Capítulo 31.

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ALAN THOMPSON

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ALAN THOMPSON

(***)

Mentiras caídas.

Me sentía muy culpable por haberle mentido a Dylan. Claro que hablé con Camila sobre seguir con la farsa de que nosotros éramos pareja. Pero al final no quedamos en nada. Ella me juró que hablaría con sus padres, pero cada día se hacía más larga la espera de que ella cogiera el valor de decir la verdad. Y me sentía tonto que, cada vez que ella me pedía fingir una cena con sus padres, yo tenía que inventar cualquier excusa para que Dylan no se enterara.

El trabajo estaba bien. Brady me dijo que, en vacaciones, el establecimiento cerraba pues la mayoría de sus trabajadores eran estudiantes y el señor Smith tenía la costumbre de darle vacaciones para que fueran a sus casas. Yo llevaba trabajando ahí cerca de un mes y el dueño me había tratado muy bien, los compañeros también y el pago era mil veces mejor que en mi anterior trabajo.

Dylan me tomó de la mano mientras estábamos en el aeropuerto. No sé si lo hizo por miedo a que me robaran o para darme fortaleza al enfrentarnos con su mamá. Me gustaba pensar lo segundo.

No era la primera vez que andábamos con los dedos entrelazados en medio de un gran sitio repleto de personas, sin embargo, se me hacía extraño y espectacular que él hiciera eso. Me había acostumbrado tanto a esas mariposas en mi estómago que sabría que moriría si un día me llegaban a faltar.

Es que él era tan guapo. Él era lo que siempre soñé y nunca creí llegar a tener por mucho que lo pudiera merecer. Era un sentimiento renovado. Nunca antes había tenido un romance como aquel. Me hubiera gustado haberlo experimentado cuando era más joven, en aquel pueblo, cuando las pesadillas no me atormentaban, cuando era un muchacho que no le preocupaba que alguien lo estuviera buscando. Cuando no era tan pesimista con la idea de que un día se acabaría.

Estoy seguro que no cambiaría nada de mi amor con Dylan. Pero me llegaba el deseo de haber disfrutado más en el colegio, que Dylan hubieran sido mi novio y haber podido caminar por los pasillos de su mano y no estar tan enterrados en nuestros miedos.

La madre de Dylan ya nos esperaba y sentí que un millón de hormigas me recorrieron el cuerpo. Sabía que a esa mujer yo no le caía bien, me lo hizo saber desde el primer momento. Dylan me dijo que si yo no quería que no fuera, pero me pareció una falta de educación no ir.

—Hola, mamá. —Dylan me soltó para poder abrazar a gusto a su madre y ella lo recibió con la misma fuerza. Ella se volteó hacia mí y también me ofreció un abrazo.

—¡Qué bueno que hayan venido!

—¿Estás segura de que te quieres ir? —Pude notar que había debilidad en la voz de Dylan. A su madre se le llenaron de lagrimas los ojos y le agarró con fuerza la mano a mi novio—. ¿Si lo pensaste bien?

          

—Sí, mijo —ella se le quebró la voz y no se resistió a darle otro abrazo fuerte—. Ya no puedo quedarme más. Necesito alejarme de todo esto, pensar bien las cosas y ya veré qué hago.

—¿Te vas con tu novio? —Esa pregunta pareció sorprenderla, pero la intensión de Dylan no era la de sacarle en cara aquello.

—Sí —admitió—. Juro que volveré.

—Entonces espero lo mejor para ti, mamá. —Él la volvió a abrazar. Se quedaron ahí un buen rato mientras lloraban. Me recordó tanto a cuando me tuve que despedir de mi abue. Por más malentendidos que hubiera habido, ella siempre iba a ser su madre y él la amaba a pesar de las dudas de ella.

Al separarse ella tomó mi mano.

—Cuida a mi niño, ¿vale? —Asentí con una sonrisa. Y se volvió a Dylan—. Mi guitarra la dejé en casa de tu padre, ahora es tuya. Cuídala mucho.

Después de ello, ella nos soltó las manos y se fue.

Pasamos un rato por el centro comercial para distraernos, comimos helado y nos probamos ropa. No compramos nada, pero yo regresaría por una chaqueta con la que Dylan quedaba todo un bombón. Dijo que no le gustaba, mas yo creía que él lo dijo por el precio. Se la daría como sorpresa.

—Has estado escribiendo mucho —dijo. Tenía un brazo alrededor de mis hombros y yo iba comiendo un helado. Yo asentí. Últimamente buscaba un sitio para escribir y no pensar en las cosas que podrían pasar mal. Las palabras que plasmaba eran mi salvación de esos momentos bajos, pero eso Dylan no lo sabía—. No he leído nada. Lo siento.

—¿Qué? —Él tenía los cachetes colorados y la vista alejada. Le di un codazo para que me mirara y no lo hizo. Lo tomé por la barbilla—. No seas tonto, mi amor. No tienes por qué hacer eso. No me importa si no me lees porque sé que me apoyas.

—Pero me siento mal por no hacerlo. —Nos detuvimos. Estábamos afuera, en el estacionamiento. Colocó una de sus manos sobre la mía. Sus manos estaban heladas y, al verlo con detenimiento, me di cuenta de que sus ojeras eran cada vez más oscuras—. Te juro que lo intento, pero no puedo y no son tus libros, porque llevo meses sin poder avanzar con ningún otro.

—No te presiones, ¿vale? —Le besé la mejilla y él cerró los ojos. Por la madrecita de la chingadera, ¿desde cuándo Dylan se veía así? —. Ya llegará el momento en el que vuelvas a tener la motivación.

¿Por qué no me había dado cuenta antes? Parecía que no tenía mucha energía. Era como si le costara hacer fuerza. ¿Serían los entrenamientos los que lo tenían tan cansado? Mi corazón me dio un pinchazo. Se suponía que yo era su pareja, yo debía estar pendiente de él y no dejarlo caer; pero lo había descuidado. Me sentí horrible, me había preocupado tanto por estar bien conmigo mismo, que me olvidé de los demás.

Estaba más delgado.

—Gracias.

—¿Pasa algo que no me estás contando? —Él abrió los ojos, como si hubiera sido descubierto. Metí mis manos por su chaqueta y lo abracé por la cintura—. Sabes que puedes confiar en mí.

—No, no hay nada. —Me besó la frente—. Solo es que me preocupa Nina. No sé, parece que a ella no le está yendo bien esto del caso de que ellos hayan escapado.

—Sí, eso es verdad. —Yo no podía negar que había veces en las que me sentía observado. Tenía miedo de que, de la nada y en un sitio cualquiera, Luis podría atacarme y reclamar todo lo que hice contra él—. Pero ella me contó que ir al psicólogo la ha ayudado demasiado.

—¿Sabías que él le diagnostico depresión y ansiedad? —Asentí. Nina me había contando algo así—. También le dijo que ese miedo que tiene a salir y a sentirse observada, puede ser por ello. Y porque su mente podría estar asociando el salir con todo lo que pasó. Es que debió ser muy traumante ver lo que hizo Luis, yo ni me lo puedo imaginar. Y ahora ellos están afuera. ¿Tú estás bien con lo de Santiago?

DAYLIGHT Ⓓ (#2) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora