Carolus Rex

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En una noche agitada, con una tormenta rompiendo la calma, una mujer especial estaba dando a luz un ser especial. El nombre de esta mujer era Ulrica Leonor, reina de todos los suecos. Estaba sobre el suelo, de rodillas y apoyándose con las manos, con la entrepierna sangrando. Pujaba y pujaba, con gemidos de dolor intensos. Sus criadas la atendían, vigilaban que el parto siguiera de manera natural. Y, cuando el estruendo de un relámpago retumbó entre las paredes del palacio, el nuevo príncipe de Suecia acaba de nacer.

Cubrieron al niño con mantas blancas y finas, cortaron el cordón umbilical y dejaron a la madre cargarlo en sus brazos. Cuando la cosa empezó a calmarse, un hombre entró en la alcoba de Ulrica. Este sujeto era su marido y Rey de los suecos, Carlos XI.

-Míralo. Es tan... bello.- Dijo Ulrica, retirando algunas de las sábanas que calentaban al bebé.

-Es igual a ti.- Sonreía Carlos. -Es nuestro primer hijo varón, ¿qué nombre le ponemos?-

-Me gustaría que se llame como tú. Será Carlos, el futuro Rey de toda Suecia.-

Era el séptimo hijo de ese matrimonio, de los cuales sólo sobrevivirían él y sus dos hermanas: Eduviges y Ulrica. Su niñez fue como la de un príncipe cualquiera, se la pasó jugando con su madre y consanguíneas, paseando por el palacio y charlando con algún otro monarca de su edad. Hasta que, a sus seis años, su padre pensó que era hora de hacerlo madurar.

Lo llamó a su alcoba, llena de lujos y finas decoraciones -nada raro para un rey-, para tener una conversación de papá e hijo.

-Carlos. ¿Sabes para qué te llamé aquí?-

-Para nada. ¿Qué necesitas, papá?-

Este se paró frente a las enormes ventanas de la habitación, las abrió y mostró todo el horizonte. Era una vista comprendida por los jardines de la residencia, junto con todas las arboledas y ríos de Estocolmo.

-Un día moriré... y todo esto será tuyo.-

-Exacto. Pero ¿por qué me dices lo obvio?-

-Es hora de que aprendas a ser un líder.- Se dio la vuelta y vio a su hijo a los ojos, con una sonrisa. -Te asignaré tu propia habitación y corte. Mañana empezará tu formación.-

A Carlos se le dio una alcoba personal, junto con lecciones privadas y una corte personal. A su corta edad, ya se había convertido en un erudito. Estudió historia, geografía, religión, idiomas, matemáticas y ciencias políticas. Podía hablar perfectamente más de cuatro idiomas y dirigir un batallón igual que el agua fluyendo por un canal. Era un niño superdotado.

No obstante, no todo fue un camino de rosas. Cuando apenas era un jovencito de 8 años, sus progenitores cayeron enfermos y ningún doctor de toda Suecia lograba encontrar una cura. Pasaron 36 meses y la madre de Carlos ya no podía caminar ni caminar, estaba cada vez peor aún con los intentos de usar la medicina para salvarla.

El 26 de julio de 1693, Ulrica ya aceptó su inevitable destino, iba a enfrentarlo con la cabeza bien en alto. Llamó a sus tres hijos a su habitación, para decirle sus últimas palabras.

-Hijos míos, no tienen por qué traer esas caras.-

Ellos estaban sollozando, deprimidos, apenas y sí lograban mirar a su madre a los ojos.

-Vamos a mirarlo así: Dios decidió que lo voy a visitar al cielo.- Ella se mostró optimista, por el bien de sus criaturitas. -Háganme un favor, ¿quieren?-

-Está bien, mamá.- Dijeron sus 3 hijos, con la mirada baja.

-Usen sus posiciones por el bien de toda Suecia. No sean egoístas, pues Dios les dio la vida para ayudar a los demás.- Posó sus dos dedos sobre la frente de cada una de sus descendencias. -No le crean a los chismosos. Busquen al despreciado y tomen su explicación como real. Y díganle a su padre que sea amable con la gente, en especial con sus enemigos.-

Carolus RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora