|𝕿𝖔𝖗𝖗𝖊 𝖉𝖊 𝖆𝖌𝖚𝖆|

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 "Lo que callamos los pendejos"

Parte 2: Torre de agua

Cuando yo era joven y bohemio, me gustaba un chico que no llamaba la atención de nadie en la escuela, tampoco lo hizo en la secundaria ¡Y mucho menos en el bachillerato!. Recuerdo bien que apenas era un hombre en desarrollo; con piel de adolescente recién estrenada, brazos lánguidos y un cuerpo no tan atlético que comía cuanto le daban en la mesa. Se quejaba de sí mismo siempre y trataba de hacer todo lo posible para semejarse lo más cercano a los fisiculturistas de las revistas electrónicas, que en ese entonces habían reemplazado a las de la tienda departamental que siempre comprábamos cuando íbamos al arcade. Y nunca, nunca faltó una vez en el que le dijera lo hermoso que se veía, aunque siempre me contestara: <<Lo dices porque eres mi amigo>> y se daba la vuelta ausente de toda razón que le ofrecía. 

Lo llevaba a comprarse ropa, siempre holgada o siempre oscura, para ocultar su cuerpo de los jóvenes que a diferencia de él sí tenían tributos propios de la edad. Y aunque algunas veces me oponía a ello, él me regresaba su carisma con una tímida sonrisa de mozo mancebo, zagal e inexperta. Simplemente no entendía el cómo, o en dónde se dio cuenta de sus inseguridades: yo nunca le dije nada y siempre lo cuidaba de aquellos que lo hacían menos por no ser como otros, y si tal vez hubiera intervenido, no pensaría en lo más profundo de su ser que es el adolescente menos guapo de la escuela. Cuando a mi, se me partía el alma ver como apenas y se veía a un espejo. 

--¡¡Rusia despierta!!-- bien, a veces no lo hacía, y cuando nos tocaba dormir juntos en los campamentos de verano siempre se colocaba encima mío y me movía como si dependiera de ello su vida entera. Tengo que aceptar que algunas veces lo llegaba a hacer al propósito para que hiciera de las suyas sobre mi. --¡¡Rusia no manches!! ya se fué el profe Jorge y tú y yo seguimos aquí-- balbuceaba preocupado. 

Recuerdo que esa misma tarde, en tratar de encontrar al profesor Jorge dentro de la reserva: nos perdimos en las lagunas lejanas del campamento. Ni siquiera supimos que estábamos perdidos cuando al llegar la noche, queríamos regresar, y al regresar ni siquiera se nos ocurrió prender una fogata como se nos había enseñado en caso de extravío. Teníamos 15, fue nuestro primer campamento en el parque nacional. 

--Mira, saca la cámara, documentaré al perro que está comiendo por allá-- con un semblante despreocupado me dijo. Y yo, sin género de duda saqué la cámara de su estuche para grabarlo mientras se escondía entre el tronco de un piñón. Sabía que iba a hacer alguna de sus locuras, como en el coro de la escuela, como en su taller de diseño, y como en todas las situaciones en las que se involucrase un lapicero y un cuaderno para notas. Era real, y yo estaba ahí. 

Se veía tan concentrado y suave en lo que hacia, tan asiduo, tan...puro. Me miraba con una sonrisa, con algo innato que yo no podía reconocer y que de alguna forma sólo podía ver en él. --Ese perro viene de China, es obvio, sólo mírenlo come lo que sea-- murmuró mientras agarraba la piña tirada de una rama y fingía hablar con ella como los reporteros del canal de noticias. --Es único en su tipo, se llama...amm-- yo sólo sonreía como idiota, y al ver a través del lente que me pedía ayuda para buscarle un nombre le dije sin pensarlo dos veces: <<Firulais versión chino 2.0 sólo que más grandote y peludo>>

Se limitó a reírse de lo que dije, y cuando lo hizo, no calculé el tiempo en el que me quedé viendo su rostro, subordinado y dócil, ensimismado en una felicidad irreconocible. Traté de grabar esa parte más que alguna otra toma de las muchas que había dado frente a la cámara, me gustaba y me llenaba de ilusión. Siempre que llegaba a mi casa la repetía una y otra vez, hasta que su risa me arrullara para dormir, y así, sin quitar el video, se quedaba rodando toda la noche hasta agotarse la batería.  

𝕺𝖓𝖊𝖘𝖍𝖔𝖙𝖘 || RusmexWhere stories live. Discover now