergonzado por los escalofríos que sufre cada cierto tiempo, sus cabellos cafés están apuntando a diferentes lados, por la vista desde donde estoy, casi parecen rubios, aquel pequeño mechón de cabello blanco esta camuflajeado por la nieve, y de momento a otro siento una gran necesidad de apartarlo de su cara.

Devolvió mi mirada de preocupación y al instante suspiró desganado, este es el momento que estaba tratando de evadir, que traté de aplazar puesto que él dejó bien en claro lo que pasaría después de ese simple invierno.

Tomó una bocanada de aire denso y gélido, lo soltó segundos después, desapareciendo en el viento impasible convirtiéndose en vapor.

—Harper... —. Me miró, su nombre se saboreaba tan bien entre sus labios que me dolía saber que tenían el poder de perderme en ellos —¿Sabes por qué estamos aquí, cierto? —murmuró inexpresivamente en mi dirección.

Mi estómago dio un vuelco y deseé con toda mi alma jamás haber respondido su llamada cuando me citó aquí, el corazón me latía desembocado, pero en absoluto era una sensación reconfortante, era pesado, era aflicción ante lo que iba a oír, angustia y tormento que no estaba preparada para sentir.

—Sinceramente no, pero supongo que es lo que debo hacer.

Sus ojos se posaron en mis labios, pero apartó la mirada como si ello le hiciera sentir peor, sus pestañas revolotearon, y como era de suponerse, no volvió a mirarme.

—Yo..., es hora Harper, debo irme... —. Levantó de nuevo la mirada y me supo lastimosa.

Él sí era mi persona correcta.

Asentí ante su comentario, y sin poder detenerlo, limpié una lágrima que se derramaba vehemente en mi mejilla, él hizo el amago de limpiarla y detener su mano en mi mejilla, y me dolió tanto haberlo esquivado después, fue instintivo e incoherente quería que me tocara, que se quedara y me prometiera amor, aunque no lo sintiera.

Y de nuevo, me sentí estúpida.

—¿Por qué, Kade? ¿Ya no te sientes feliz aquí? —susurré, aunque no quería hacer esa pregunta, quería pedirle que no se fuera, que lo considerara y me tomara en cuenta, aunque sea esta vez, la última.

Notas del Invierno.Where stories live. Discover now