— Eso ha sido patético. – gruñó Rilah.
Freya estaba rodeada por las Morke, el peso de sus miradas era insufrible. La elfina miró por encima del hombro de Rilah a todo su publicó aglomerado alrededor, llevaba dos semanas y aun no controlaba las sombras, les temía tanto que solo era capaz de invocarlas en situaciones cuando su vida corría riesgo, cuando perdía el control, temía que su corazón no soportara más y ni siquiera pudiera enfrentar a Omnia de nuevo.
— Hasta que no controles la oscuridad no podrás regresar.
La elfina rechinó sus dientes, claro que lo sabía, no podía llegar a casa con las manos vacías, cada segundo que perdía era muy preciado, cada instante definía el futuro de su reino.
— ¿Por qué siempre tienen que vernos todas? — preguntó Freya cruzándose de brazos.
— ¿De pronto te has vuelto penosa? — le preguntó una voz entre la multitud.
Freya fulminó a Tennanye con la mirada, no la soportaba, hacía que su presencia ahí fuera un infierno peor de lo que era, lo único que la Morke sabía hacer era provocarla, y ya empezaba a enfadarle.
— La oscuridad es lo que tú quieres que sea. — le recordó Rilah.
En particular ya estaba harta del lema, la oscuridad era agonía, dolor, penumbra, no había nada rescatable en eso, Freya extendió sus manos y pequeñas sombras danzaron en ellas, pero eso era lo único que conseguía, no podía proyectarlo hacia ningún sitio.
— Patético. — repitió Rilah chasqueando la lengua.
La matriarca dejó la arena, al igual que toda la tribu, Tennanye fue de las últimas en irse, pero antes de eso chocó a propósito contra el hombro de Freya.
— Tu pueblo tiene mucha suerte en tenerte de reina, a este pasó cuando domines la oscuridad no tendrás nada que salvar.
Se quedó sola, y se dirigió al estanque, al menos ahí podría pensar, aún no sabía dónde las Morke escondían el anillo, intuía que estaba en las lejanías del valle de la muerte, escuchó a Rilah prevenir a las demás sobre no acercarse a esa zona, algo de valor debían esconder ahí. El campamento de las nativas era oscuro y frío, como un lugar muerto, extrañaba la luz de sol, los árboles eran tan altos que en el día no dejaban pasar los rayos dorados, era obvio que todas estaban incómodas con su presencia, sobre todo Tenannye.
La roca rebotó por el estanque tres veces hasta que cayó al fondo, siguió lanzando rocas una tras una.
— Vas a enfadar a las Rusalkas. - dijo una voz a su espalda, Freya se sobresaltó y todas las piedras cayeron al estanque con un pequeño 'splash"
— ¿Rusalkas? - Freya se giró para encontrarse con Amyr. — No he escuchado acerca de esas criaturas.
— Son poco conocidas, espíritus de las aguas. Criaturas de la oscuridad.
— Parece que hay muchas criaturas de la oscuridad que yo no conocía.
— Siempre hay más de lo que está a la vista, tu pueblo desestima la oscuridad.
Freya se cruzó de brazos y levantó una ceja.
— Sí me vas a venir con el lema de "la oscuridad es lo que tú quieres que sea" ya Rilah lo tiene quemado ¿No crees?
— Pero es cierto Freya. Tu madre...
— No quiero hablar de mis padres. —cortó Freya con brusquedad.
— ¿Entonces de que quieres hablar? Quieres nuestra ayuda, pero no buscas integrarte. Aquí todas somos una familia.
La elfina volvió a lanzar con fuerza una piedra al estanque, escuchó a una rana croar por tomarla desprevenida.
— Sé que no me quieren aquí
— Y sin embargo aquí estás. — repuso Amyr.
— No quiero hacer esto, no quiero ser una molestia para vosotras y sin duda alguna no busco ganarme vuestra amistad. Solo quiero regresar a casa y ganar esta guerra.
Amyr tomó asiento al lado de Freya y fijo su mirada en las ondas que se esparcían por el agua.
— Freya... ¿Aún queda algo en tu corazón?
— Está vacío.
Se giró para no mirar a Amyr, con brusquedad limpió la lágrima helada que bajó por su rostro, aún dolía demasiado la muerte de sus padres, la traición de Alexis, no creía que pudiera perdonarlo alguna vez y ni siquiera quería pensar en Cilliam.
— Háblame de la oscuridad, dices que no la conozco a pesar de que vivo rehén de ella. Cuéntame lo que no sé.
— Tiene vida propia, antes de que Titania creará la luna, antes de todo; hubo una explosión poderosa de luz y oscuridad, de esa explosión volaron cientos de chispas, criaturas ancestrales forjadas antes incluso que las etéreas.
— ¿Quiénes son esas criaturas?
— Muchas ni siquiera tienen nombre Freya, o una forma física definida, pero las Rusalkas, los Draugar. Se cree que Hati y Skoll. Chispas de luz también desviaron su camino y tomaron otra forma, las Hercinia por ejemplo.
Freya sintió un escalofrío, recordó el momento exacto en el que vio a Rilah, diosa de la muerte le llamó, y tal vez lo era. Tan antigua como la oscuridad y la luz.
— Rilah es una de esas criaturas, una chispa de oscuridad que perdió su camino.
Amyr asintió en silencio, un escalofrío recorrió a Freya de pies a cabeza.
— ¿Qué significa ser una Morke? —preguntó Freya con angustia. — ¿Qué es todo eso de "no estamos perdidas, fuimos encontradas? hasta donde sé todas son feéricas comunes y corrientes y esos collares tan extraños. — señaló el cuello de Amyr. — ¿Por qué Tenannye no tiene ninguno?
— Algo por fin ha despertado tu interés.
Freya dio un salto en su sitio cuando sintió la presencia de Rilah a su espalda, saber que era más antigua incluso que Omnia la consternada mucho.
— Sígueme Freya. - ordenó la matriarca.
Fue incapaz de llevarle la contraria, Amyr se retiró sin siquiera despedirse, para la elfina fue como si el velo que cubría sus ojos cayera, la forma en que las sombras se apartaban cuando la matriarca daba un paso, sus ojos ámbar eran fuera de este mundo y los quince collares de obsidiana que decoraban su largo y esbelto cuello. Llegaron hasta la caverna de las Morke, estaba vacía.
Rilah se acercó a su sillón tapizado con piel e invitó a Freya con su mirada salvaje que tomara asiento en el sillón del frente.
— Veo que estás enojada. - Rilah ladeó la cabeza para observarla mejor.
— No tenía idea de quién o qué eras.
La Morke cruzó las piernas y miró a Freya de arriba abajo y luego se rio.
— ¿Qué es tan divertido?
— Yo podría decir lo mismo de ti, no sé qué eres Freya.
— Soy solo una elfina.
— Ella no opina lo mismo.
— ¿Quién? - preguntó Freya, apretó tanto los brazos del asiento que sintió estacas clavarse en su piel.