20 de junio de 2021 - Le Castellet
Tobias sintió un escalofrío cuando sus ojos repararon en la figura de Irina caminando con lentitud hacia él y luciendo aquella enigmática sonrisa con la que ocultaba sus verdaderos pensamientos y la mirada celeste escondida tras unas gafas oscuras de sol.
Esbozó una sonrisa, sintiendo un creciente hormigueo en el vientre que puso de manifiesto lo mucho que había ansiado aquel momento. Dejó escapar una bocanada de aire, siendo consciente de repente de que había estado conteniendo el aliento, aunque no acertase a decir por cuánto tiempo, y le guiñó un ojo, fingiendo una serenidad que no sentía en absoluto.
Tragó saliva disimuladamente y se puso en pie, mirando en derredor con gesto distraído, como si no supiese que el encuentro era inevitable y como si no lo ansiase más que sus pulmones el aire que respiraba.
Inspiró hondo, hundiendo las manos en los bolsillos delanteros de los vaqueros para que nadie reparase en el temblor que las hacía sacudirse con cierta brusquedad.
Se detuvo frente a ella, ignorando la mirada ceñuda que le dedicó el hombre que la acompañaba, y mantuvo la sonrisa pese a la incomodidad de saberse observados por aquellos desconocidos.
—Hola —saludó.
—Hola —respondió ella, ampliando la sonrisa.
—¿Podemos hablar a solas un segundo? —Murmuró en alemán, evitando mirar al gorila que lo escrutaba con suma frialdad.
Irina miró por encima del hombro, recordando que ya no caminaba sola, y suspiró, asintiendo al tiempo que hacía un gesto con la mano al hombre que se había situado tras ella.
—Solo será un segundo —pidió ella en inglés.
El escolta gruñó, nada de acuerdo con aquella petición, pero la muchacha se colocó las gafas de sol sobre la cabeza y lo miró con insistencia, en una orden que lo incomodó.
—Estaremos cerca —le advirtió el hombre.
Tobias se fijó entonces en que eran más de cinco los guardaespaldas que seguían a Irina y sintió como su ceño se fruncía de nuevo de manera involuntaria en una mueca de profunda confusión.
—Incómodo, ¿verdad? —Susurró ella, esbozando una leve sonrisa.
—¿Qué es un poco de incomodidad comparado con el riesgo a que nos hieran? —Acortó la distancia que los separaba, tomándola de las mejillas, inclinando la cabeza de Irina hacia atrás para poder contemplar aquellos ojos azules que tanto había extrañado—. Te he echado de menos. —Apoyó la frente sobre la de ella, sonriendo sin molestarse en ocultar el alivio que le provocaba la presencia de la joven—. Pensé que ya no volvería a verte...
Los dedos de Irina se enredaron en las muñecas de él y le sostuvo la mirada.
—Yo también te he echado de menos —rio levemente, sorprendiéndose con la sinceridad que había tras aquellas palabras—. Veo que has cumplido tu promesa y no te has equivocado de vuelo... —Le guiñó un ojo, divertida. Tobias se irguió en toda su altura y echó una ojeada a la sala en la que se encontraban. Una sonrisa pícara se deslizó por sus labios cuando se inclinó y los presionó sobre la boca de Irina, que dio un respingo, sorprendida con el gesto—. ¿Qué haces? —Jadeó cuando el brazo del austriaco le rodeó la cintura y la estrechó con fuerza contra él.
—Demostrarte cuánto te he echado de menos. —La besó de nuevo, atrapando el labio inferior de Irina entre sus dientes antes de succionarlo brevemente. Se separó unos centímetros, mirándola de nuevo a los ojos, y carraspeó, nervioso—. No te vuelvas loca... —Respiró hondo.
—¿Qué? —Frunció ella el ceño cuando Tobias le colocó un mechón tras la oreja, recorriendo su rostro con una mirada fascinada que la excitó y le desbocó el ritmo cardiaco.
—¡Irina! —La muchacha dio un respingo, separándose abruptamente del cálido cuerpo del piloto cuando la voz de Ivett resonó en la inmensidad de la sala desierta.
«¿Qué coño...?».
Los brazos de la española la envolvieron en un abrazo que le dificultó llenar los pulmones de oxígeno cuando dejó escapar una exhalación, desconcertada con la presencia de su amiga en el circuito.
—Ivett... —Logró murmurar, aturdida cuando se topó con la sonrisa nerviosa de Dorian tras la joven-. ¿Qué hacéis aquí? —Se liberó del contacto de la muchacha y, sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y estampó la mano contra la mejilla de Tobias, que cerró los ojos, apretando la mandíbula al tiempo que se llevaba una mano a la zona dolorida—. ¿Pero a ti qué coño te pasa? —Siseó, furiosa.
El escolta dio un paso hacia ellos, frunciendo el ceño mientras jugueteaba con el arma guardada en la cartuchera que le colgaba de la cadera. Irina alzó una mano con brusquedad, ordenándole con aquel gesto para que se mantuviese al margen.
—Irina... —Exclamó Ivett, sorprendida con la reacción de la rusa.
—¿Cómo se te ocurre traerlos como están las cosas? —Le espetó en alemán, pues ninguno de los otros dos hablaba el idioma.
—Cálmate, joder. —La miró totalmente dolido por el guantazo que acababa de recibir—. ¿De verdad crees que los expondría? —Entornó los ojos, molesto por la desconfianza de Irina—. Tendrán seguridad mientras estoy corriendo, nada de fotógrafos en el garaje, ni de cámaras grabando... ¿Ves a ese hombre de ahí? —Señaló con un movimiento de la barbilla a un escolta que los miraba con fijeza desde lo alto de una plataforma—. Es Anthony, lleva cuidándome desde que empecé en esto, y es tan bueno que ni tú habías reparado en él. —Sonrió con orgullo—. Estará con ellos en todo momento. Lo he acordado todo con Joel para que Dorian disfrute del Gran Premio sin incomodidades —explicó en un siseo mientras se frotaba la cara con fuerza, seguro de que la muchacha le había dejado los dedos marcados—. Ivett me pidió el favor y yo se lo he concedido. Ni siquiera sabía si tú vendrías. No te creas el centro del mundo —murmuró entre dientes, incapaz de reprimir la frustración que le producía la idea de que Irina creyese que pondría en peligro a sus amigos.
—¿Todo bien? —Preguntó Dorian en francés, visiblemente incómodo con la discusión que estaban manteniendo los otros dos pese a que no comprendía de qué estaban hablando.
Irina respiró hondo, reparando en la marca que había dejado en la mejilla de Tobias y sintiéndose ridícula por la reacción desmedida que la había hecho perder la calma.
—Lo siento —murmuró en el mismo idioma que había empleado el chico, pasándose una mano por el rostro—. Perdón —repitió, mordiéndose el labio inferior con fuerza—. Yo... —Balbuceó.
—No le gusta compartirme. —La abrazó de nuevo Ivett por la espalda, besándole la mejilla por encima del hombro—. Está todo controlado —le susurró al oído en español—. Tobias ha pensado en todo. —La estrechó con fuerza.
—Vamos, tengo una entrevista. —Tobias sonrió a la pareja con genuina sinceridad—. Anthony se encargará de llevaros hasta el garaje. —Les guiñó un ojo—. Nos vemos en un rato. —Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida con aparente calma.
Irina se volvió para mirar a su amiga a los ojos y esbozó una sonrisa avergonzada.
—Siento mi reacción. —Se removió, incómoda—. Estoy algo tensa desde lo de Pedro. —Se pasó una mano por la melena, mirando hacia las pantallas que mostraban a algunos pilotos llegando al circuito.