Capítulo 4: reencuentros

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El resto de la semana transcurrió de manera lenta y tortuosa para Midori. Entre laboratorios, trabajos y clases, no tuvo casi nada de tiempo libre, y los pocos momentos en los que no tenía nada que hacer los pasaba pensando en la llegada de sus antiguos compañeros de instituto. No tenía ningún problema con ver a Atsumu, es más, esperaba verle con ansias, pero Suna... ese era otro caso.

No sabía cómo iba a reaccionar cuando le viera, si iba a ser un reencuentro amistoso, si iba a ser seco, o si la iba a ignorar directamente. Conociéndole, seguramente le mostraría la fachada que enseñaba a todo el mundo, la de un chico pasota y aburrido, cuando en realidad ella sabía que no tenía nada que ver con eso, que le importaba demasiado la gente a la que quería y era bastante divertido. Le echaba de menos.

-Oye, Rin...¿Podemos hablar?- la voz de Midori sonaba temblorosa. El chico se limitó a asentir, mientras se ponía la camiseta y se arreglaba el pelo- Yo...No creo que debamos seguir quedando.

Él se limitó a quedarse muy quieto y a mirarla fijamente, sin decir una palabra. Sabía que esa conversación iba a llegar en un momento u otro. Como no dijo nada, Midori siguió hablando.

-Es que siento como que te estoy usando para olvidar a Takeshi. Y tú eres más que eso. No sé, igual en un tiempo podemos darnos otra oportunidad.

¿Era cierto que Midori no había superado a su ex novio? Para nada. La realidad es que se estaba pillando hasta las trancas de su amigo, y le daba mucho, pero que mucho miedo, porque no quería que todo acabara como su anterior relación. La mejor solución que se le había ocurrido para arreglar eso era cortar por lo sano, aunque no quisiera hacerlo por nada del mundo. Los meses que había pasado con Suna habían sido de los mejores de su vida, y aún si dejaban esa relación física que tenían, no quería perderlo como amigo. La chica, abrazada a uno de los cojines de su cama, esperaba la respuesta de Suna.

-Mira, lo que tú digas, no tengo ganas de discutir- el joven terminó de ponerse su ropa y cogió su mochila, que había quedado tirada en una esquina de la habitación de Midori-. Solo que no esperes que podamos ser súper amigos de ahora en adelante.

Dicho esto, Suna salió del cuarto, dejando a Midori, todavía sentada en la cama, sollozando de la impotencia. Lo que ella no vio, sin embargo, fue el reguero de lágrimas en la cara del chico mientras salía de la casa.

Miyas y compañía <3

Atsumu :))

ya estamos!!   20:42

UBICACIÓN     20:43

Osamu (*o*)

tened cuidado   20:43

que no queremos carteras desaparecidas

ni comas etílicos     20:44

@atsumu que nos conocemos     20:44

genial!! en 15 min estoy!   20:50

@osamu adoro JAJAJAJAJAJA 20:50

Midori sonrió al ver los mensajes de su gemelo favorito, que poco a poco se iba comportando más como una madre. Por fin había llegado el día de ver a sus amigos después de lo que a ella le había parecido una eternidad. Esperando al tren, era incapaz de esconder su emoción e impaciencia. Seguía sin saber cómo iba a ser su reencuentro con Suna, y se preparó mentalmente para algo bastante incómodo.

Dos trenes y un rato después, la chica llegó a la ubicación que le había enviado Atsumu. Se trataba de un edificio de dormitorios que utilizaban los deportistas cuando tenían que acudir a algún evento en Tokio. No estaba excesivamente lejos de su apartamento, pero como tenía que coger el transporte público para llegar, no fue un trayecto muy corto. En la entrada esperaban los dos chicos, bien abrigados y con las manos en los bolsillos, y todavía con sus bolsas colgadas del hombro.

-¡Hola!- Midori se acercó a ellos agitando el brazo por encima de su cabeza para saludarles, y cuando llegó a su altura, Atsumu la envolvió en un cálido abrazo y la levantó del suelo con facilidad- ¡Será posible! ¡Bájame, pedazo de bruto!

Aunque parecía que se estaba quejando, la chica no estaba para nada a disgusto. Se alegraba tantísimo de ver a su amigo...

-¿Has crecido en este tiempo?- preguntó Midori, pues había notado al chico más corpulento de lo que recordaba.

-No que yo sepa- respondió Atsumu, dejándola en el suelo-. Solo que tú estás cada día más enana-dijo, ganándose un codazo por parte de Midori.

-Que no te engañe, desde que Osamu se ha puesto a cocinar más, este está comiendo como un cerdo, se está poniendo gordo- estas palabras vinieron de Suna, quien estaba al lado de Atsumu y no había dicho ni una sola palabra hasta ese entonces- . Hola, Midori.

-Hola, Rin- no quería sonar seca ni borde, simplemente no sabía qué más decir. Se quedaron mirando por un segundo, y Midori detectó un brillo inusual en los ojos del chico. La chica no sabía si su amigo todavía sentía algo por ella, no había hablado con los gemelos del tema, y mucho menos con él. Secretamente, ella esperaba que Suna conservara algo de interés por ella, aunque sabía que era prácticamente imposible empezar nada con él.

-Bueeeno, señores emotivos- Atsumu fue el único que rompió el silencio, que empezaba a tornarse incómodo-. Nosotros tenemos que entrar a dejar las cosas y a dormir, que mañana madrugamos. Aunque, si durante la semana nos echas tanto de menos que no te puedas aguantar, puedes venir a vernos cuando quieras, guapetona.

Esto último lo dijo con un guiño, que Midori le devolvió, y que sabía que no iba con segundas intenciones. Antes de despedirse, ella les propuso el plan de su compañera de piso, salir algún día por la noche a cualquier discoteca de la zona. Suna se limitó a mirarla con el ceño fruncido, y eso provocó que Midori deseara no haber dicho nada. Sin embargo, a su otro amigo se le iluminó la cara.

-¡Obvio que queremos salir!- le puso la mano en el hombro a su compañero de equipo- Tú avísanos y salimos a pillarnos un buen pedo.

La chica rio y se despidió de los chicos con una sonrisa. Era genial volver a verles, era como si un trocito de casa hubiera venido a Tokio. De camino a su apartamento, no pudo evitar darle vueltas a la reacción de Suna al verla. No le había dicho más de dos frases, y no sabía como descifrar la mirada que le había echado al saludarla. Ella no había podido evitar fijarse en las manchas oscuras debajo de sus ojos, y se preguntó si estaría durmiendo bien. La salud mental del chico no había estado para tirar cohetes cuando estaban "juntos" o lo que quiera que fuera aquello, y Midori esperó que no hubiera ido a peor.

Ya casi en la puerta de su casa, sacudió la cabeza para intentar apartar toda esa nube de pensamientos de su mente. Estaba lo suficientemente agobiada con la universidad como para meterse en más líos. 

Aún así, tenía una espinita clavada en el corazón, una espina a la que ella cariñosamente llamaba Sunarin.




¿Volvemos a la fiesta? || 2a parte de &quot;Solo vine a la fiesta por...&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora