CAPITULO 35

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No podía dejar de caminar de un lado a otro, mis pies se movían de manera incesante, no estaba tranquila. Mi madre se había quedado con Galia esperando cualquier novedad para ir en su apoyo y yo, como la única mujer libre tenía la tarea de comunicar la noticia a Licinius. Mi corazón estaba apretujado porque se alguna manera sentía que ambos no merecían aquello, si bien Galia había sido una hermana distante ahora no lo era y que decir de su marido, un hombre cabal siempre ávido por apoyar que en tan solo unos cuantos meses se había ganado el aprecio de mi padre y el respeto de Maximilian quien sabia, también lo apreciaba.

Galia parecía estar en otra faceta, yo tenia en cuenta que había tomado decisiones incorrectas, pero después de su boda las Licinias habían interferido demasiado en su modo de ser, pues eran conocidas por ser mujeres de mucho respeto y matronas por excelencia, no quería que mi hermana fuera menospreciada por ellas ante esta perdida, mucho mas porque era una chica joven, que no debería estar sufriendo aquello.

—Te lo he dicho Licinius, el senado cada día tambalea más. Me dan pena, cuando Adrianus hace algo bueno lo aplauden y van tras el oliéndolo como si fueran perros falderos, cuando hace algo mal, callan y parecen ciegos, sin anteponer el poder del segundo órgano más importante de Roma—Escuché a mi padre entrar a la casa y entonces la saliva pareció abandonar mi boca.

¿Qué iba a decirle?

—Gia, pareces haber visto un fantasma—Exclamó mi padre mirándome con detenimiento y acercándose para analizar mis mejillas, Licinius también me miro un poco consternado por lo que di por hecho que no se había encontrado con los esclavos o pasado por el mercado. Ambos parecían desconocer por completo las malas nuevas que agobiaban a la familia.

—No debe preocuparse suegro, Gia ha pasado por mucho, me preocuparía mirarla siempre fresca, porque entonces podría pensar que mi hermana no es mortal—Quise poder regalarle una sonrisa, pero no pude, le mire directamente a esos ojos tan penetrantes que tenia y el entonces cambio su expresión, fue como si con solo mirarlo le hubiera transmitido que algo andaba mal—¿Qué ha pasado? ¿Has recibido noticias del Norte? ¿Tu marido esta bien?

¡Júpiter! ¿Cómo podía siempre estar al pendiente de todo el mundo? Supliqué a Juno me diera la fortaleza para poder colocar en mi boca las palabras correctas y sin mas asentí con la cabeza, no estaba con ese semblante agónico por mi si no por él.

—Licinius, Galia, bueno, ella...—Suspiré intentando relajar mis hombros—Galia, está embarazada.

—¡Pero Gia quita esa cara! ¿Acaso eso no es una magnifica noticia? —Se regocijo mi padre palmeando el hombro de Licinius, si, sin duda, habernos enterado en otro momento hubiera sido motivo de regocijo, pues un hijo de Galia con Licinius sin duda marcaria para siempre la unión de ambas familias.

—Sin duda alguna lo es padre de no ser porque mi hermana acaba de tener un sangrado espontaneo que amenaza su vida y la del bebé—Informé sin mas mirando como Licinius parecía perder el color de su rostro, mi padre casi tiene su misma reacción entonces con un fulgor plagado de preocupación Licinius preguntó que si donde se encontraba, rápidamente se marcho al encuentro de su esposa con lo que parecía ser el alma en un hilo.

—¿Cómo ha pasado esto Gia?

—No lo se padre, la matrona ha dicho que es muy posible que el embarazo no pueda continuar. El medico había aconsejado darle algunas infusiones, pero eso podría poner en riesgo el embarazo mas de lo que ya está, entonces hemos postergado esa decisión cambiando las hiervas por unas menos letales que aconsejo la matrona. Ha dejado de sangrar hace ya varias horas, estaba esperando su regreso para comunicarlo—Expliqué—Con ayuda de Juno regresara en sí porque ahora esta inconsciente.

ARTS AMATORIA (VOL. II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora