Había escuchado que todo buen artista tenía un repertorio de musas para inspirarse en sus canciones.
Claro, solo era un comentario que escuché de un tipo en una fiesta que estaba completamente drogado, más que yo. Y yo estaba lo suficientemente drogado para en ese momento creerme todo lo que me dijeran, si me decían que Harold Wilson era un extraterrestre, lo habría creído.
Regresando al tema de las musas, había este dicho de que una vez que eras grande en la industria de la música tenías a todas las chicas a tus pies y te inspirabas en ellas para hacer canciones.
Cuando llegué a Londres, con pocas ganas de una relación seria después de mi ruptura amorosa con Josie en Escocia, salí con muchas chicas, pero la verdad, no me quería dar el lujo de comprometerme a algo serio, y menos de enamorarme.
Entonces, me imaginaba historias.
Si no hubiera sido músico, habría sido un escritor, pero era demasiado vago para escribir un cuento complejo y largo; me gustaba contar historias cortas en canciones. Cuando era niño, no podía hacer ejercicio ni jugar fútbol con el resto de niños, entonces me limitaba a leer cuentos de magia y mitología, eran más divertidos que los libros no ficticios.
Trataba de inspirarme en las tragedias, luchas de clase social y denuncias. Quería ser un cantautor serio y respetado por un mayor rango en los temas de las líricas.
Pero incluso yo, me imaginaba historias de amor como cuentos de hada. De los que la princesa de cabello tan largo que se estiraba por metros, estaba atrapada en el piso más alto de una torre custodiada por un dragón, y el caballero con armadura iba a salvarla.
En serio trataba de que mis canciones fueran lo más serias posibles, pero últimamente las únicas ideas que se me venían a la mente, tenían los mismos colores que aquellos cuentos de mi infancia.
Me imaginaba a las chicas con las que había estado o con las que me había ilusionado. El qué hubiera pasado si eran el amor de mi vida.
Cómo aquella vez que conocí a Jennifer. Congeniamos en seguida, nos hicimos amigos y pasábamos mucho tiempo hablando de estimulantes psicodélicos y de música. Cuando le pregunté que si podíamos ser más que amigos y ella se negó, concordamos en mantener nuestra amistad, aún cuando supimos que las cosas se pondrían algo raras.
Para la siguiente vez que nos vimos en una fiesta, el ambiente entre ambos era demasiado tenso, y no pudimos evitar reír. Estando de buen humor le pregunté algo, que en retrospectiva era extraño.
—¿Puedo usar tu nombre para una canción? Se tratará de una chica diferente, pero con el mismo nombre.
Ella se sorprendió que le pidiera permiso en primer lugar, y tal vez eso contribuyó en su respuesta positiva.
—Bien. Solo, por favor, no escribas sobre cómo si fuera esa chica de Play with Fire de los Stones.
Me ponía a pensar cómo las chicas tenían expectativas tan bajas en general para que solo me pidiera que no le escribiera como una superficial.
Hasta el momento, no tenía completa la canción, y ni tanto interés en terminarla, tal vez estaría en el siguiente álbum. Ahora, debía apresurarme a tener listas las canciones del álbum para el próximo año.
Las líricas se perdían entre las nubes de humo en la sala de estar. Y entre la nebulosa de creatividad, encontraba a Sybil. No sabía si su cabello era más brillante que su sonrisa, o viceversa.
My songs are merely dreams visiting my mind
We talk a while by a crooked stile,
You're lucky to catch a few.Sybil leyó en voz alta los únicos tres versos que mi mente saturada logró escribir.
—¿Qué significa "crooked stile"? ¿No es con 'y'?
Reí negando.— Es parte de ese poema que las madres les cantan a su bebés.
«There was a crooked man, and he walked a crooked mile.
He found a crooked sixpence upon a crooked stile.
He bought a crooked cat, which caught a crooked mouse,
and they all lived together in a little crooked house»—¡Te lo sabes de memoria!
Me alcé de hombros.— Claro, lo decían todo el tiempo.
—Tal vez fui criada diferente, pero jamás había oído ese poema.
—Algunos dicen que fue creado aquí, en Londres. Pero cualquier escocés de verdad te dirá que es exclusivamente nuestro.— Sybil asintió, susurrando los primeros versos con extrañeza.— Es sobre un general escocés.
—¿Qué? ¿Cómo va a tratarse de un general? ¿En qué parte?
Me reí dejando la guitarra de lado.— Es una alegoría. El "crooked man" era un general que logró que haya libertad política y religiosa en Escocia hacia varios siglos. La parte que habla de que vivían juntos en una "crooked house" se refiere al hecho de hay un acuerdo entre los ingleses y los escoceses porque vivimos tan cerca. Y "crooked stiles" es... tiene dos interpretaciones, es el límite, el borde, o la interpretación que prefiero, la alianza entre los parlamentos de Escocía y de Inglaterra.
—Y por eso escribes crooked stile. No por algo político, sino porque sientes una alianza a un inglés.
—Puede ser a cualquier buen inglés que me haya tratado bien.— Pero ahora solo pienso en que podría reflejarse en nuestra relación. Pensé, pero me tragué aquel comentario, casi digiriéndolo literalmente, me aclaré la garganta.— Aunque tal vez lo quiero usar para algo más íntimo, no como conformarse a compartir territorio con alguien más, sino cómo disfrutar de la compañía del otro. ¿Me entiendes?
Asintió abriendo la ventana para que el humo se disipe.
—Cierto. ¿Recibiste un mensaje de algún viejo amigo?
Fruncí el ceño. ¿Pero por qué me sorprendía? Estas preguntas eran usuales en Sybil. Negué con la cabeza y seguí repitiendo los acordes en mi guitarra, buscando inspiración para seguir con el poema.
—¡No, espera! Si lo hice.
Todos lo llamaban Gypsy Mills, yo lo llamaba Gypsy Dave. Mi fiel compañero como nómada antes de conocer a Milán y conseguir un hogar fijo. Gypsy Dave fue quien me enseñó la parte mágica de vivir como mochilero, me presentó a tantos artistas, no sólo músicos, sino también pintores, escultores, escritores, actores y hasta bailarines.
Tuvimos que partir caminos diferentes, él quería seguir conociendo el mundo y yo quería centrarme en que el mundo conociera mi música desde un solo lugar. Aún así lo consideraría
Pero hace pocos días me había llamado para decirme que estaría aquí en Londres. La noticia me alegró tanto que dije que haría una fiesta en mi departamento en su honor.
—Entonces es definitivo: haré la fiesta y podrás conocerlo, te va a agradar. Ven el sábado de noche.
—¿Puedo invitar a Scott?
No, que asco.
Fue lo que pensé, pero en su lugar respondí enfocando mi mirada en el cuaderno de letras.— Si quieres.
—Gracias.— Tomó mi mejilla y la sacudió tal abuela con un niño. Me quejé del dolor pero ella solo rió y se levantó.— Me agarró esa hambre maldita. ¿Quieres un sándwich de pavo? Lo preparé para este porro.
—Si, señora.— La idea de comida hizo que sintiera rugir mi estómago como un león. Aún así, el tema del amigo de Sybil revoloteaba en mi mente.
La seguí a la cocina, sacando dos platos de la estantería mientras ella desenvolvía los sándwiches que sacó de su mochila.
—¿Él es tu novio?
—¿Quién? ¿Scott?— Preguntó confundida. Asentí sentándome frente a ella. Ella bufó divertida.— No, claro que no. Él no se fijaría en mi nunca.
—¿Por qué no?
—En el grupo tenemos amigas mucho más bonitas e interesantes que yo.
Me reí sin poder creerlo.— No puede ser. Claro, la belleza está en los ojos de quién lo aprecia y todo es subjetivo, pero creo que objetivamente eres linda.
Me regresó a ver alzando sus cejas y pude ver cómo su rostro se ruborizaba por completo, y tuvo que apartar la mirada. No respondió nada, y no quise presionarle así que cambie de tema.
—¿Y qué más interesante que una chica que predice el futuro?
Sonrió mostrando sus hoyuelos.— No del tipo interesante para él. Scott siempre ha sido muy intelectual, y ha estado más interesado en libros y escritores, ya sabes, del tipo que puede citar hasta las obras menos conocidas de Shakespeare y que habla de escritores rusos y franceses que nadie conoce.— Hizo una bola con los plásticos que envolvían a los sándwiches y lo tiró en el aire hasta el basurero. Me entregó por fin uno de los sándwiches, me preguntaba si realmente había planeado traerme uno después de todo, o si era para Milan y me lo dio a mi al saber que él no estaría aquí.
—Gracias.— Acomodé el plato más cerca de mi.— Igual, ese pretexto es basura. Hablando como aspirante a poeta y amante de las buenas historias, tú eres lo suficientemente interesante, incluso más. Eres casi un personaje de alguna mitología, el personaje sabio que guía al protagonista a encontrar su destino.
Sybil rió, nuevamente roja hasta las orejas, negando.— Basta, Leitch. Hoy amaneciste muy adulador.
Le di un mordisco al delicioso sándwich.
—Amo comer en estas ocasiones. La comida se vuelve...
—¿Celestial?— Preguntó como si pudiera cargar toda la ironía del mundo, ironía que en ese momento yo no entendía.
—Si. Celestial.
Holis. Gracias a la personas que siguen leyendo esto.
El siguiente capítulo lo voy a mezclar un poquito con la trama de otra historia The Riddle Of The Model de Brian Jones :)