Capítulo 11: Arranca.

102K 4.1K 153
                                    

[Narra Alexei]

Mi infancia no fue muy normal que digamos.

Que tu padre sea el jefe de toda la mafia rusa limita mucho tu vida en todos los aspectos posibles: amigos, relaciones, libertad... No solo por el simple hecho de que debes ocultar esa parte de tu vida a la gente de tu entorno que no forma parte de ella... Sino también por lo amenazador que resulta relacionarse con una persona que lleva un tipo de vida como la mía.

Recuerdo que constantemente tenía dos guardaespaldas siguiéndome. No podía tener amigos, estudiaba en casa... Era un completo infierno. No tenía casi libertad, las personas de mi entorno eran estudiadas e investigadas a fondo, por no hablar de lo intimidante y repelente que resultaba tener a dos gigantes siguiéndome todo el rato... Por suerte, todo esto cambió cuando conocí a Pietro Vasíliev, el único hijo del mejor amigo de mi padre y antiguo socio.

Es la única persona en la que confío plenamente. Durante casi veinte años me ha demostrado una y otra vez su lealtad y su amistad, sin pedir ni necesitar nada a cambio. Ha estado a mi lado hasta en las situaciones más arriesgadas y peliagudas.

Le confiaría mi vida sin dudarlo, al igual que él me confiaría la suya.

Mientras recuerdo todo aquello, camino hacia el vestidor. Selecciono una camisa negra, unos pantalones y unos zapatos ingleses del mismo color y una americana. Todo hecho a medida con tela italiana, mi favorita.

Me acerco a la sección donde se encuentran los relojes, corbatas y demás. Elegí una corbata color vino, uno de los muchos Rolex que tengo, con dos líneas doradas en la correa. Busqué los gemelos dorados con mis iniciales grabadas y los coloqué en el principio de cada manga.

Cojo mi móvil y salgo afuera, dónde Pietro me esperaba junto a dos guardaespaldas.

(En ruso)

— Buenos días, Alexei — me dice sin apartar la vista de su teléfono.

— Buenos días.

— ¿Has descansado? Hoy es un día importante — me dice colocando varios mechones de su pelo castaño despeinado.

— Sí. Los irlandeses están deseando cerrar el trato. Insistieron mucho con ello.

— ¿Te fías de ellos? — Aparta la vista de su móvil para fijar sus ojos azules en los míos.

— ¿Tú lo harías? En estos negocios no te puedes fiar de nadie, ya lo sabes. — Suspiro. — ¿Está el coche preparado?

— Sí, señor Volkov — responde uno de mis guardaespaldas.

— ¿Cómo te va con esa chica? Atenea, ¿no?.

— Es complicado...

— Todo lo bueno es complicado, amigo.

Llegamos a un Range Rover negro que había aparcado frente a mí clásica mansión. Uno de los guardaespaldas vestido con traje negro nos abre la puerta para que nos adentremos en el coche.

— Arranca — le ordeno al chófer.

El todoterreno negro comienza a conducir por el centro de la ciudad. Los minutos pasan, puede que veinte o treinta, hasta llegar a una zona lejana por la que no se veía una sola persona.

— Hemos llegado — me indica Pietro al mismo momento que se pone unas gafas de sol negras, se desabrocha un botón de la chaqueta de su traje azul marino y sale del coche.

Bajo del coche con una expresión seria. Abrocho uno de los botones de mi americana y camino junto a Pietro.

Frente nosotros hay un todoterreno negro, del cual bajan cuatro hombres, todos ellos armados.

(En inglés)

— Buenos días, amigos — saluda un pelirrojo con barba larga. — ¿Han traído la mercancía?

— Tal y como acordamos — responde Pietro con una sonrisa en su rostro.

— Primero enséñanos el dinero — intervengo sin dudar, con los brazos cruzados y ni una sola expresión en mi rostro.

— ¿No te fías? — pregunta el irlandés pelirrojo arqueando una ceja mientras muestra una sonrisa burlona.

— ¿Tú te fías de mí? — replico a modo de respuesta.

Touché — río ante la expresión del pelirrojo. Levanta una de sus manos y los dos hombres que lo acompañan vuelven al coche, para abrir el maletero y sacar dos bolsas de deporte negras. — Aquí tienes, compruébalo.

Me giro hacia mis guardaespaldas y muevo la cabeza hacia la bolsa, para que uno de ellos se acerque y compruebe que está todo el dinero.

— Jefe, está todo — confirma uno de mis guardaespaldas, un hombre corpulento y calvo.

— Traed las cajas — les ordeno a mis hombres, los cuales obedecen y entran en el coche para coger dos grandes cajas de madera y colocarlas frente al irlandés, quien las abre y decenas de paquetes de cocaína se muestran.

El pelirrojo saca una navaja y se acerca hacia la caja, para coger uno de los paquetes de droga, hacer una pequeña raja y comprobar si el contenido de la bolsa es correcto.

— Perfecto... — dice. Le estrecho la mano al mismo momento que sus hombres recogen las cajas y los míos las bolsas con el dinero. — Es un placer hacer negocios contigo, Volkov.

Lo miro y asiento con la cabeza para luego dar media vuelta y subir de nuevo al coche. 

Eres mía - LR - (+18)Where stories live. Discover now