Demora (Shion y Manigoldo)

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Dicen que más vale tarde que nunca. Mi fic navideño.

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Shion caminó por el pueblo revisando que no faltara nada. La cena de esa noche era muy especial, no solo porque era Noche Buena, sino porque también sería la primera que pasara con Manigoldo como pareja, pensó sin poder evitar un ligero rubor en sus mejillas. No imaginó llegar a eso con él, pero estaba feliz y quería que todo saliera perfecto. Fue una pena que el Gran Papa lo enviara a una misión tres días atrás.

—Estaré a tiempo para Noche Buena —había prometido Manigoldo antes de salir del Santuario.

Y él tenía fe de así fuera.

El fuego de la vela se extinguió ante el soplo del frío viento que se coló por la ventana en la que Shion estaba sentado observando hacia la entrada del Santuario con la esperanza de ver aparecer a Manigoldo. Un suspiro escapó de su garganta cuando la campanilla del reloj marcó las doce de la noche. La cena se enfriaba en la mesa y Shion observó con aire ausente las estrellas. Tenía que aceptar que no iba a llegar.

Ni siquiera podía enfadarse con él, pensó con resignación. Había tenido una misión de última hora y seguro algo se le atravesó de último, algo normal en esos casos. Shion sabía que él jamás llegaría tarde a propósito. Se levantó del alféizar y cerró la ventana, no tenía caso seguir aguardando. Cubrió cuidadosamente los alimentos y se aseguró de que no hubiese quedado nada encendido antes de retirarse a descansar.

Un ruido proveniente de la sala lo despertó poniéndolo en alerta de inmediato. No había sentido ningún cosmos, por lo que trató de mantener la calma. Cuando llegó a la sala se encontró a Manigoldo enciendo la chimenea y no pudo evitar una pequeña sonrisa al recordar que Manigoldo detestaba el frío. Se apoyó en el marco de la puerta y elevó ligeramente su cosmos para llamar su atención.

—No se debe entrar a un templo ajeno sin anunciarse, no sabes si el santo que lo custodia te permita el paso —comentó en broma cuando Manigoldo volteó a verlo.

—¡Bah! —exclamó volviendo a su labor—. Este templo es custodiado por un tierno borreguito —se burló —y es casi como si fuera el mío —agregó sin notar el ceño fruncido de Shion.

—¿Quieres ver que tan tierno es este borrego? —retó Shion cruzándose de brazos.

Manigoldo volvió a mirarlo y lo observó de arriba abajo y una sonrisa pícara atravesó su semblante.

—Mmmhh, claro que quiero, pero después y en tu habitación.

Shion soltó un suspiro resignado y caminó en dirección a su compañero dándole un abrazo por la espalda.

—Creí que no llegarías —dijo cerca de su oído.

—Tuve un pequeño retraso, pero te prometí que aquí estaría, ¿no? —respondió acariciando sus manos y depositando un ligero beso en una de ellas.

Shion agradeció que estuviera de espaldas y no notara su rubor. Todavía no se acostumbraba a ese tipo de muestras de afecto sin que la vergüenza lo invadiera. No era que no le gustaran, sino que no estaba acostumbrado a ellos, pero le encantaban.

—Iré a calentar la cena —respondió antes de incorporarse.

Quería preguntarle como le había ido, pero supuso que era mejor cuando estuvieran cenando, seguro a parte de morir de frío, tenía hambre y ya conocía el carácter de Manigoldo cuando tenía hambre. Era mejor esperar. Pronto tuvo de nuevo la cena lista y la puso en un par de bandejas para llevarlas a la sala. Sonrió al ver a Manigoldo acurrucado frente al fuego mirándolo fijamente.

—Me tardo un poco más y te encuentro dormido —comentó con diversión.

Manigoldo, al ver a Shion entrar a la sala cargando con las bandejas se levantó para ayudarlo sintiendo un poco de culpa por a verlo dejado solo con la cena, aunque también él tenía responsabilidad por no haberlo llamado.

—¿Por qué no me pediste ayuda o me llamaste para ir al comedor? —regañó dejando la bandeja en la mesita de centro y acercándola a la chimenea.

—Porque no la necesitaba y no nos hará daño cenar en la sala —respondió rodando los ojos y sentándose en el piso sirviendo para ambos.

Charlaron sobre la misión y lo que había hecho Shion en su ausencia dejando que el tiempo pasara en mutua compañía hasta que se quedaron sin conversación dejando que un cómodo silencio los envolviera mientras observaban el fuego de la chimenea uno al lado del otro envueltos en una manta esperando el amanecer.

Manigoldo tomó calidamente la mano de Shion dejando en ella una pequeña cajita. Shion lo miró con sorpresa y apartó de sí la manta para poder ver lo que había adentro. Manigoldo apartó la vista con el rubor tiñendo sus mejillas, lo que causó aún más curiosidad en Shion que era la primera vez que lo veía avergonzarse así.

Miró con sorpresa el anillo que había dentro del estuche. Adornadas con diferentes piedras preciosas, las constelaciones cáncer y aries se enlazaban en un hermoso relieve.

—La razón de mi demora —comenzó Manigoldo sin volver el rostro —es que el orfebre al que le encargué tu regalo no lo tenía y...

—Es hermoso, pero no era necesario yo... —interrumpió Shion sin salir de su asombro.

—Sé que no era necesario —interrumpió—, pero quería dártelo, para que siempre me tengas presente y no importa si no tienes nada para mí, el que me hayas aceptado es suficiente y...

No pudo terminar la frase, Shion lo tomó de los hombros y lo besó, sorprendido al de Cáncer, que no tardó en adueñarse de la situación. Se separaron un momento por falta de aire y se miraron a los ojos.

—Feliz Navidad, Manigoldo.

—Feliz Navidad, Shion.

Se dijeron mutuamente antes de volver a besarse.

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¡Gracias por leer!

Espero que hayan pasado unas felices fiestas en compañía de sus seres queridos.

Miscelánea Saint Seiya. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora