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Las fiestas eran muy esperadas en el grupito de amigas que tenía la azabache. Siempre hablaban de los muñecos de nieve que harían, de cómo tratarían de correr sin que se hundan sus pies, de lo rico que comerían. Ahora, habían otros niños que pensaban esas cosas y Hashimoto tenía como objetivo proteger esos pequeños sueños.
Sin embargo, ella sabía que para influir en una persona, debía significar algo en la vida de ellos, le dió vueltas al asunto durante todo el día sin llegar a ninguna respuesta concreta, desconocía su puesto en el corazón de otros y no podía actuar libremente. Se cansó y se resignó a recostarse en su cama.
- Si tan sólo... La vida fuese más sencilla - Suspiró pesadamente mirando el techo. - Qué se le va a hacer - Se dió la vuelta en su cama y se quedó dormida.
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El sol se posó en el cielo azul alumbrando cada casa señalando que era tiempo de despertarse. Mei recibió el mensaje, pero hoy podía dormir hasta tarde, así que se acurrucó y siguió de largo.
«Que satisfactorio» Sonrió ante esa sensación de alivio.
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Fueron las 11:30 cuando sintió que su descanso llegó a su fin. Al levantarse, se preparó un café y disfrutó de su soledad mientras dibujaba círculos en la mesa con su dedo índice.
Luego de ello, salió a hacer las compras. En su camino, vió a muchas parejas, muchos padres y madres con sus hijos, amigos.
«Me pregunto qué estará haciendo Kakashi» El peliplateado no dejaba nunca de estar en la cabeza de Hashimoto.
La fémina quería estar con él hoy, más no tenía el valor para invitarlo y tampoco sabía si era correcto ya que no quería incomodar su relación. Arribó a su casa con pesadez en su cuerpo y limitandose a guardar la comida en el refrigerador y alacena.
Decoró levemente su departamento, pero no encontraba dónde estaba el espíritu, el ánimo de festejar ¿En la nieve? ¿En la comida? ¿En la compañía? No lo sabía, no había nada ni nadie con ella. Se metió en el kotatsu para calentar su cuerpo y apoyó su mentón en la palma de su mano.
