Los cuatro se dirigían hacia los aurores que estaban más adelante. Uno de ellos, por suerte, era Dora, que después de todo lo ocurrido con Dumbledore había sido una de las primeras en confesar a Madam Bones su implicación con la Orden del Fénix, así como su creencia de que Harry era la persona a la que debían vigilar.
Por ello, tras una evaluación psicológica y un tiempo de descanso, se le permitió volver al cuerpo como una de sus mejores aurores.
Asintiendo a los cuatro, miró a los gemelos -Qué han hecho, tenemos quejas de que han lanzado una explosión en dirección a los civiles-.
Fred resopló -Sólo porque seguían acechando y persiguiendo al querido Harry, aquí, incluso después de que él les dejara claro que debían dejarlo en paz. Al parecer, ser famoso por sobrevivir a tus padres da derecho a los desconocidos a seguir pidiéndote autógrafos, incluso cuando no quieres.
Así que, sí, soltamos una ráfaga con nuestras varitas, pero no fue nada peligroso, sólo ruidoso y con la intención de asustar a la gente. Y así fue-.
Dora asintió ante eso, -Ya veo, así que no salió nada de las varitas, excepto el ruido-.
George asintió, -Así es, auror Tonks-.
Ella asintió, antes de volver con su compañero y aparentemente explicarle lo que le habían dicho. Asintiendo también, ambos se volvieron hacia el grupo de personas que estaban detrás de ellos. El mismo grupo de personas que había estado acosando a Harry para que le diera un autógrafo antes de que los gemelos intervinieran.
Por el aspecto de sus caras, les dieron la reprimenda de su vida por llamar a los aurores por algo que claramente era culpa suya. Las fuerzas del orden estaban para cuando se infringían las leyes (lo cual no había sido tan frecuente desde que Dumbledore había sido puesto entre rejas), pero eso no significaba que los aurores fueran a ser utilizados a cualquier inconveniente.
Sonriendo, los cuatro se dirigieron al Callejón Vanity en cuanto Dora les hizo saber que podían ir.
Los cuatro, bueno Harry, siguió a los tres nacidos de mago hasta el mencionado callejón, comprobando enseguida que las tiendas de ambos lados de la calle estaban bastante vacías, algo que le extrañó, ya que los precios de los alquileres no parecían tan elevados aquí en comparación con el callejón Diagon.
-Esto está tan vacío que no debería ser posible, no con los precios de los alquileres aquí a la mitad de lo que son en Diagon. Quiero decir, ¿no?-.
Fred y George se miraron entre sí, antes de volver a mirar a Harry -Harry, ¿cuánto posees de todo esto?-.
El Potter parpadeó -Todo, creo. Más del 75 por ciento al menos-.
Fred asintió, -Todo esto está vacío porque nunca hiciste una declaración de que estaban disponibles para su alquiler. Y esto no es culpa tuya, no tenías a nadie más para ayudarte con esto. Y si las cosas hubieran sido diferentes, tu padre se habría encargado de esto durante mucho tiempo antes de que se convirtiera en un problema-.
Remus intervino -E incluso si las cosas hubieran ido como antes, si Dumbledore no hubiera inferido, Sirius y yo habríamos estado aquí para encargarnos de esto. Pero, en esencia, esta parte del callejón ha estado vacía durante cerca de dieciséis años, ya que nadie ha sabido nada del propietario-.
Harry parpadeó una vez más -¿Pero no debería haber alguien más que se hiciera cargo mientras yo era menor de edad? ¿Alguien debe tener la supervisión de estos edificios y de la gente que los alquila?-.
Fred asintió -Los duendes, que tienen la costumbre de subir por las nubes los edificios que poseen, incluso temporalmente, lo que, de nuevo, hizo que la gente abandonara los edificios que alquilaban a la familia Potter, porque no dejar de hacerlo acabaría con su negocio sólo por los precios de los alquileres-.
Frunciendo el ceño, Harry miró el único edificio que seguía en funcionamiento, una tienda de camiones y carteras, que según su fachada llevaba en funcionamiento desde 1802. Todos los demás escaparates estaban vacíos, no mostraban nada que indicara siquiera que habían estado en uso últimamente.
Al abrir la puerta de la tienda de camiones, Gulfers e hijos, Harry pudo ver cuando el dueño lo reconoció. Su boca se abrió como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
-Lord Potter, es un placer conocerle-.
El hombre le estrechó la mano, y por un momento Harry temió que se tratara de una de esas personas acosadoras que no sabían cuándo soltar.
Sólo para sorprenderse gratamente cuando el hombre se limitó a estrecharle la mano, inclinó un poco la cabeza y le dio la bienvenida a su pequeña tienda. Le contó un poco de su historia como fabricante de baúles, y de cómo en un tiempo habían sido el lugar de referencia para los baúles de Hogwarts.
Sin embargo, con la muerte de los Potter y la decadencia del Callejón Vanity, la gente ya no acudía a ellos. Por ello, sólo recibían encargos a medida (el baúl de Ojo-Loco se encargó aquí, ya que el antiguo auror había conseguido su baúl de Hogwarts en esta misma tienda) y alguna que otra persona encontraba su pequeña tienda escondida de la calle principal.
-Pero no debo aburrirle con todo eso, qué puedo hacer por usted, Lord Potter-.
Harry esbozó una sonrisa -Quería saber cómo ha cambiado el Callejón Vanity en los últimos quince años y qué tiendas había aquí. Tengo previsto abrir una tienda aquí, y sé que a Fred y George les encantaría tener un edificio más grande para su propia tienda, que yo puedo proporcionar.
Si me informas de lo que solía haber aquí, y si esa gente sigue en el negocio, puede que consiga que se instalen aquí de nuevo. Devolver algo de vida a todos los callejones-.
El señor Gulfurs lo miró con los ojos muy abiertos -Hablas en serio, realmente quieres darle a Vanity otra oportunidad de volver a ser como antes-.
Harry asintió ante esto, haciendo que el hombre le agradeciera con la mirada. El señor Potter estaba seguro de que él y el señor Gulfurs se llevarían increíblemente bien, aunque sólo fuera porque el hombre lo trataba como una persona normal, y como su casero.
-Señor Gulfurs, ¿por qué sigue usted aquí? Todas las demás tiendas están vacías, pero la suya sigue en activo-.
El hombre asintió -Tenía un contrato de larga duración con los Potter, en el que se establecía que sólo debía dejar de pagar el alquiler cuando no encontrara a alguien que se hiciera cargo de mi tienda -(tengo una hija única que quería otra cosa con su vida)- o cuando me retirara repentinamente. Los duendes estaban obligados a ello, y tenían que seguir pidiéndome el mismo precio -(más la inflación)- que habían acordado los Potter.
-Por lo tanto, soy el único en el negocio, ya que un contrato con usted -(ya que todavía era un Potter vivo)- impedía que los duendes subieran los precios del alquiler. Los otros inquilinos, lamentablemente, no tuvieron tanta suerte.
Pero, si estás dispuesto, guardé una dirección de floo de gente que tuvo una tienda aquí hace tiempo. Cuando te hayas instalado bien, puedo dártelas para ver quién estaría dispuesto a volver. Especialmente ahora que hay un Potter aquí de nuevo-.
Harry ladeó la cabeza -¿de nuevo?-.
El hombre asintió, -El Vanity fue diseñada y construida con el dinero de Potter. Cuando tu bisabuela, creo, quería una tienda para vender sus suministros de pociones, pero no le gustaba el Callejón Diagon como fachada. Por eso, su marido, el entonces Lord Potter, construyó este callejón y abrió más oportunidades para gente como yo-.