Pijamada.

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(Salma)

Tuve que llevar a Isabela a la cocina a tomar agua; no podía creérselo.

—Entonces...—escuché la voz de Agustín por atrás mío mientras le servía un segundo vaso a mi novia —¿Podrás pisar esta casa de nuevo?—me miró desafiante, y luego a Isabela, que sonrió un poco más calmada.

—Sí, pa.—bajó un poco la voz; después de todo, seguíamos siendo un secreto—Ella se ha equivocado, pero yo también. Y todo va a mejorar.—miró hacia los lados para fijarse que no hubiese nadie más que su padre y yo y me dio un corto beso en los labios—Puedes dejar de verla como una amenaza.

Agustín soltó un suspiro.

—Ufff,—sonrió débilmente—qué bien, porque ya estaba exhausto de hacerme el malo. Es un papel fuerte...—él también se sirvió un vaso, pero de pronto bajo la vista a mí—Pero te lo advierto, si vuelves a herir a mi niña, te juro que no volverás a ver la luz del día...

—¡Papá!—reclamó Isabela, y Agustín rió.

—Ya, ya, sólo decía.

El hombre subió con su vaso, e Isabela regresó al shock del cual había escapado.

—Pe-Pero es imposible...

—Nada lo es.—le sonreí, tomándole de la mano—Hoy por la noche los tres vamos a tener una pijamada en el cuarto de Mirabel para descifrar una duda que nos ha quedado del tema. ¿Quieres quedarte con nosotros?

—No.—su respuesta me sorprendió, pero cuando continuó, solté un suspiro de alivio—Ustedes se van a quedar conmigo. Mi cuarto es más grande, y puedo hacerles camas de pétalos.—sugirió, pero momentos después dudó—Eso, con una condición.

—¿Cuál?

—Que tú duermas conmigo.

Me reí y asentí.

—Me apunto, pero dormir DORMIR, ¿eh? No otra cosa.

—No, no.—negó con la cabeza, riendo por lo bajo—Nunca he sido muy fan de Pablo, pero no quiero dejarlo con traumas psicológicos. Nunca tanto. Ahora ven conmigo;—me llevó de la mano a su cuarto—Tienes que darme todos los mimos que me debes.

—Como ordene, su alteza.—tomé el cerrojo de la puerta justo antes de que ella me tomara por la cintura y yo poder estamparle el beso en los labios con el que había estado soñando durante semanas.

(Mirabel)

Después de ver que todo estaba arreglado entre mi amiga y mi hermana, regresé al cuarto de mis papás, siguiendo a mi padre y a su vaso con agua.
Como lo sospeché, el agua no era para él, sino para mi mamá.

—Julieta, princesa...—trató de despertarla de su siesta con susurros, pero se le cayó medio vaso con agua encima, y sólo entonces se despertó—¡Ay, mi vida, perdón!

—Ay, Agustín...—se quejó mi mamá, secándose con una pequeña toalla que tenía en su mesa de noche.

Al notar que mi papá la miraba angustiado, como si fuese a darle un castigo, mi mamá se echó a reír, y verla feliz a pesar de estar débil me dio tranquilidad.

—Tranquilo, mi amor...—lo jaló la corbata para que se agachara a darle un beso—Tus besos y tus tonterías me curan un poco más cada día.—le aseguró, mientras yo me preguntaba cómo se sentiría el verdadero amor.

(Pablo)

Llegó la noche y toqué la puerta de Mirabel para nuestra pijamada fantasmal. Me abrió la puerta casi al instante, usando la misma pijama de mariposas con la que la había descubierto anteriormente ya, y me tomó de la mano para dirigirme a otro lugar.

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