ONESHOT

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¡!!Maldición¡¡¡

Enojado golpee con toda mi fuerza el piso de la barra, escuchando como todos los vasos que reposaban sobre esta temblaban por mi acción.

Exhalé fuertemente sintiendo como la frustración embargaba mi cuerpo, tensándolo hasta el punto de doler a horrores, como si tuviera miles de fragmentos de vidrio encajándose en lo más profundo de mi dermis.

Dirigí la vista a mi mano, descubriendo que, efectivamente acababa de romper la copa en la que tomaba mi valioso coñac. Un líquido rojo salía de manera incesante desde la palma de mi mano. Sangre.

Mugrosa sangre.

¡Como la odiaba!

¡¡Acabada de echar a perder el sabor de mi bebida!!

Aquella bebida de los dioses era lo único que me ayudaba a olvidarte.

Frustrado, tomé lo que quedaba de mi copa y la azoté contra el piso, escuchando como se hacía añicos.

Inmediatamente, alguien corrió y se detuvo tras de mi asiento. Estaba jadeando, como si mi presencia le resultara agobiante.

-Caballero ¿Se encuentra usted bien?-

Fruncí la nariz. ¿Qué carajo le importaba a ese mesero como me sentía en estos momentos?

Llevaba meses sufriendo por ella y a nadie parecía interesarle en lo más mínimo. Toda la asquerosa región me trataba como el desconocido que era, puesto que abandoné mi hogar con tal de olvidarla a ella.

Olive.

Estúpida Olive.

¿Cómo carajo pudo hacerme esto?

Desde el principio sabía que lo nuestro era imposible, ella una señorita de apenas 20 años y yo... Un hombre de 32.

Era un pecado el simple hecho de verla como algo más, pues ella me veía como un ejemplo a seguir, claro está. Pero yo simplemente no podía evitarlo.

Cada que la encontraba me pedía consejos para ascender en el área profesional, y yo, como un estúpido embelesado por su sorprendente belleza, le respondía con paciencia a cada una de sus dudas y la invitaba a mi hogar con la excusa de enseñarle más a fondo todos los secretos profesionales que he aprendido a lo largo de mi vida.

Así nos quedábamos hasta altas horas de la noche, charlando como si fuéramos algo más que conocidos. Hablabas tan entusiasmada y alegre que no notabas la mirada de estúpido enamorado que yo te dedicaba. Más de una vez llegaste a quedarte dormida en mi hogar, sobre mi cama, justo a mi lado y yo, te abrazaba pegándote a mi cuerpo, deseando estar juntos incluso cuando la luz ocupara el firmamento.

Tu, ignorante de lo que pasaba a tu alrededor, te acurrucabas a mi lado sin mencionar palabra alguna, y yo ... Tan idiota como soy, no pude evitar caer rendido a tus pies.

Exactamente.

No me costó mucho saber lo locamente enamorado que estaba de ti, de tu hermosa sonrisa, de tu piel tan blanca y bella como la nieve, de tus ojos tan profundos como el cielo nocturno, de tus cabellos tan finos y suaves como hilos de seda, de tu cintura tan estrecha como la de una avispa y sobre todo de tus labios. Labios tan finos y delgados color cereza, que me tentaban cada que te tenía cerca, me volvían loco, me sacaban de los estribos y lentamente tú pequeña Olive , te volvías mi tortura personal.

Tú, una simple chica.

¿Cómo osaste hacerme eso?

Me embriagaste con tu perfume, me enamoraste con tu presencia y me sedujiste con tu aroma.

¿Cómo pudiste hacerme esto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora