Cap. 29

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- Me traes loco pequeña. - dijo sobre mi oído para luego morderlo despacio y suave.

Cerré los ojos ante su acción. Me giro para volver a tenernos frente a frente, mirándonos mientras nos movíamos despacio y a un ritmo sincronizado.

- Es muy rápido para eso, ¿No crees? - refute. - Digo porque solo tenemos unos días viéndonos, aún no conocemos nada el uno del otro.

Él sonrió, miró a los lados y volvió a mirarme.

- Eso no tiene nada que ver. He visto personas enamorarse en un día y tú y yo ya nos hemos visto tres días, ¿Eso no te es suficiente?

Moví la cabeza de un lado a otro indicándole que no sonriendo. Tenía que inclinarme un poco hacia atrás porque era más alto ante mí.

- ¡Puf, por favor! - río a carcajadas.

No dijo nada más después de eso, así que seguimos tomando y bailando.

Por momentos miraba hasta donde se encontraban los chicos, sentía un poco de celos al ver a Jean Carlo y Darian juntos riendo, bailando. Se veía tan guapo, su cabello brillante bajo las luces de la discoteca, su sonrisa derrite corazones y sus ojos, ay, esos ojos...

¡Ay, por favor, ni que fuera la última Coca cola en el desierto.

Pendeja, pero en tu desierto sí lo es.

Agite mi cabeza de un lado a otro, haciendo callar a mi voz interna, la que siempre sabe lo que pasa y lo que realmente quiero, la que de vez en cuando tiene la razón, la que siempre quiere que haga loqueras y a la que nunca dejo salir por temor a hacer o decir algo de lo que después me arrepienta.

- Ay, ya me duelen los pies, mejor sentémonos. - le sugerí agobiada.

Asintió. - Está bien. Si quieres hasta nos podemos ir. - sugerió él también.

Lo pensé unos segundos, miré alrededor, miré hacia donde se encontraba Jean. No me miró en ningún momento, me sentí un poco triste ante eso.
Ignoré todo eso, lo volví a mirar y asentí.

- Sí, mejor salgamos de aquí, necesito un poco de aire. - me levanté de la silla.

Él me sostuvo de las manos para asegurarse de que algo como caer o tropezar con alguien sucediera, me agarró de la cintura y nos dirigimos a la salida.

Pasamos entre la multitud y por el espacio donde se encontraban los chicos, ahí también estaba Libardo.

- Hey, Natalie, ¿Ya te vas a la habitación? - preguntó acercándose a mí con el rostro un tanto preocupado.

- No, aún no. - le respondí. - saldré a tomar aires y a caminar un poco.

Miré a Jean disimuladamente. Nada. No me miró.

¿Qué le pasa? ¿Por qué ni siquiera me mira? ¿Acaso le hice algo?

- Bien. - miró extraño a Alejandro. - pero cualquier cosa, me llamas, ¿Va?

Asentí y salimos Alejandro y yo.

...

- Recuérdame porqué estamos aquí arriba. - le dije. - Hace mucho frío. - me abracé a mí misma para entrar en calor.

Hace unos minutos me había comentado que estaba quedándose en el último piso y que se podía apreciar una hermosa vista desde allá.
Me dijo que subiéramos y que me daría algo para calmar las náuseas y el mareo, al principio no quería, pero me estuvo rogando, casi hasta se arrodilla para pedirme que fuera con él así que para no verlo hacer eso, acepté su propuesta y aquí estoy.

- Para ver a una de las bellezas que existen. - respondió acercándose a mí por detrás.

Me pasó un abrigo que había buscado en su habitación, me sostuvo por los hombros luego de ponerlo sobre mí y sonrió.

- Porque tú eres una de las primeras claro. - se posó a mi lado colocando sus brazos sobre la barandilla de cristal que separaba el edificio de la nada.

Lo miré asombrada arqueando una ceja.

- ¿En serio? - pregunté cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Asintió mirándome coqueto.

- Ay, sí, ajá.

- ¡Es enserio! - aclaró. - Eres muy hermosa y muchísimo más bajo la luz de la luna.

Se acercó y pasó uno de mis mechones por detrás de mi oreja para luego acariciar mi rostro.

- Tienes unos ojos muy bonitos y brillantes como las estrellas, es más es como si tuvieras la galaxia en ellos. - sonrió con los labios cerrados.

En cuanto quitó su mano de mi rostro, pasé mis dedos por donde él había colocado el mechón y giré mi rostro para disimular lo sonrojada que estaba por sus palabras. Miré hacia delante con los brazos sobre el barandal y no dije nada, solo admiré la noche, las luces de las habitaciones iluminadas de los hoteles que habían frente a nosotros, la luna brillante y solitaria. El cielo estaba oscuro y no había ni una estrella sobre éste, pero igual era hermoso.

- Tienes razón ¿sabes? - comenté.

- Claro que sí, tus ojos parecen luceros.

- No, tonto. - reí suave mirándolo. - Hablo de la bela vista que se puede admirar desde aquí arriba.

Volví a mirar al frente y todo a nuestro alrededor.

- Esto es muy hermoso.

- Pero nada de esto se compara con tu belleza. - se acercó a mí y me miró romántico.

Sonreí y oculté mi rostro en mis manos, él se acercó más, sostuvo mis brazos y los bajó despacio. No reaccioné ante su acción, solo lo miré.

- Natalia, me gustas.

Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar esas palabras salir de su boca. Sus manos tocaron las mías y las acarició con su pulgar mientras las miraba.

Tenía mucho que no escuchaba a alguien decirme así, decirme esas palabras. La última vez fue hace mucho tiempo y fue con el idiota de mi ex, de la cual no quiero hablar ahora.

Al ver que no dije ni hice nada, volvió a hablar.

- Lo sé, sé que es muy apresurado lo que te estoy diciendo, pero es la verdad.

- Ale

- Natalia, de verdad me gustas y mucho y quisiera de verdad poder ser algo más que amigos.

- Pero es que

Volvió a intervenir.

- Yo lo sé, voy muy rápido, pero mira, empezaremos como cualquier par de amigos, conociéndonos. - explicó. - Empezaremos a salir, a andar y conocer lo que nos gusta, lo que no y ya después veremos qué sucede. ¿Qué dices?

Emociones encontradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora