Las Flores se convirtieron en un recuerdo amargo de lo que estuvo a punto de suceder. En el resto del palacio, había un gran ajetreo, todos iban y venían, los soldados estaban inquietos y no sabían que hacer, a su general le había dado un ataque de histeria, y estaba encerrado, así que se sentían a la deriva, como si no fueran bienvenidos.
Alexander estaba en su cuartel solo, había estado estudiando mapas toda la noche, y apenas noto que el sol había salido hace varias horas, trataba de encontrar la ruta más rápida para llegar a Nivaria antes de que la llevaran con el Conde, pero era inútil, con suerte los mercenarios acamparon en algún lugar y todavía podía alcanzarlos, pero sabía que esa probabilidad era muy escasa. El habría partido la misma noche que se la llevaron pero el desastre que las doradas habían dejado, había causado un fuerte impacto entre la población, y tuvo que quedarse a poner orden antes de que todo se volviera aún peor, además sabía que viajar en la noche, durante tiempos de Guerra, lleno de mercenarios y ladrones, sería muy arriesgado, y aunque llevara hombres consigo, no permitiría perder más miembros de su ejército, en una encrucijada de la que era seguro no volver, así que se decidió por explorar rutas y encontrar alternativas para rescatarla, pero entre más veía los viejos mapas, menos oportunidades tenía, el ejército enemigo estaba avanzando, y el daño que dejaban superaba con creces, el de ellos. En un ataque de desesperación, arrojo los mapas, las velas, plumas, y todo lo que tenía en el escritorio, una vasija rodo hasta que una bota lo detuvo.
-Creo que no resolveremos nada con eso-dijo Nicolás señalando el montón de cosas tiradas a su alrededor.
-No vas a decirme cómo lidiar con mi frustración-le respondió-además todo esto es tu culpa
Nicolás lo miro con algo parecido a la empatía y comprensión, una mirada, que en los muchos años que llevaban de conocerse nunca le había dado.
-Alexander, lo lamento, pero encontraron a los mercenarios que se llevaron a Nivaria, todos estaban muertos- Ahora se daba cuenta de la pena en sus ojos.
Alexander se puso pálido y apretó los puños con tanta fuerza, que se lastimo la palma de sus manos.
- ¿Y Nivaria? -pregunto con voz temblorosa y temeroso a la respuesta.
-La están buscando, pero no hay nada, lo más probable, es que El Conde la encontró antes y mato a los mercenarios.
Alexander golpeo la mesa con ambos puños y después, hundió su cara en ellas.
-Ahora jamás la volveré a ver, El Conde la encerrará o la matará- decía mientras aún escondía su cara entre las manos- Y todo esto es tu culpa- dijo mientras saltaba hacia Nicolas, y lo sujetaba con fuerza del cuello de su capa con los ojos inyectados en sangre.
Nicolás no decía nada, aceptaba la furia de Alexander como una especie de castigo merecido.
-Basta- grito una voz con la experiencia de años de dar órdenes- Alexander suelta al príncipe inmediatamente.
Ambos voltearon a verlo, y se quedaron mudos.
Aaron Bronach estaba en la puerta, su semblante casi siempre neutral, tenía una mezcla de decepción, ira y preocupación.
-Señor-dijo Alexander-Lo lamento, no sabía- dijo mientras dejaba a Nicolás.
Nadie lograba ese efecto sobre Alexander, excepto el padre de Nivaria, él lo había entrenado, y era lo más cercano a una figura paterna que él tenía, pero Alexander siempre se había sentido muy presionando, por hacer siempre lo que le hiciera sentir más orgulloso, y en el camino, se exigía demasiado.
-Es la vida de mi hija la que está en peligro, y lo único que haces es pelear-dijo Aaron con un evidente tono de decepción.
-Alexander bajo la cabeza, y Nicolás solo aparto la mirada.
-Su alteza tiene un plan para rescatar a Nivaria, como seguramente ya sabes, ella se encuentra en Egria del Norte, unos informantes me lo acaban de confirmar, y El Conde la ha llevado al Gran Palacio.
Alexander escuchaba con atención, pero con cada palabra palidecía aún más, él había estado en la Guerra, había visto a El Conde y sabía de lo que era capaz.
-Nicolás quiere ir a Abner, y pasar a los dominios de El Conde a través de su frontera.
-Pero ¿cómo lo convenceremos de que nos deje utilizar su territorio? -habló Alexander.
-No le diremos. -intervino por fin Nicolás- El rey de Abner ha sido muy claro con su postura respecto a la Guerra y no quiere entrometerse.
- ¿Entonces como justificaremos nuestra presencia ahí?
-Tengo esto- dijo Nicolas levantando un papel crema enrollado con un elegante listón rojo- Es la invitación al baile anual, que el rey da para dar la bienvenida a la primavera. Asistiremos y aprovecharemos la oportunidad para cruzar a Egria del Norte y rescatar a Nivaria-terminó Nicolás.
-Ahora, considero que la idea del príncipe es bastante cuerda, pero no sé si tendremos tiempo de ejecutarlo, pero las cosas en la frontera están realmente complicadas y hemos escapado por poco, El Conde ha reforzado su seguridad a lo largo del muro, deje algunos hombres allí, pero están a merced de él, y si antes era difícil pasar, ahora es imposible, no lograremos nada intentándolo. -dijo Aaron.
-Y por eso es más viable el plan de Nicolás-aceptó Alexander.
Los dos asintieron.
-Creo que es la única alternativa que tenemos, si queremos vivir lo suficiente, para traer a Nivaria de regreso- dijo Aaron.
Por un momento, Aaron Bronach, solo hablaba de estrategia militar, como una misión, si estaba desesperado no lo parecía, tuvo que usar todas sus fuerzas para serenarse y no salir corriendo en busca de su hija.
-Si a usted le parece mejor- dijo Alexander- Yo estoy dispuesto a hacer lo que sea.
Aaron se acero a él y le toco el hombro.
-Lo sé hijo- dijo.
Nicolás se sintió incómodo con la escena, como si no debiera estar allí.
-Solo debemos de tener cuidado de que los hombres tanto de Egria del Norte como los de Abner no se enteren, por eso viajaremos con pocos soldados, como si la única intención fuera ir al baile -agregó Nicolás.
-Así es-contesto Aaron.
El ambiente se había vuelto pesado ahora que los tres guardaban silencio, quizá Aaron y Alexander estaban acostumbrados, pero para Nicolás era diferente, él siempre sabía que decir, y en las discusiones se quedaba con la última palabra, pero ahora su mente estaba en blanco.
-Debo irme-dijo sin esperar respuesta de ambos hombres que permanecían mortalmente quietos. Se quedaron un rato más así, como si estuvieran en una emboscada, y quedarse inmóviles fuera la única forma de salvarse.
-Yo-comenzó a decir Alexander de la nada- es mi culpa, yo prometí protegerla, y falle, soy un idiota- las lágrimas hubieran empezado a brotar si no fuera por el orgullo de hierro que tenía.
-Ya no valen la pena recriminarse nada, ahora solo debemos estar concentrados en salvar a mi hija-dijo-Saldremos hacia Abner en una hora- agregó y salió del cuartel.
No hubo nada más, ni una palabra de consolación, o una muestra de afecto que pudiera mitigar la angustia de ambos, nada, quizá, físicamente los dos habían sido un sostén importante, como un símbolo de fuerza que mutuamente usaban en la batalla, pero nada que llegará a lo emocional, Aaron podía llegar a ser un hombre bastante frío y apático, incluso con Nivaria, y eso siempre le había causado conflicto, y una relación no mala, pero si distante.
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El Conde
RomanceHabía una Guerra entre dos países que un día fueron uno solo, Nivaria sabía muy bien quienes eran sus enemigos, tanto como distinguía entre el bien y el mal. El día que lo conoció y miro por primera vez el abismo de sus ojos, supo que estaba perdid...