Capítulo 20

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Diciembre para mí era un mes repleto de cumpleaños y no solo de festividades. Empezando por la segunda semana del mes hasta el final de este, cerrando con el cumpleaños de Sabrina el treinta y uno y como también celebramos fin de año teníamos que organizarnos mejor que en cualquier otra ocasión y nos teníamos que esmerar un poquito más. Por lo que no me sorprendió ver apenas desperté que Lionel nos había agregado a un nuevo grupo en el que excluyó a nuestra amiga además de bombardearnos con mensajes que decían poco y nada en realidad porque la mayoría de ellos eran dudas existenciales que de pronto él tenía.

—Lio ya enloqueció—me comentó Matías pasándome una taza para que pudiera servirme café—. Amo todo su entusiasmo, pero no tan temprano. Necesito café para coordinar.

Hice una media sonrisa.

—Opino exactamente igual, por eso no le respondí.

Me llevé una mano a la boca, cubriéndola mientras sin querer bostezaba haciendo más que evidente mi cansancio. Aun no me adaptaba del todo al turno de noche o tal vez solo me agotaba más.

—¿Estás durmiendo bien?

—Lo intentó— dije volviendo a bostezar.

Matu no me respondió de inmediato, se quedó en silencio un momento en el que lo vi mordisquearse los labios—lo hacía siempre que algo lo preocupa o lo pone nervioso— antes de suspirar y menear la cabeza para posteriormente levantar la vista estando un poco más serio.

—¿Querés probar durmiendo en mi cama? No me molesta cederla por unos días hasta que vuelvas a estar bien descansada.

Negué con la cabeza acercándome a él.

—Los dos sabemos que el problema no es la cama—le dije apoyando mi mentón sobre su cabeza mientras pasaba mis brazos por sus hombros hasta tocar su pecho—, me estoy adaptando todavía al trabajo y a la vida que ahora tengo, mis horas de sueño siguen un poco inestables aun, pero eso no quiere decir que no van a volver a la normalidad en algún momento.

—Me preocupo.

—Lo sé, Matu. Pero voy a estar bien, necesito tiempo para recuperarme. Vos mismo lo dijiste—le recuerdo.

—Cierto.

Le sonreí, aunque él no me vio.

—¿Sabias que sos el mejor amigo del mundo que existe?—por el reflejo de la ventana pude verlo sonreír.

—Hago el intento.

—Lo haces bastante bien—confirmé—, mejor de lo que crees.

Me incliné y dejé un sonoro beso en su mejilla antes de alejarme de él para agarrar la taza de café y darle un sorbo, sintiendo al instante el líquido caliente descender por mi garganta. Mi teléfono vibró sobre la isla de la cocina con un mensajes del nuevo grupo y con otros de nuestro grupo general de siempre, leí lo poco que se veía de ellos por la barra sin querer abrirlo y responder, hasta que mi vista se desvió al reloj digital y me apuré a terminar lo poco que me quedaba de café, notando que ya pasaban de las nueve.

—Voy a llegar tarde.

—Tu viejo ya se acostumbró a esperarte—se burló.

—Yo lo esperé siete años de mi vida, él puede esperar media hora sin hacer tanto drama —comenté agarrando el teléfono y las llaves de su auto—. Tipo doce, como mucho, voy a estar volviendo ¿Me vas a acompañar al cumpleaños de Luna? No tengo ganas de soportar yo sola a toda mi familia.

Matu asintió.

—Sí, pero no te olvides que tenemos que volver antes de las ocho porque tengo la cena con mis abuelos.

Nosotros para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora