Gruñido (Superbat)

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Para Bruce, ser el único humano normal en un grupo lleno de metahumanos era algo que le molestaba. No solo lo ponía en desventaja la mayoría del tiempo, sino que, además, muy en el fondo, lo hacía sentir en una posición inferior respecto al resto. Ese era un sentimiento que su lado alfa no acaba de aprender a manejar y que, en muchos casos, lo hacía hacer cosas sin pensar y realizar acciones totalmente llevado por un sentimiento de orgullo.

Estaba, por ejemplo, ese momento, en el que se había lanzado a luchar con un villano que, objetivamente, sabía que no podía enfrentar. Lo más razonable habría sido dejar que Superman o Wonder Woman hicieran ese trabajo, pero no, él tenía que ir por delante. Por eso, terminó siendo lanzado al otro lado de la calle y cayendo casi dos pisos. No estaba muerto, al menos el dolor en todo su cuerpo le hizo saber que seguía allí.

Intentó incorporarse en medio de los escombros. Su mano se movió inmediatamente donde tenía una contusión, probablemente un par de costillas rotas y una herida de la cual emanaba sangre como manantial.

—¡B!

¡Qué maravilla! Ahora Superman estaba allí, mirándolo con preocupación, luchando en si acercarse, cogerlo, ayudarlo o a saber qué. Miró de mala gana al omega; lo último que le faltaba era la preocupación y el instinto protector de un omega sobre él ¡Era humillante!

—¿Estás bien? —Lo vio usar sus poderes en él para revisar su cuerpo. Su cara de angustia lo puso aún más molesto —Estás ¡Jesús! Te llevaré a la Atalaya.

El omega se movió en su dirección, pero, en cuanto estuvo lo suficientemente cerca para tocarlo, de lo más profundo del alfa de Bruce reverberó un sonido molesto que se materializó en forma de un gruñido salvaje en contra del otro. Su mirada, su tensión y su lenguaje corporal hicieron el resto para hacer que el omega se detuviera antes de, si quiera, poner un dedo sobre él.

—¿Me acabas de gruñir? —Preguntó Superman sorprendido y casi ofendido por el acto.

Hubo un momento de silencio. El pecho de Bruce seguía vibrando con furia mientras ambos se miraban a los ojos.

—A mí no me vas a gruñir.

Volvió a hacer el mismo sonido de molestia cuando Kal-El pasó sus brazos por detrás de sus hombros y de sus rodillas, sosteniéndolo contra él para volar.

—¡Bájame! —Gruñó por tercera vez..

Sin embargo, ni siquiera pudo moverse, el dolor le hizo doblarse y quedarse quieto en la posición que el omega lo había puesto.

—Gruñe todo lo que quieras, no lo haré.

Y habían alzado en vuelo.

Oh, sí, Clark se aseguraría más tarde de que Alfred se enterara de eso.

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