La razón

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Goh estaba en la estación de tren, esperando a que el tren llegara al andén. Mientras tanto, miraba de un lado a otro, observando a los chicos que se agolpaban más adelante. Había tal felicidad entre los chicos que Goh sintió que si intentaba coger el aire y lo guardaba en una cajita, si lo escuchaba atentamente, oiría un sonido de risas tintineantes y guardaría el recuerdo de ese día durante mucho, mucho tiempo. El recuerdo de un día que, aunque se repetía cuatro veces al año, se sentía diferente cada vez, como si fuera algo que se estrenara, completamente brillante y nuevo. 

Después de un rato más observando a sus compañeros de curso, se dio cuenta de que faltaba una persona. Una persona bastante importante. Empezó a mirar por todos lados, y la encontró hablando con su compañero, Tokio, con el cual mantenía una animada conversación.

-Eh, Satoshi, Tokio, el tren está a punto de llegar y estamos un poco lejos. Si no nos preparamos ahora y esperamos cerca del andén, nos quitarán los mejores sitios. Y no queremos que eso pase, ¿verdad? - dijo Goh.

-¡Pues claro que no! - respondió alarmado Satoshi.

Su cara era como un libro abierto en el que Goh podía leer la emoción que sentía él a cada momento. Lo miró con una ternura infinita, que por suerte Satoshi no notó. De repente, sintió esa especie de nudo en el estómago que tantas veces a lo largo de el curso anterior había experimentado. Y como todas las otras veces, Goh se volvió a preguntar cuando había empezado a sentir eso. La verdad era que se acordaba perfectamente. Y los recuerdos invadieron de nuevo su pensamiento.

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Estaban en una excursión escolar organizada a mediados de invierno en una montaña cercana al internado al que acudían. A pesar de que el clima allí no solía ser muy frío, ese día lo era. La mañana pasó especialmente rápida, ya que no hicieron más que jugar entre ellos, formar corritos y hablar... A pesar de que se suponía que estaban allí para estudiar el comportamiento de las golondrinas cuando cambian los patrones climáticos, a nadie le importaba. Al fin y al cabo, estaban de excursión, ¿no?

Por la tarde, ya de regreso al internado, Goh y Satoshi se quedaron a la cola de todos hablando sobre trivialidades de la vida. Estaban tan ensimismados en su conversación que al final perdieron de vista al grupo durante unos veinte minutos, en los cuales Goh perdió los nervios y entró en pánico, diciendo que se habían perdido y que no iban a regresar. Pero después, Satoshi tomó la iniciativa y terminaron buscando en el camino que se bifurcaba hacia la derecha.

Durante unos minutos eternos, la búsqueda era monótona y aburrida, pero qué se le iba a hacer, las búsquedas eran así. Pero Goh tropezó y cayó hacia un agujero considerablemente grande en la tierra. Satoshi consiguió cogerle la mano y hacer que no acabase dentro de ese agujero que estaba negro como el carbón. En ese momento, Goh lo miró a los ojos y suspiro aliviado.

Después, acabaron encontrando a su grupo. Resultaba que ellos habían seguido adelante y el grupo había girado a la derecha para observar de cerca unos nidos de petirrojos muy peculiares y extravagantes.

Durante todo el camino de vuelta, no hablaron más, y reinó en torno a ellos un silencio sepulcral. Para cuando llegaron, sus compañeros ya les habían dicho lo suficiente que eran bastante patosos y despistados. Desde ese momento en el que lo miró a los ojos y por primera vez, vio como pasaban por su cara, fugaces como el viento y todo seguido, el miedo, el alivio y la alegría, y pudo observarlo muy bien, Goh supo que ya nada iba a volver a ser como antes.

Después de un rato más perdido en sus pensamientos, una voz lo sacó de su ensoñación. Una mano se agitaba delante de su rostro. Era la de Satoshi. 

-Goh, Gooh, Goooh, ¿estas ahí? 

-Sí, ¿pero es que ahora nadie puede pensar? 

-Pues claro que si, pero es que ya se oye el tren y, como tú has dicho, no queremos que nos quiten los asientos, ¿verdad? 

-¡Pues claro!

Cuando ya estaban sentados en sus asientos Goh se permitió mirar más detenidamente a Satoshi. Este estaba leyendo una revista y no se dió cuenta de ello. El viaje, como siempre, fue un poco aburrido, pero eso ya lo sabían todos de sobra. Por eso cada uno de ellos se llevaba un libro, o una revista, o bien un reproductor de música. Mientras Goh escuchaba una de sus canciones favoritas, se dejó llevar, y no se dio cuenta de que había unos ojos que lo observaban con la misma ternura que él había mostrado antes.


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Bueno, pues esta es mi primer one-shot. Después de mucho pensar, varias noches de escritura y superar mi timidez a publicarlo, aquí está. 
Este one-shot se lo dedico a todos mis amigos, que me dijeron que lo publicara y no tuviera miedo. 

                                                                                                                                                             -Ginny Skywalker off

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