Jamás había tenido esa sensación. En la profundidad del espacio ocupado por árboles de todos los tamaños y formas, cuya flora brillaba en cierta manera en la oscuridad de la noche, me hallaba rozando con mi espalda el cálido fango, que teñía mis tejidos, mi pelo y mi piel. El dolor de aquel momento parecía transcendente, y muy a mi pesar debía acabar con ese segundo de gloria, y continuar mi trayecto de huida. Incluso la melodía del aire me sonaba mágica.
La paz de mi alma, parecía asimilarse a un sentimiento de muerte, y en cierto modo lo era, pero no una muerte completa, si no la liberación de todo mi ser. Jamás supe que existían luciérnagas de tantos colores, y tamaños. Que la calidez del aire me acaricie con el suave toque de un vendaval veraniego y que inspiren a las ramas de lo más profundo del cielo, a bailar al son de mi cabello que me rozaba las mejillas de un lado a otro. No se sentía como un destino final, mas bien una llegada al principio de todo un sinfín de aventuras.
"Por el amor del cielo, levántate ya y corre" me decía mi parte más consciente una y otra vez , como una madre regañando a su hijo por llegar tarde a la escuela. Lo malo es que esa parte racional era casi nula, me sentía demasiado rota por fuera como para continuar por dentro. No era capaz de enfocar mi vista con claridad, y juraría que uno de mis ojos había dejado de funcionar.
En vez de centrarme de una vez por todas, fingí que no se aproximaba un peligro inminente, y las fuerzas que se repusieron durante mi estancia en el suelo, las usé para alzar mi brazo izquierdo, y rozar las yemas de mis dedos con mi mejilla. Era fascinante el hecho de que todavía podía recurrir al tacto, al olfato y a un porcentaje de la vista para orientarme. En mi mejilla izquierda, sentí un relieve de profundidad que no pude reconocer como familiar. Podría haberse creado alguna especie de cicatriz de la que no era consciente, y eso no podía ser bueno. Quise explorar ,esta vez con la palma entera, algún otro cambio en mis facciones. Recorrí la comisura de mis labios de un extremo a otro, lo que se me hizo más eterno de lo habitual. ¿Acaso me había rasgado la boca de alguna manera? En cuanto acabé con el recorrido, me alarmé al palpar mi mandíbula en la parte derecha de mi cara que determinaba el final de mi boca, o la falta de tejido en mi mejilla baja. Mi cara debía verse horrenda en ese momento, algo a lo que no estaba acostumbrada.
Instintivamente pienso en el castigo que me tocaría si Targon descubriese el más mínimo rasguño en mi tan preciado rostro. Sería su pérdida de dinero, por ende tendría que pagar con días encerrada en la cúpula eléctrica.
"Targon ya no está aquí, nadie puede castigarte ahora." me quise convencer. Hasta mi parte menos cuerda, se reía de mí. Hice mucho daño antes de llegar aquí, tal vez me lo merezca.
En cuanto menos oportuno, una serie de crujidos de ramas y hojas secas se escuchan a lo lejos, aunque no lo suficientemente lejos. No eran dos, ni cuatro... Seguramente sea toda la división terrenal de Magnof, teniendo en cuenta que quien acabó mal parado era su mismísimo jefe. No me esperaba menos, pero a la vez, no me esperaba nada.
Todavía somnolienta, desorientada y sin pizca de energía, paseo mi vista por los alrededores pensando en alguna forma de escaparme u esconderme. Algo que parecía imposible en mitad de un bosque.
Pero al recordar que el instinto de supervivencia es mayor que cualquier plan imposible, me arrastro como puedo por el suelo, tratando de avivar esa zona racional de mi cabeza para actuar en condiciones. Joder, soy tan lenta.
Los pasos parecen sentirse a mi alrededor, a unos metros, pero no me han alcanzado a ver todavía. Sé que tienen una visión mayor que la mía, y mayores recursos. Pero yo insistía en arrastrarme hacia algún lado, por no perder la esperanza.
-Como se aparezca algún endemoniado, verás la diversión. - Reverberó la voz de un soldado por mi cabeza. Sus pasos estaban a centímetros de mi. Era un todo o nada. Tuve suerte al encontrar aquel tronco viejo y hueco yaciendo por el suelo, o sería mi fin. Desde dentro, todo parecía aun más confuso.
-Avancemos lo que podamos. O mueres a manos de un endemoniado, o a manos de Targon. Tu decides.- la voz tajante y gruesa del sargento consigue frenarme el recorrido de varios engranajes. Ya no veía nada, y no era por la falta de visibilidad del tronco. Mi vista se teñía de negro por segunda vez consecutiva esa noche, y eso no podía significar nada bueno.
Mi mente nublada solo reproducía mis recuerdos más bochornosos y abusivos que alguna vez experimenté. Ya no existía mi zona exterior consciente. Volví a encerrarme en mi memoria, y entonces me esmeré en recordar... ¿En qué momento se torcieron las cosas?
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Exilio
Science FictionEn los suburbios de Magnof, se encuentran un grupo de jovenes que de alguna manera se han evadido de aquella sociedad tan rigurosa y cuyo destino les ha juntado. Con el propósito de un orbe, Ophelia, Canek, Yin, Ghena y Mek demuestran el poder de lo...