Capítulo 16

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Astrid

Domingo 1 de octubre. Me acababa de despertar la alarma que me había puesto a las 16:00 para que me despertara de la siesta que me iba a echar justo después de comer. Con bastante pereza, me obligué a levantarme de la cama para ducharme antes de vestirme y salir por la puerta. Comencé a andar por la calle, con toda la calma del mundo. No quería darle vueltas a nada, ya que no había nada que pensar. Tranquilamente, llegué al sitio donde habíamos quedado 5 minutos antes de la hora exacta, así que me senté en el bordillo y esperé a que Vega viniese.

No tenía los cascos puestos. Ni siquiera estaba mirando el móvil, siendo consciente de que lo había silenciado justo antes de salir de casa. La calle estaba completamente desierta. En ese momento sólo podía oír cómo el leve viento arrastraba las hojas caídas de los árboles a lo largo de la calle. Cerré los ojos unos instantes. Todo estaba totalmente en calma, hasta que de repente escuché una voz llamándome a lejos. Me obligué a abrir los ojos y, cuando lo hice, Vega ya estaba a escasos metros de mí.

—Llegas temprano, ¿no? —Me preguntó sin apenas saludar.

—Pues sí, la verdad. Pero tampoco te creas que llevo mucho tiempo esperando, eh. —Le dije, mirándola mientras yo estaba todavía sentada y ella aún seguía de pie. Al ver que no me levantaba, se sentó al lado mía.

—¿Y qué hacías? —Me preguntó mientras se sentaba.

—Escuchar las hojas. —Le dije con total normalidad.

—Ah. Desde luego, se tienen que oír perfectamente; por aquí no suele pasar nadie.

—Ya, eso es lo bueno de esta zona.

—Pues sí... A mí me gustaría vivir por aquí, la verdad. Tú vives por aquí cerca, ¿no?

—Yo sí, a unos minutos de aquí... ¿tú vives lejos?

—Más o menos. —Me dijo, sin querer dar detalles.

—Ah, bueno. —Le dije, sin darle importancia ni saber muy bien qué decir.

Estuvimos algo más de 2 minutos sin hablar absolutamente nada, sólo mirábamos a la carretera. Minutos que se me hicieron eternos y, por la cara que tenía Vega, juraría que a ella también.

—Y... —Dijo ella de repente—. ¿Qué hiciste ayer?

—¿Ayer?

—Sí, ayer.

—Pues... estuve en casa de mi amiga Jane, hablando y pasando el rato. Además me enseñó su nuevo y primer tatuaje.

— Ah, ¿sí? ¿Y qué se ha hecho? —Me preguntó interesada.

—Se ha tatuado un diente de león.

—Es bastante es original, la verdad. ¿Tiene algún significado?

—Pues... —Me quedé en silencio unos instantes. No se lo iba a contar. Ni de coña. Por lo menos, no ahora, así que pensé rápidamente en qué podía decirle—. Me ha dicho que se lo ha tatuado porque... le recuerda a su infancia. —Mentí, descaradamente, pero no me importó.

—¿A su infancia?¿Por qué?

—Porque... le recuerda a cuando jugaba a soplar todos los dientes de león con su hermano Asier para... pedir deseos.

—Ah. Es bonito el significado la verdad, me gusta.

—A mí también. ¿Y tú qué hiciste ayer?

—Yo ayer me harté de estudiar y hacer deberes, así que tampoco fue nada del otro mundo.

—¿Qué estás estudiando? —Le pregunté interesada.

—Primero de bachillerato de humanidades. ¿Y tú?

—Yo todo lo contrario; primero de ciencias de la salud.

—Conque futura estudiante de medicina, ¿no?

—Efectivamente. ¿Y tú?

—Pues yo aspiro a ser abogada aunque, si te soy sincera, últimamente no lo veo tan claro.

—¿Por qué? —Le pregunté interesada.

—No sé. De pequeña siempre soñaba con ser como mi madre, y nunca me he replanteado nada más.

—¿Tu madre es abogada?

—Mejor aún. Es jueza, pero eso ya son demasiadas responsabilidades para mí, así que opté por abogada.

—Pero entonces, ¿qué hay de malo?

—Pues que se me está haciendo muy difícil, y realmente no sé si merece la pena. Además, me habría gustado saber más sobre otros trabajos, estudios y esas cosas... pero como soy una cabezota desde pequeña, pues ni siquiera me molesté en informarme.

—A ver. Yo te daría el consejo de replantearte si es vocacional. Si no lo es, aún estás a tiempo de cambiar, supongo.

—Vocacional sí que es, y mucho. No sé qué haré la verdad. Por ahora seguiré ahí, con la misma idea en mente y ya está. —Me dijo, y se quedó en silencio unos segundos—. ¿Te apetece tomar algo?

—Pues sí, la verdad, pero no llevo nada suelto. —Le dije, y me quedé pensando—. Aunque podría pasarme por mi casa y coger algo.

—No, tranquila. Te invito yo.

—No, de verdad, no vivo muy lejos de aquí así que...

—Que no. —Dijo de repente, sin dejarme acabar la frase.

—Bueno, pues vale. —Le dije rendida.

—¿No te he dicho ya lo cabezota que soy? —Dijo mientras se levantaba de donde estábamos sentadas.

—Sí, y me estoy dando cuenta también. —Le dije, y seguidamente dejé que Vega me guiara.

No hizo falta andar mucho para llegar a una cafetería de la zona que yo ya conocía. Seguí a Vega y ambas nos sentamos en una mesa que había libre en la terraza del local.

—¿Conocías este sitio? —Me preguntó.

—Sí, claro.

—Entonces te conocerás la carta, ¿qué vas a querer?

—Yo con un café con leche me conformo.

—¿Sólo un café?

—Sí, ¿tú qué te vas a pedir?

—Pues yo me voy a pedir un Nestea y... ¿qué tarta me recomiendas?

—Mi favorita es la de queso, así que si no has probado la tarta de queso de aquí, no sé a qué esperas.

—Te haré caso entonces. —Me dijo, y seguidamente un camarero se acercó a nuestra mesa.

—Hola, ¿qué vais a querer? —Nos dijo el camarero.

—Yo un café con leche. —Le dije, adelantándome a Vega

—Yo un Nestea, y un trozo de tarta de queso. Me han dicho que están muy buenas. —Le dijo Vega, mirándome.

—Marchando. —Concluyó el camarero, y se fue.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2022 ⏰

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