En el día... evité a Nolan como si mi vida dependiera de ello, de la
misma forme que ayer. No le hablé en las clases, me hice la muda. Ni siquiera le veía a la cara, fruncía el ceño para que entendiera que estaba molesta con él. Sí, buscó sacarme conversación... pero... yo seguía sin tener las ganas de dirigirle la palabra —Papi no paraba de murmurar y gruñir por mi frialdad con él, y, yo, simplemente le ignoraba—; Así estuve hasta que acabara todo —en la plaza lo encontré con los demás, estaban reunidos, charlando y bebiendo como un grupo normal de amigos universitarios—, crucé mi mirada con aquellos ojos
verde esmeralda —apreté mi boca—, casi podía decir que estaba esperando que me acercara y saludara a cada uno... pero... estuve inmóvil
a pocos pasos de ellos... —hice una mueca, mi mente no dejaba de advertirme sobre él, que no le trate... que... lo saque de mi vida—, de repente... la imagen de un pelirrojo, de tupé liso y bien peinado hacia atrás..., pálido y con pecas..., físico de basquetbolista y... de cara arrogante y maliciosa... remplazó la figura de Nolan...No era Papi...
Era...
—Harvey —susurré, clavando las uñas en las palmas de mis manos.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Parpadeé, y, la figura de ese sujeto desapareció... y... volví a ver a Nolan fumando junto con Goethe, parecían estar platicando.
Sacudí la cabeza... y... me fui en dirección a mi dormitorio.
[...]
Terminé de abrocharme el cinturón en mis jeans azul marino —amarré mi ondulado cabello en una coleta baja con una liga color rosado—; respiré hondo..., arreglé la tela de mi blusa blanca sobre los hombros,
exhalé un suspiro.Humedecí boca.
—Creo... que está bien... —susurré.
—Te ves bonita —asintió Kerrie, que me observaba sentada en su cama, cruzando una pierna sobre la otra—. Sencilla, pero, linda —subió y bajó los hombros—; ¿Vas a salir?
—Sí —dije mientras me rascaba mi cuello, vista al suelo.
—¿Con Papi?
Fruncí el ceño.
—¡No! —meneé la cabeza.
»¿Acaso mi vida debe girar alrededor de ese ególatra? —bufé, crucé los brazos—. No quiero saber nada él —murmuré apretando los dientes.
—¿Por qué? —Kerrie alzó las cejas, labios ligeramente abiertos.
»¿Te hizo algo?
—No —fruncí mi boca.
—¿Te insultó?
—Tampoco... —pestañeé, descolgué mis brazos a mis costados.
Arrugó su frente.
—¿Entonces qué te hizo para que pongas esa cara cuando lo menciono?
—¡Nada! —exclamé, giré sobre mis talones y empecé a doblar mi uniforme gris sobre el colchón, primero la chaqueta, luego la camisa.
—¿No te hizo nada?
—¡Ay, ya! —le miré sobre mi hombro—: ¡¿Qué te importa si estoy o no molesta con él?!
»¡¿Eh?!
Doblé la falda entre mis manos —rodé los ojos—, exhalé un molesto suspiro.
—Solo... —mordí la parte interna de mis mejillas—, estoy brava con él. Y punto.
—Ay, amiga... —suspiró Kerrie—, lo estás haciendo de nuevo... —murmuró.
—¿Qué? —volteé hacia ella, arqueé mi ceja izquierda—. ¿Qué «estoy haciendo de nuevo»?
—Alejar a los tipos que te gustan —cruzó sus brazos a la altura de su pecho—. Siempre los ahuyentas con tu actitud bipolar porque tienes miedo de que pase lo que pasó con Harvey —ciñó la vista.
—¡¿Qué?! —exclamé boquiabierta.
Apreté los puños a mis costados, estreché la mirada sobre Kerrie.
—¡¿Cómo te atreves a siquiera mencionarlo?!
»¡Prometiste...!
—No decir su nombre otra vez, lo sé ―hizo una mueca―. Pero, te lo estoy nombrando porque no quiero que pierdas otra oportunidad de ser feliz con un hombre, June —exhaló un suspiro.
»Lo has hecho demasiadas veces —clavó una mirada fulminante sobre mí—; Y, mira que Papi les da una patada en el culo a todos ellos —sonrió ampliamente.
—Sí eres pervertida —murmuré—, no todo es apariencia —bufé.
»La belleza se halla en interior.
—Lo sé —relamió sus labios e... hizo el gesto de estar chupando un pene imaginario en su mano.
Me sonrojé.
—Ridícula —meneé la cabeza.
Giré sobre mis talones hacia la puerta, caminé hasta ella.—¡Oye! —Kerrie se puso de pie.
»No me has dicho para dónde vas...—Con una... —arrugué la frente—, ¿amiga...? ―en realidad... no sabría encajar a Octavia... como «amistad» para mí.
»A... un centro comercial —hice una mueca—, compraré ropa.
—¿En serio?
—Sí —abrí la puerta—; vuelvo tarde.
—Ok.
Salí del edificio, atravesé la plaza y logré llegar hasta la entrada
del instituto. Era de noche y la ruta hasta el muro que rodea la
universidad estaba bien iluminada. Como si fueran en cualquier momento
marchar celebridades hasta acá.—¿Lista? —Octavia salió detrás del pilar dorado que sostenía el techo de la L'Chester. Me costó reconocerla porque... estaba vestida como un hombre, con suéter rojo y holgado, además de unos monos-pantalones de
gimnasio. Llevaba una gorra negra y unas gafas de sol que casi no dejaba distinguir su cara triangular.—¿Por qué...? —enarqué la ceja.
—¿...Visto así? —dijo mientras mascaba un chicle—. Paparazis.
»No pueden verme... con otra mujer —hizo una mueca, infló la goma de mascar y estalló en un segundo—. No quiero que a mi madre le lleguen rumores...
—Ah —apreté mis labios—. Ok.
Se me acercó y me tomó del brazo, ladeó su cabeza y me regaló una bella sonrisa.—No creas que me da vergüenza estar contigo —pasó su lengua por los dientes superiores—, pero... mi madre...
—Lo sé... —murmuré.
»Las desventajas de ser un royal, ¿no? —carcajeé agriamente.
Ella asintió.
—Sí... —torció sus labios—; ¿Nos vamos?
Asentí
[...]
Dentro de un autobús, Octavia iba con la cabeza agachada y con la capucha —junté mis manos sobre el regazo—; por las ventanas había una
serie de carros conduciendo. Cornetas, música suave dentro. Esbocé una sonrisa leve—; Londres de noche se ve tan hermoso...