Aquí les va una, de mis tantas reflexiones.

138 10 0
                                    

La libertad es cosa de valientes. 

Lo decidimos una madrugada en la que casi perdemos la vida. Cuando algo así te sucede, cuando de verdad piensas que estás viviendo tu último momento entonces lo entiendes. Solo hay dos formas de afrontar la muerte, es quizás la única cosa en este mundo que alberga solo dos opciones. Y no hay más, o te cagas encima o te viene el mayor subidón de energía que hayas tenido en tu vida. 

Nosotros no la temimos, estábamos demasiado congestionados por aquello que considerábamos ser libres, embriagados de adrenalina y atontados, para qué mentir, por alguna droga blanda. Para nosotros la muerte había pasado agitando nuestras ropas como un tren de mercancías que te alborota el pelo cuando te pones demasiado cerca de la vía, y al hacerlo comprendimos que la libertad no era un concepto definido, sino una masa a la que se intentaba imponer moldes que destrozaban totalmente su autonomía. 

La gente intenta definir lo indefinible, necesita sentir que puede embotellar el mismísimo aire. Es un mecanismo de defensa, la forma que tienen para dotar de familiaridad a lo que se les escapa de las manos, como un intento absurdo e infantil de tenerlo todo bajo control. Incluso aquellos que aclaman el caos, esos que afirman decir que todo el mundo debería ser libre de elegir un camino, se encargan una vez más de establecer unas normas incluso para aquellos que las rehusan. No son valientes, no son capaces de dejarse llevar y aceptar que la libertad consiste, precisamente, en no poder controlar absolutamente nada ni establecer ningún tipo de conducta, que la verdadera libertad no puede explicarse con palabras porque no es una sino infinita, porque la libertad, esa de la que tanto hablan para violarla y reducirla a burdas migajas para conformistas, no es algo tangible hasta que aprendes que puedes llegar al extremo más peligroso y volver sin más. Que la vida no se acaba por hacer algo poco correcto y que una bronca o una detención no son nada porque siempre se puede seguir adelante. Que la muerte es una etapa y la única que debes evitar es la que muchos tienen en vida. 

Viví aquella noche como una revelación, fue un Big Bang que lo cambiaría todo. Creo que él lo decidió en aquel momento, que comprendió cual era su libertad y las consecuencias que tendría el tiempo en ella. Que al contrario de muchos, no podía luchar contra algo que terminaría por aprisionarlo aunque él no quisiera, que ni sabiendo el secreto que acababa de aprender podría realmente vencer a los años. 

Y esa fue su gran tragedia, supongo, y al mismo tiempo también el inicio de su revolución. 

A veces no sé decir si aquella noche fue buena o mala para nosotros, pero si no la hubiésemos vivido estoy segura de que a día de hoy yo no sería la misma persona.

Rompe y quiebra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora