CAPÍTULO VII. EL PEOR DE LOS ENCUENTROS

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-Si quiere saber mi opinión, está completamente equivocada.
Fue lo que Marvin Phillips le dijo a Lynn. Lo había citado en su casa una hora antes de que ella partiera a su trabajo. El psicológico tenía una tirita en el puente de la nariz y llevaba puestos unos lentes oscuros para el sol. No demoró tanto en llegar, pero Lynn quería que llegara lo más rápido posible.

-Y usted cree que sea algún transtorno o algo.
-De ninguna manera. Es algo normal que sucede en todas las familias pequeñas, y la suya no es la excepción.

No era la persona que Lynn pensaba. La persona que ella pensaba si tenía el mismo nombre, pero afortunadamente no era él. En los años de su juventud, un muchacho llamado Marvin era de los alumnos más retraídos y molestos que podía haber. Padecía de déficit de atención y eso le causaba que fuera demasiado hiperactivo. Sus padres creían que los golpes lo solucionarían todo, pero solo causaba que sufriera de más hiperactividad. Lynn lo odiaba, y daba gracias a dios de que no se trataba de ese niño.

-Entonces, ¿qué puedo hacer?
-Normalmente ofrezco mejores comentarios cuando tengo a la pareja junta, pero dado a que su esposo no está, le aconsejo que hable con él. No importa si llega cansado o molesto como me lo acaba de comentar, haga que la escuche, y si no hay ningún resultado llevelo conmigo.
-Esta bien, lo intentaré.
-No lo intente, hagalo.
Lynn asintió.
-Y sobre su hija...
Lynn sintió un escalofrío que le recorría por toda la espalda. Por algún extraño motivo sentía que algo pasaría en los próximos diez segundos.
-Es ella- le entregó una fotografía de Jacqueline.
-Oh.
Aparentaba no conocerla, y ella aparentaba que nunca le había dicho quién era él.
-Es... Muy bonita.
-Gr- gracias.
Marvin dejó el marco a un lado de él y miró a Lynn, quién, al entregarle la foto, sudaba.
-¿Le pasa algo?
-No, nada.- Dijo estirando el cuello de su blusa.
-La veo algo nerviosa.
-¿Nerviosa? No, estoy bien.
-¿Segura? Porque parece...
-Oh, mire la hora, debo irme al trabajo. Si gusta que lo acompañe a la puerta...
Se puso de pie y se dirigió a la salida. Marvin la siguió.
-Si necesita algo mas, llameme.
Le guiñó un ojo.
-Si, hasta pronto.
Cerró la puerta de golpe y se recargó en ella. Estuvo cerca, decía agitada. Demasiado cerca.
Tenía el presentimiento que pudiera hacerle daño, como le sucedió a
(Helena)
una mujer en un programa de televisión que ella vio la semana pasada. Pero afortunadamente no sucedió nada.

Lynn trabajaba como cocinera, pero no era chef, cocinaba para los presos que habían sido detenidos y para gente de otros países que visitaban otro lugar que estaba ligado donde ella trabajaba. Un sindicato. Llevaba 5 años haciéndolo y en seis meses cumpliría otro año más. Cada año aumentaban su sueldo, y cada fin de año también. Antes de entrar, solía vender perfumes y joyería, pero no vendía bien. No acabó la universidad, se había quedado a mediados de curso, ya que la carrera que había elegido comenzaba a aburrirle y salió por decisión unánime. Durante los primeros dias, estaba completamente sola y no conocía a nadie, pero cierto día su jefa se había molestado e hizo un comentario a espaldas de ella, lo que provocó que más cocineras rieran. Años más tarde olvidó que trabajaba y que sólo iba a divertirse.

2
Por otra parte, Alex se dirigía a la casa de Lynn para ir por Jeff, pero no sabía que los fines de semana trabajaba hasta tarde. No podía pensar en otra cosa mas que en ese hombre. Siempre fue así, un hombre sin emociones y demasiado histérico. Cuando era niño solía escribir y dibujar los nombres de las personas que más odiaba y las imaginaba estar dentro de jaulas con algún animal salvaje. También soñaba algo parecido, salvo que ahora él era quien los atormentaba mientras tranquilamente permanecía de pie observándolos. Y era extraño, pues la mayoría de sus sueños se cumplía. No como él los veía, ya que eso seria brutal incluso para él, sino en alguna situación menos violenta.
Ese día había dejado su vestimenta típica y vistió como una persona normal. Llevaba una camisa blanca con una estrella en blanco y negro y en el centro una calavera que tenía detalles como venas y a color. Dejó las cadenas y sus ropas de cuero y uso jeans azules y tenis negros. En un bolsillo llevaba un cúter, y en otro una cinta adhesiva.
Estaba a tres calles de llegar, cuando vio que a lo lejos había un hombre con lentes para el sol. No lo pensó mucho y se escondió detrás de unas bolsas de basura que estaban a su izquierda. Introdujo su mano en el bolsillo y sacó el cúter, presionó hacia arriba para sacar la navaja y esperó a que el hombre llegara. Cuando ya estaba demasiado cerca, Alex lo sorprendió.

-Dame todo lo que tengas.
-Oye, oye, tranquilo.
-Callate y dame lo que tengas.
-Esta bien, esta bien, pero baja eso.
Metió su mano en el bolsillo del traje y sacó un reloj. Acercó su puño para dárselo pero en un movimiento rápido tomó la mano de Alex donde tenía el cúter. La giró y la punta de la cuchilla quedó clavado en el antebrazo. Cayó al suelo.

-No, hoy no será tu día.
Esas palabras le recordaron a Jeff. Tuvo un recuerdo donde lo dejó boca abajo y estiraba de su brazos. De pronto tomó el cúter y estiró de él. Una gota de sangre le escurría, pero después ya no sintió dolor.

-Te arrepentirás, maldito.
-Ah sí, no lo creo.
-¡Te mataré, Jeff!
Corrió hacia él, pero este se hizo a un lado y Alex volvió a caer.
-No me llamo Jeff. Soy Marvin Phillips, psicólogo.
-¿Psicólogo?- dijo levantándose, no lo pareces.
-Ya me lo han dicho.
Alex recobraba su tranquilidad.
-Y dime, ¿vives por aquí?- preguntó Marvin.
-Algo así.
-Bueno, yo venía de salida pero ahora me has detenido.
-¿De dónde salía?
-Una mujer me citó en su casa, tiene problemas con su esposo.
-Ya veo.
-¿Y usted hacia dónde va?
-A por un hombre.
-De ese tal Jeff, cierto.
-Sí, ese mismo.
-¿Qué le hizo?
Alex comenzó a decírselo, estaba claro que Marvin no había sentido temor de él. Después de la golpiza en casa de Helena ya no podía esperar nada de nadie.
-Vaya, no puedo creerlo.
-Y he soñado con acabar con él.
-¿No cree que está exagerando un poco? Digo, usted lo inició todo.
-No importa, lo que yo quiero...
-¡Oigan! ¿Quienes son ustedes?
Gritó una mujer desde la casa que tenían en frente. Alex y Marvin voltearon al mismo tiempo y se retiraron de ahí. El psicólogo lo invitó a tomar un café, ahí estarían mas cómodos con su conversación.
Al llegar, ambos tomaron asiento y hablaron en voz baja.

-Bien, continúe.
-Verá, una mujer me contrató para seguir a su esposo. Me pagó buen dinero pero después se acobardó y decidí ir por mi cuenta.
-Entonces... Dice que es investigador.
-Así es.
-Es interesante lo que me dice, yo tuve un problema con un hombre también. Se interpuso cuando estaba con una mujer.
-¿Fue el esposo?- dio un trago al café.
-No lo sé, tal vez. Pero por eso...- se quitó los lentes-, tengo estos moretones.
-Creo que ambos tenemos cuentas pendientes.
-Sí, y quisiera terminar de hacer lo que debí hacer con ella.
-Oiga- Alex miró en derredor y bajó más la voz-, usted quiere a la mujer, yo al hombre, ¿quisiera trabajar conmigo?
Marvin se rascó la barba, le interesaba la propuesta.
-Suena bien.
-Perfecto, pero tendríamos que estar en contacto de alguna forma. ¿Tiene teléfono?
-Claro, aquí tiene- entregó una tarjeta de presentación.
-Listo, yo lo llamaré.
Una mujer fue a la mesa de los dos hombres con un plato en la mano. Se inclinó y lo entregó.

-Pastel del limón para el señor.
-Gracias- dijo Alex. Al momento de que la mujer se retiraba, le veía las piernas.
-Y esa mujer quien lo contrató, ¿cómo es?
-Se llama Lynn Brigs, y es...
-Espere, acaba de decir Lynn Brigs.
-Sí, ¿por qué?- comió un poco de pastel con un tenedor.
-Porque la mujer que me había citado tiene el mismo nombre. Y tiene problemas con su esposo.
-¿Estamos hablando de la misma?
-¿Cabello largo?
-¿Con mucho maquillaje?
-Es ella- dijeron los dos al unísono
Marvin sonrió y se echó para atrás. Se puso la manos en la nuca y se cruzó de piernas.
-Sabe, la señora Brigs tiene una hija, y no está nada mal.
-¿Cómo es?
-Alta, caucásica, de cabello largo y de grandes ojos.
-Interesante.
Hubo un silencio prolongado.
-Bien, yo ya me tengo que retirar. No se olvide de llamarme. Estaremos en contacto.
Marvin se retiró y dejó al investigador solo con su café y su pastel de limón. Ya era algo oficial, la cordura del psicólogo y la venganza de Alex se volvió un dúo peligroso.

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