MAGGY
No me detendré a contar a detalle cómo Bucky y Sam derrotaron a los Flagsmashers en Nueva York. Sólo diré que no lo hicieron solos. Tuvieron ayuda de Sharon, de mí, y aunque me cueste creerlo, de Jhon Walker.
Carli murió. Intentó matar a Sam, pero Sharon fue más rápida y acabó con ella.
Los pocos Flagsmashers que aún quedaban fueron detenidos por Bucky y Walker, pero fueron asesinados por una misteriosa explosión cuando iban rumbo a prisión. Creo que de alguna forma y sin que supiésemos cómo, Zemo seguía siendo parte del juego.
Pero esa noche también tuvo cosas buenas. Sam luchó con su nuevo traje -¡con alas y todo!-, diseñado y fabricado en Wakanda, y junto al escudo tomó finalmente el manto de Capitán América que Steve había dejado para él.
La gente lo vio luchar y defender a los inocentes, a quienes necesitaban la ayuda. Sé que eso no lo olvidarán.
Había pasado más de una semana de eso, y ahora Bucky y yo recorríamos un camino rural a las afueras de Nueva York.
—¿Me dirás a dónde vamos?
—Que no, Maggy. Es una sorpresa.
Amaba las sorpresa porque eran eso, sorpresas. Pero también las odiaba por la ansiedad que me provocaban.
Finalmente, Bucky se salió de la carretera principal, tomando un camino alternativo que se adentraba al bosque. Poco a poco vi que nos acercábamos a una casa. Una casa bonita, como una cabaña. Había un lago detrás y el día soleado hacía que todo el paisaje luciera precioso.
Nos bajamos del auto. Bucky tomó mi mano y rodeamos la casa. Allí nos esperaba una plataforma rara y un panel de control con computadoras, teclados y más cosas que no entendí. Sam estaba ahí, y también un hombre alto, grande y verde que reconocí de inmediato.
—¿Eres Hulk? —pregunté, atónita.
Él sonrió y movió la cabeza.
—Soy un híbrido ahora, así que puedes llamarme Bruce.
—Oh, encantada de conocerlo, Bruce.
—Igualmente, Maggy. Los trajes están listos —dijo, mirando a Bucky—. Ajustaré los parámetros mientras se arreglan.
Bucky tomó dos maletines y se alejó hacia la casa.
—Vamos, Maggy.
Lo seguí, aún sin entender qué ocurría.
—¿No hay nadie aquí? —pregunté.
—No, sólo nosotros. Este es tuyo. Primero debes ponerte la ropa que hay debajo, el traje blanco debes ponértelo encima, ¿sí?
—Bucky pero, ¿qué es todo esto?
—Con estos trajes y el panel cuántico de allá afuera, podrás despedirte de Steve como mereces.
—Voy... ¿voy a poder...?
—Viajar en el tiempo. Sí.
—¿Sola?
—No, iremos juntos.
Eso me tranquilizó. Ver a Steve de nuevo, poder abrazarlo, darle las gracias y... despedirme. Todo sonaba a demasiadas emociones al mismo tiempo, sobrecargando mi cuerpo. Pero si Bucky estaba a mi lado, todo iría bien.
—¿Estás lista? —preguntó Bucky diez minutos después, ya sobre la plataforma.
—Lista.
—Volverán en diez segundos —dijo Bruce.
3...
2...
1...
Mi cuerpo se encogió tan rápido que no alcancé a reaccionar. De pronto me encontraba flotando, volando, viajando o navegando -como quieran llamarle- por una especie de red de energía. Yo no hice nada, simplemente me dejé llevar por la corriente, con Bucky a mi lado sosteniendo fuertemente mi mano.
—Vamos llegando —dijo por el comunicador, y dos segundos después, estábamos de pie en medio de un parque de Brooklyn.
Los trajes de nanotecnología desaparecieron y Bucky y yo quedamos con la ropa que nos habíamos puesto, clásica de los años 40. Él llevaba un traje semi formal de color gris, y yo un vestido hasta la rodilla de color verde oscuro.
—Siento que vamos a una fiesta de disfraces —murmuré, mirando a mi alrededor. Nueva York lucía mucho más diferente a la ciudad que yo conocía. Aunque... pensándolo bien.. sólo había aumentado la cantidad de edificios y las luces en ellos. Las calles en sí eran las mismas.
Bucky y yo caminamos del brazo hasta un vecindario cercano, muy bonito.
—Esa es —dijo, apuntando la casa 202.
Me mordí el labio mientras me acercaba. Estaba tan nerviosa. ¿Y si Steve no quería verme, después de todo?
Las manos me sudaban cuando toqué el timbre de la puerta.
Y esperé.
Hasta que a puerta se abrió y una mujer apareció. Peggy.
—¿Sí?
—Buenas tardes, uh... ¿Está Steve?
—¿Quién lo necesita?
—Uhm... una amiga.
Peggy me miró con una ceja levantada y moví la cabeza.
—No esa clase de amiga. Soy... alguien que conoció en otro tiempo, por decirlo así. Me llamo Maggy.
—Oh... —Peggy no ocultó su sorpresa, pero finalmente sonrió. ¿Acaso Steve le habló de mi y reconoció mi nombre?—. ¡Steve! ¡Steve, cariño, ven acá!
Escuché pasos de alguien bajando una escalera.
—¿Qué ocurre?
Era su voz.
No podía creerlo.
Comencé a llorar incluso antes de verlo, y cuando el borroso rostro de Steve apareció, me lancé sobre él, abrazándolo.
—Peggy, ¿qué...? ¡¿Maggy?!
—Te extrañé —susurré, apretándolo tanto que si hubiese sido un humano común y corriente, le habría hecho daño. Entonces él reaccionó, envolvió sus brazos en mi cintura y me levantó del suelo.
—Te extrañé también —susurró en mi oído, y pude notar la emoción en su voz.
Lucía igual a como lo recordaba. Alto, musculoso, con el cabello rubio correctamente peinado, y una sonrisa tan amable y cariñosa que quise abrazarlo por siempre. Cuando me aparté me limpié las lágrimas y los miré apenada.
—Lo siento. Yo...
—No tienes que explicarte —dijo Peggy de forma amable—. Los dejaré para que hablen, están en su casa. Qué bueno volver a verte, Bucky.
—Lo mismo digo —dijo él acercándose.
Steve entonces nos miró preocupado.
—¿Ocurre algo? ¿Debo... volver?