02 - Junio 13.

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Se supone que las personas que practican la aeronáutica son hombres calificados para el trabajo, pero resulta que se volvió como el servicio militar luego de que en Ventrexia naciera el primer..., humano..., y no un ser ensangrentado con cuerpo de sanguijuela. Por todos lados se oían las voces de padres y abuelos, insistiéndole a sus hijos y nietos la importancia que suponía la contribución de su entrega desinteresada para la vida futura en pro de enfrentar la escasez de recursos que se estaba viviendo por culpa de los gobiernos socialistas. Hacerlo significaba más que simplemente la integración de un nombre a una extensa matrícula de un proyecto que en realidad carecía de fondos para su efectiva realización: era la fe, era creer, era el regocijo de saber que aún se podían recuperar olivos de entre la nieve. Pero si eso no los convencía la equivalente perfecta era la fama, el dinero y la gloria que prometían los contratos.

Habían instalado un pueblito a cinco kilómetros del centro de despegue, una pequeñez a la que llamaron Qhïces't. Ibas allí y veías las casas improvisadas, las carreteras de tierra, los montoncitos de basura en una esquina, a las cucarachas peleando con los humanos y los autobuses destartalados. Pobreza, mucha pobreza, más de la necesaria. La habían montado con uñas y dientes. Sólo la habitaban diez personas, ya que nadie quería presentarse a pesar del incentivo de los veinte mil dólares porque al final las letras pequeñas rezaban «SI EL PROYECTO TIENE ÉXITO EN DOCE MESES Y TREINTA Y DOS DÍAS». No había apoyo, primero, porque la empresa era de bolsillo, y segundo porque ya tenían a la NASA, dijeron, y porque malgastar billetes en algo que ni siquiera se sabía iba a funcionar resultaba una pérdida de tiempo. Claro que esto no los detuvo y ellos mismos sacaron de sus maletines la plata. El dinero era líquido. Pero aún así construyeron un buque metálico con la forma de Idaho porque uno de los que hizo los planos era de allá. Yo lo ví una vez: era una cosa deforme, pero ¡vaya que era grande, y espaciosa, y bonita! Mi papá bromeaba diciendo que había sido sacada de la televisión, de Star Trek. Que era una Enterprise hecha realidad. Todo mundo quería alistarse cuando la pasaron en televisión. Y cuando eso ocurrió, llovían montones de billetes sobre los rostros de Ludwing y Alfred y pudieron hacer realidad el sueño de crear el Centro Estratégico de Planeación de Viajes Espaciales (C.E.P.V.E) con el respaldo de más de treinta países aliados.

La edad mínima para pedir la planilla de registro era de dieciséis; los adultos no podían contar con más de veintisiete años. El papeleo era extenso hasta que pisabas los veintiuno y sólo te pedían hacerte unos exámenes de sangre y orina. Pero antes ¡hasta tu perro debía firmarte la autorización! Lo peor era que el trauma generado por las pruebas psicológicas, físicas y biológicas no valían nada, porque siempre te llegaba al correo una carta de rechazo que tenía como remitente a la I.N.F.G.U.A. ¡Qué horror!

Aún puedo recordarlos, a mis compañeros, en los tiempos cuando estudiaba en el colegio Rosé Morïtte; varios solían lanzar sus dispositivos al suelo con enfado al descubrir que no habían sido seleccionados para el viaje, mientras que otros –como yo–, preferían ni involucrarse en el tema por el miedo a terminar como camarones al ajillo.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2022 ⏰

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Berenice [Quinn Airgone | Final Space Au] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora