13. TE NECESITO

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Cuando desperté por la mañana se me hizo extraño encontrarme en mi cama de toda la vida, pero también me resultó al sumamente familiar. Me levanté, me duché y me vestí dejando a mi hermana en su cama, ya que ella era bastante más dormilona que yo. Al llegar al salón solo estaba Andrey, sentado en el sofá. Se le veía pensativo y cabizbajo. Me acerqué a él y me senté a su lado.

— Buenos días.

— Buenos días — me respondió — tu madre está en la cocina haciendo el desayuno.

— ¿Y tú que haces aquí tan pensativo? — le pregunté.

Por primera vez en muchos días, verle triste y cabizbajo me dolía en el corazón. Yo no quería que mi Andrey estuviera triste, aunque entendía perfectamente que lo estuviera en ese momento.

— Te he echado de menos esta noche, y todas las noches desde que... te fuiste de nuestra habitación.

— Ya lo sé, yo también te he echado de menos.

— ¿Cuándo me vas a perdonar por ese desliz? — me preguntó cogiendo una de mis manos.

— En realidad, ya te he perdonado, pero necesito sentir que puedo volver a confiar en ti.

Andrey cerró los ojos, acercó su nariz a mi cuello y me olió como hacía muchas veces, decía que le gustaba mi olor, que lo ponía a cien olerme. Yo me dejé, en realidad en los últimos días había echado mucho de menos aquel tipo de gestos.

— Podría pasarme toda la eternidad oliéndote — dijo.

Sonreí ante su confesión y girándome hacía su boca, le besé. Sí, fui yo quien le besé, era algo que el cuerpo me estaba pidiendo desde hacía unos días, y aquel me pareció el momento idóneo para hacerlo, así que lo hice. A él pareció pillarle un poco desprevenido aquel beso, pero después, se acomodó girándose hacía mi, puso su mano sobre mi nuca y me comió los labios, luego introdujo su lengua en mi boca e inmediatamente, sentí un agradable cosquilleo entre mis piernas. Oí pasos y luego la voz de mi madre diciendo:

— ¿Queréis desayunar, tortolitos?

Nos separamos casi como si nos hubiéramos quemado y ambos respondimos al unísono:

— Sí.

Mientras desayunábamos mi hermana me pidió:

— ¿Me acompañarás a buscar el vestido de novia?

— Por supuesto — le dije — ¿Cuándo tienes que ir?

— Esta tarde. ¿Nos puedes llevar tú? — Le preguntó a Andrey.

— Claro — aceptó él.

Yo había terminado de desayunar ya, así que me levanté de la silla diciendo:

— Bueno, ahora me voy a ver a Katia y a Anastasia.

— ¿Quieres que te acompañe? — se ofreció Andrey.

— No, no hace falta. Además tenemos un montón de cosas que contarnos.

— Entonces iré a pasar la mañana con mis padres — anunció.

— Muy bien.

Le di un suave beso en los labios y me despedí de todos.

—¡Irinaaaa! — gritó Anastasia al verme.

Por fin estábamos de nuevo juntas, felices las tres. Nos abrazamos en un abrazo de esos de grupo, las tres. Yo estaba emocionada, muy emocionada. Todos aquellos meses separadas, lejos de ellas, sin poder contarles mis cosas, habían sido duros.

A TI TE ENTREGARÉ TODO LO QUE SOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora