Pasé dos días encerrada en mi habitación, sin hablar con Helix, sin hablar con nadie, ni siquiera había ido a lavar los malditos platos sucios de esas mocosas. No quería ver a Helix, ni a Madame, ni al profesor Marco, sólo quería estar sola, pero sabía que aquel día no podía simplemente quedarme encerrada. El maestro Marco me había dicho que, los padres adoptivos de Helix irían por él y que al menos debería despedirme.
Entonces, cuando escucho el auto llegar, me levanto de la cama y bajo las escaleras corriendo. Todos los niños del orfanato y los niños mayores «los de mi edad» estaban reunidos, acompañando a Helix y dándole un último adiós.
Entonces, por primera vez en dos días, lo veo, estaba despidiéndose de todos, con una maleta café en las manos y con su uniforme del orfanato, y se detiene en seco cuando me ve en la escalera.
—Golden...
Los ojos se me cristalizan, bajo corriendo y sin pensarlo de nuevo, me arrojo a sus brazos y lo abrazo fuertemente. Él me abraza con fuerza.
—No te vayas —le susurro— por favor, no te vayas.
—Regresaré por ti... Lo prometo.
Se queda en silencio varios segundos. Nos separamos unos centímetros, y nuestras frentes quedan pegadas la una con la otra. Siento su respiración chocar contra la mía.
—Te veré en la pradera —me susurra.
En serio se iba a ir...
—Te veré en la pradera —respondo.
Y entonces, me besa en la mejilla, y suelta mi cintura, y una última vez, me toma de la mano, dando pasos hacia atrás, sin dejar de mirarme. Yo admiro su rostro, al menos una última vez, no quería olvidarlo, no quería olvidarme de sus ojos negros, ni de las noches oscuras en las que me mostró sus habilidades, ni de su risa, ni de su blanca piel, no quería olvidarme de Helix.
Y sin mediar más palabra, se fue.
Había estado conmigo un día y al otro, se había ido, y entonces, estaba sola de nuevo.
༺༻
Fui a la pradera esa misma noche, aunque el frío me mataba y los oídos se me tapaban, fui de igual manera, pensando que Helix estaría ahí, él nunca me mentiría ¡dijo que nos veríamos en la pradera! Y si él lo decía, entonces era cierto, pero aquella noche no apareció.
Regresé la noche siguiente, a la media noche, para ser exacta, esperé hasta las tres de la madrugada, cuando estaba tan oscuro que la respiración se me aceleraba y mi corazón palpitaba con fuerza, pero, aun así, Helix no apareció.
Regresé la noche siguiente, con un horrible resfriado por salir cada noche con ese pésimo clima, pero no importaba, le esperé de todos modos, aunque la garganta me dolía y mi cabeza estaba a punto de estallar, le esperé, pero, aun así, Helix no llegó.
Continué con esa rutina cada noche, sin dejar una sola pasar, me pasaba prácticamente toda la noche entre el césped, con la brisa golpeándome fuertemente, esperando encontrar a Helix en ese lugar, pero él nunca apareció. Se había ido con su nueva familia y ya no le había vuelto a ver, no sabía cómo estaba, ni dónde estaba, ni cómo le estaba yendo en ese lugar, y aunque le pregunté a Madame por él cada día, ella nunca me dio información.
Como cada día a las dos en punto de la tarde, el cartero llegó en su bici, y como cada día durante esas dos semanas, me levanté corriendo de la entrada en la que solía hacerme y fui hacia el cartero, quien ya me reconocía por las dos semanas que me la pasé acosándolo cada día.
—¡¿Algo para mí?! —pregunté, ansiosa.
Él me miró, con pésima cara, cansado de que le hiciera la misma pregunta cada día.
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La hija del Sol (GOLDEN #1)
Teen FictionVeintiséis, Golden y Aurora. Esos son los nombres por los que se le conoce a la niña de ojos y cabello dorados como el oro, nacida el veintidós de junio de mil novecientos setenta y cinco. Una niña que fue abandonada a las afueras del orfanato Esqui...