Capítulo Uno.

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Buenos Aires, Argentina.

2 de noviembre de 2019.

Simón.

Llegar a dónde estamos hoy no ha sido fácil, en realidad, fue una mierda. Pero lo recompensa el hecho de que ya tenemos nuestro título y nuestro trabajo en SYSTEM, aunque no en Estados Unidos, sino que en la sede de Argentina. Además que con Marcos fuimos los graduados con mejor promedio. Eso a los estadounidenses no les gustó, pero a nosotros nos importaba un huevo lo que ellos pensaran.

—Puedo afirmar con mucha seguridad, querido amigo, que lo que más extrañé de Argentina es la cerveza —Marcos sonríe y bebe un sorbo de su cerveza, luego suelta un exagerado suspiro—. Amo esto.

No puedo evitar reír. —Espero que no tenga que llevarte a tu casa borracho, porque te puedo afirmar que te dejo tirado y me robo tu camioneta.

Él frunce el ceño. —Me ofende la acusación —lo observo con una ceja arqueada, sabiendo que entenderá el porqué de mi expresión—. Está bien, lo entendí, Simón —hace una pausa y noto como sus ojos verdes se van apagando—. Te prometí que no va a volver a pasar, y no voy a romper la promesa.

Tomo los lentes de descanso que uso y los guardo en mi mochila, para luego tomar un sorbo de cerveza. No quiero responderle, ambos sabemos que hablar de Josefina no le hace bien. Ella solo lo usó y se alejó. Típico de gringos. ¿Dejar una carta e irte a Europa, sin decirle a tu novio? ¿Por qué? ¿Por un trabajo? ¿Y nunca más volver a dirigirle la palabra? Su decisión fue una mierda. ¿Lo peor? Marcos quedó destrozado, está tan enamorado que incluso hoy, si ella volviera, él la dejaría entrar nuevamente a su vida.

Mi vida amorosa es MUY diferente. Hace más de un mes que terminé definitivamente con Jazmín, no había amor, ni razones ni intenciones para seguir juntos. Ambos nos dimos cuenta que estábamos en caminos diferentes, así que a pesar de saber que nos volveríamos a ver en Argentina, siendo ella de acá, lo más maduro era dejarnos ir.

Uno de los meseros trajo nuestra pizza, y , justo cuando Marcos estaba por abrir una segunda cerveza —de las de botella pequeña—, su teléfono comienza a sonar. Él no se molesta en contestar, suspirando cansado y esperando a que el llamado se corte. Luego toma su teléfono y comienza a grabar un audio. Ya que claramente a mí no me hablaría de tal forma.

—Mamá, te prometo que para las 10:30 estoy ahí. Deja de llamarme, estoy con Simón. Estamos bien.

—¿Por qué no la atendiste?

Él se encoje de hombros. —No quiero escuchar cómo exagera. Es la tercera fiesta que hace por mi egreso y mi vuelta permanente a Buenos Aires —suspira—. Si supiera que te debo la vida y las mejores notas a vos, su vida se arruinaría.

Siento un sabor amargo y no sé si es por la cerveza o por lo que dice. Es verdad que el último tiempo lo estuve ayudando con las materias, y que también lo cuidé cuando quedó internado por un coma etílico, pero él, al igual que yo, se ganó su reputación en la empresa y su tesis fue una de las mejores. No permitiré que se tire abajo.

—Dejame aclarar algo, imbécil —Marcos me mira, noto el cansancio y la decepción en sus ojos-. Vos sos uno de los mejores consultores de seguridad en la empresa de ciberseguridad más prestigiosa de los Estados Unidos. Trabajas prácticamente para el gobierno Estadounidense y además, para el Argentino, porque amás tanto a tu país y tu gente, que no querés irte. Así que tenés prohibido decir algo contra tu persona, ¿entendiste, hijo de puta? —hago una pausa y agrego—: Con respeto a tu mamá, que la quiero mucho.

Escucho como suelta una pequeña risa y la tensión baja. —Sos un idiota, Simón. Pero gracias.

Hago un gesto con los labios, restándole importancia. —Para eso están los amigos.

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⏰ Última actualización: Dec 19, 2022 ⏰

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Hackeando A La Muerte[NUEVA EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora