Eiden

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La taberna había amanecido tranquila, como siempre. Teniendo en cuenta el ambiente festivo que se solía respirar por las noches lo normal era que los huéspedes y clientes estuvieran de resaca o recién acostados por la mañana. Pero aun así no era raro que hubiera alguien en la sala principal o en la sala de la planta de arriba tomando algo a primera hora de la mañana.

Tal no era el caso de la joven Quel'dorei que había alquilado una habitación varios días antes en "El Grumete frito". Llevaba ya tres días allí, había pagado religiosamente cada uno de ellos. Todas las mañanas se levantaba pronto y se marchaba de la taberna, volviendo un par de horas después.

Pero esta vez era distinta. Esta mañana Ceisia había salido de su habitación, bajado hacia la sala principal en la planta baja y se había sentado en una de las mesas. Llevaba el mejor vestido que se había traído de Theramore y se había cepillado el cabello a consciencia. Observaba nerviosamente la puerta de la taberna mientras amartillaba con el pie izquierdo el suelo de la taberna.

Mientras tanto, Nixxrax Vasolleno limpiaba un par de jarras, que es lo que hacen los taberneros cuando no tienen otra cosa que hacer, mientras observaba lo bien que le iban las cosas con su taberna. Miró hacia el piso superior, el cual podía verse desde la barra, y pensó que quizás sería buena idea cambiar las alfombras por unas un poco más agradecidas a la vista. Poco tardó en percibir un sonido procedente del puente colgante que conectaba con las habitaciones. Las tablas crujían mientras alguien pasaba por ellas, acompasando sus pequeños y lentos pasos con el sonido de un bastón de madera golpeando el suelo. Un elfo asomó por la sala pequeña, ojos verde esmeralda, pelo castaño con ligeros toques cobrizos. Su aspecto distaba mucho del de un elfo corriente, pues más parecía un cadáver el que estaba caminando. Al llegar a las escaleras miró al tabernero y aceleró el paso mientras bajaba, tosiendo levemente para luego carraspear.

Ceisia volvió la mirada al escuchar la tos. Ciertamente tenía curiosidad en saber qué afección podía causar una tos tan desagradable. Observó al elfo mientras bajaba y abrió los ojos como platos. Pocas veces había visto un elfo en un estado tan degradado salvo en el caso de los desdichados, que eran aquellos elfos que caían presa de la locura debido a su adicción a la magia. Por un momento sus pensamientos volaron fugaces a la caída de Quel'thalas, de cómo los elfos habían evolucionado tanto gracias a sus conocimientos en magia, pero que a su vez los hizo tan adictos a ella que su ausencia los llevo a enloquecer. Quizás fuera la arrogancia de los elfos la que los llevó a su destrucción y no la guerra con los no- muertos. Quizás habían tomado demasiado del mundo y había llegado el momento de pagar la deuda.

Volvió a observar a aquel elfo, aquel símbolo de la decadencia de su raza. Sus ropas se apreciaban de buena manufactura, tejido de seda y botas de cuero con sendos adornos en las solapas. Unos guantes de color azul oscuro cubrían sus manos, que se aferraban a un bastón thalassiano muy común entre los magos del Alto Reino, de color naranja cálido que recordaba a las copas de los árboles del Bosque Canción Eterna. Hacía muchos años que se había marchado, pero aún podía recordar la belleza del bosque. Era como si el atardecer hubiese sido embotellado y pudieras deleitarte con sus colores cálidos y armoniosos durante el tiempo que quisieras.

Sus pensamientos se trasladaron a Mythanar. Él había sido el primer Sin'dorei con el que se había cruzado desde su destierro de Quel'thalas. Había oído en qué consistía la transformación, saciar la sed de magia con cristales que contenían el Fel, la más pura de las energías mágicas, aquella que utilizaban los demonios de la Legion Ardiente y sus seguidores. La contaminación era clara en aquellos que decidían hacerlo, pues sus ojos pasaban del color azul al verde. Para ella, ese color se había convertido en el indicador de la codicia, del negacionismo. Sin embargo, Mythanar no parecía así. Siquiera parecía haber pasado mucho tiempo en Quel'thalas por cómo se comportaba.

[Fanfic Warcraft] El demonólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora