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Se acarreaban problemas tras problemas, discusiones y palabras hirientes encimadas unas sobre otras como una cascada de pesadas piedras cayendo sobre sus hombros y aplastando su corazón. Eran sus dispersadas lágrimas corriendo por sus mejillas de carbón agrietado las que surcaban un camino de desdicha en representación de sus penas.

No había un equilibrio en ese complot de su corazón y cuerpo, peligrosamente pocas gotas dejaban sus ojos para aliviarle no en lo absoluto al reprimirse a si mismo o eran tantas durante la noche que el aire parecía ser cortado de sus pulmones y sus gritos tenían que ser silenciados con almohadas.

Estaba cansado, su cuerpo lo sentía y su mente mucho peor, olvidando variedad de cosas que le eran reclamadas en el momento de necesitarlas, olvidando el como se sentía sentirse libre de culpas y su propia cabeza le jugaba un juicio lleno de un jurado creado para si mismo y denominarlo el culpable de todo lo sucedido. ¿Su cárcel? Vivir bajo la penumbra de su mente hiriendolo una y otra vez, sumando la convivencia desastrosa de su familia rota.

No le favorecía la disconformidad con su cuerpo, la difícil situación de su carrera, sus incontables pensamientos negativos sobre su futuro. Fue un enorme reto entrar a aquella universidad, sacrificando su salud mental desfavorablemente al no dormir por estudiar y la presión constante de su progenitor picando en lo más profundo de su decisión. “Es la universidad a la que debes ir y quedar, no quiero otra, en esa debes estar.”, repitió aquel hasta el cansancio.

En aquel instante, resguardado en su habitación después de discutir con su padre nuevamente tras narrar los acontecimientos cotidianos sucedidos por su mano y la necesidad de su padre al querer salirse con la suya, prefirió por su cuenta acallar su discusión sin pelear con su hermana para obtener un "tú también le sigues el juego, no va a cambiar de idea aunque digas la verdad. Tú estás mal, él está bien, será así toda la vida.” y sentirse mucho más miserable que antes.

Sus audífonos ocuparon sus orejas esperando que no le llamarán más y diciéndose a sí mismo no acudir al llamado del mismo aún si necesitaba de él. Simplemente quería dormir. Quería descansar y hacer como si su vida no fuera la representación de una comica novela angst.

“¿Estoy exagerando? ¿Es que me merezco todo esto? ¿Será que estoy siendo un mal agradecido con mi familia y mi padre? Ellos me dan todas estas cosas. Ropa, comida, un techo donde dormir, un celular y las cosas de mi carrera... ¿Estoy siendo mala persona?”

Suspiró cuando la lágrima corrió hasta su oreja y lo hizo sentir incómodo, sacando el audífono con el golpeteo del bit en la canción. Sus cejas se juntaron al darse cuenta que no era la música la que reproducía ese golpe y menos gritos colados como parte de un coro diminuto en su canción de rock.

Saltó de prisa dejando su celular con King For A Day de Pierce The Veil soñando a través de sus audífonos, abrió su puerta de golpe encontrando nuevamente a su madrastra y padre en una pelea fisica que le hizo apretar los dientes. Su madrastra calentaba la cabeza de su padre hasta que los puños se presentaban. Era primero su madrastra empujando, jalando o dando cachetadas, siempre era ella comenzando. Su instinto de proteger a sus hermanos y padre le hizo hervir la sangre, interponiendose nuevamente entre su sangre y quién trabajaba por "tenerlos bien".

Sus manos tomaron las muñecas de su madrastra, mientras que su padre trataba de empujarlo para continuar con la batalla mordaz entre ambos. Gruñó con el rasguño en su cuello y su hermana gritando desde las escaleras en dirección a su madrastra. Habían vidrios por todos lados tras los platos aventados por su madrastra.

⸺¡Eres una maldita! ¡¿Piensas que por ser mujeres puedes pegarle a mi papá sin represalias?!

⸺¡Briana, aléjate!

Go away, save me | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora