Capítulo 11

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Las gotas de agua lluvia comenzaron a caer, el campo de juego pronto se humedeció y los jugadores aún seguían corriendo de un lado al otro detrás de un balón. El señor desconocido se cubría con la capucha de su abrigo, seguramente el partido acabaría más pronto y eso pasó debido a que la lluvia comenzó a intensificarse, ahora parecía una tormenta pero sin los rayos y truenos, solo el agua que caía a cantaros desde el cielo.

Elías celebró con sus compañeros el triunfo de su equipo en medio del aguacero, jugaban con el agua y algunos corrían a los vestidores.

-¡Elías! – el señor desconocido que se había metido bajo un árbol le llama haciéndole seña con el brazo para que se acercara.

-Está lloviendo, no creo que podamos encontrar a alguien con este clima – le dice Elías, en realidad quería irse con sus compañeros a celebrar ya que la última no había tenido la oportunidad.

-No me inventes excusas, debemos ir pronto a ese lugar antes de que sea más tarde

-¿No podemos ir mañana?

-Por supuesto que no, no puedo perder más tiempo ¡ven! – le agarra del brazo arrastrándole contra su voluntad.

-Espera... espera... tengo que cambiarme y no puedo seguir mojando con esta lluvia – Elías coloca resistencia hasta que logra zafarse, ahora sí que estaba sintiendo desconfianza – no se atreva a obligarme, yo no lo conozco usted ni siquiera me ha dicho su nombre, no tiene derecho a tratarme de esta manera. Y si se hace demasiado tarde por mi culpa ¡Yo me haré cargo de lo que sea que supone que tiene que hacer!

El señor desconocido se queda mirándolo, luego se releja y comienza a reír – lo siento chico, de verdad estaba muy impaciente. Está bien, ve a cambiarte esperaremos que la lluvia deje de caer con tanta intensidad e iremos a ese lugar. Pero – lo mira más serio quitando el cabello que cubría sus ojos para que así luciera más intimidante – ya has dicho que te harás cargo, más te vale que cumplas.

Elías asiente, de verdad había funcionado el mirarlo fijamente porque se había sentido obligado e intimidado a cumplir con lo que acababa de decirle. Se alejó corriendo hacia los vestuarios donde sus compañeros aún estaba cambiándose y hablando, ahora debía decirles que no podía ir con ellos a celebrar, le iban a odiar por rechazar dos veces seguidas la invitación de ir con ellos a celebrar el triunfo del equipo pero no podía hacer nada, tampoco podía explicarles que ahora tenía una obligación con este señor desconocido.

No tardó mucho para dejar de llover, el cielo se había despejado, las nubes grises desaparecieron y el sol volvía a resplandecer.

El señor desconocido estaba en un paradero de buses con sus brazos cruzados, aún estaba un poco húmedo y no tenía con que secarse tenía el ceño fruncido porque Elías todavía no llegaba, luego de cambiarse le pidió que esperara un poco más porque tenía hambre y quedaron en encontrarse en ese paradero.

Suspiró profundamente al ver a Elías llegar – ya era hora de que estuvieras aquí – le dice en un tono molesto, sentía que estaba siendo demasiado considerado con este chico pero no podía reclamarle porque luego le generaba más desconfianza y seguramente se negaría a ayudarle.

-Lo siento ¿A dónde iremos? ¿Es muy lejos de mi casa? – pregunta, estaba un poco más seco exceptuando su cabello, llevaba su uniforme de escuela pero aún tenía sus zapatos para jugar soccer puestos, prefirió llevar esos que los del uniforme de todas maneras no le importaba ya no regresaría a clases sino hasta al día siguiente.

-No te preocupes por eso, yo me haré responsable de ti – le responde sacando su brazo para llamar un taxi, al instante uno de esos vehículos amarillos se detiene y el conductor abre la puerta delantera.

          

-Sí iremos lejos si has llamado un taxi – le dice Elías abriendo la puerta trasera y entrando, saludando cordialmente al conductor y tirando su mochila en el otro puesto, aparentemente estaba bien pero en realidad estaba muy molesto, de todas maneras trataría de disfrutar este cambio de rutina.

El señor desconocido conversaba con el conductor, sobre temas de política y economía parecían ser ambos muy sociables y coincidían casi en todo. Elías trató de ignorarlos pero hablaban demasiado fuerte más el ruido de los otros vehículos y la polución le era imposible pensar con claridad, de su mochila sacó un par de auriculares y los conectó a su celular cerró sus ojos y comenzó a disfrutar de la música.

En medio de su estado de relajación comenzó a escuchar voces y no se trata del vocal de la canción, eran las mimas voces espectrales, se reían, lloraban, gritaban, entre otras más; para Elías ya no eran molestas ahora podía distinguirlas y las escuchaba con más claridad.

Había una voz que destacaba entre todas esas, las palabras que decían eran como si estuviesen dirigidas al chico a diferencia de la que siempre le estaba llamando y que no podía adivinar si era femenina o masculina, llegó a pensar en algunos momentos que podía ser un espíritu celeste, que su ángel guardián le estaba llamando y era una señal de que iba a morir, era un pensamiento estúpido pero le divertía. La voz que podía escuchar ahora, que estaba por encima de las ondas musicales y destaca entre las otras, le estaba hablando.

No mencionaba su nombre, pero sentía que las frases eran dirigidas hacia él. Algo más que capto fue la forma en que esta persona le hablaba, era un tono melancólico, de alguien que estaba fingiendo ser feliz que en cualquier momento podía dejar las lágrimas y expresar sus emociones.

-Todo estará bien – pensó Elías, esperando que quizás sus pensamientos se trasladaran a esta persona que ni siquiera conocía pero que simplemente su voz estaba en su mente.

Abrió sus ojos y al hacerlo dejó de escuchar las voces, ahora solo auscultaba la melodía de sus auriculares. Observó al conductor y al hombre que seguían hablando, seguramente ambos eran familia para ser tan parleros concluyó Elías luego sonriendo y mirando hacia la ventana. Ya no estaban en el centro, de hecho él no conocía los lugares que veía pasar parecía que habían entrado a un barrio en el cual nunca antes había estado y esto le colocaba un poco nervioso.

-No aceptes invitaciones de personas desconocidas – ese pensamiento llegó a su mente, en forma de la voz de su madre. Recordó que cuando era pequeño y debía ir por primera vez a la tienda su madre le dio esa advertencia, a pesar de que el establecimiento se encontraba solo a unas dos calles y el barrio era demasiado seguro como para encontrarse con personas extrañas o malhechores.

-Puede detenerse por aquí, por favor – dice el hombre al conductor, este obedece y se estaciona frente a una vivienda –Elías nos bajaremos y caminaremos a partir de aquí, págale al señor por su servicio – abre la puerta rápido y sale del vehículo.

Elías hace una expresión de sorpresa, no esperaba que le tocara pagar por el viaje. De mala manera buscó en su mochila algo de dinero, era el que tenía para regresar a casa y ahora le preocupaba perder sus últimas monedas, pero eso no se iba a quedar así le iba a cobrar.

El joven pagó y bajo del taxi, ambos dieron las gracias y comenzaron a caminar hacia la dirección. Elías solo seguía al señor desconocido quien parecía un poco nervioso y a la vez ansioso por llegar, eso le parecía extraño pero mejor no preguntaba nada.

-Aquí es... - dice el hombre deteniéndose, observando la casa de dos plantas. Un vehículo se encontraba aparcado en frente del garaje y a simple vista parecía que no había nadie adentro.

-...- Guardó silencio observando la casa en detalle, suspiró sintiendo una avalancha de emociones y un montón de recuerdos llegaban a su mente, pero estos solo le llenaban de determinación y confianza sus labios se curvaron en una sonrisa y dio un paso hacia delante, caminando en dirección a la entrada hacia la puerta de madera estucada que era protegida por una reja de acero.

Elías levantó una ceja intrigado, levanto un poco sus hombros sosteniendo su mochila con firmeza, siguió al hombre hasta la entrada y guardó la distancia, no sabía que les esperaba seguramente alguna discusión se formaría con la persona que viviera allí dentro. No era que le importara pero ahora se preguntaba ¿Para qué lo necesita si ya sabía la dirección y había encontrado a la persona? Bueno, al menos para Elías eso era lo que significaba.

El señor desconocido tocó la puerta con su puño, prefirió no hacer uso del timbre. Esperó hasta que escucho unos pasos acercarse a la puerta, era el sonido que provocaban los tacones altos al caminar sobre el suelo seguramente con un acabado en madera, escuchó cómo esta persona colocaba su mano sobre el pomo de la puerta y observó cómo lentamente se abría mostrando a la persona del otro lado.

Sonrió.

Pero no exactamente de alegría, era una sonrisa de decepción lo que indicaba que esta no era la persona a la que estaba buscando, era todo lo contrario. La persona que estaba enfrente de él era alguien con quien no quería desear encontrarse y al parecer el sentimiento era compartido por quien está enfrente de él, su postura y la manera en que le miraba indicaban que no era bienvenido.

...

Es real?! (COMPLETA)Where stories live. Discover now