Capitulo 3

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Camila no sabía dónde localizar a Lauren, pero ella debía estar informada de que había cambiado de opinión pues al día siguiente la estaba esperando delante de su casa cuando volvió de la clínica. Sus ojos la siguieron desde la parada del autobús.

—Hola.

Camila no pudo sostenerle la mirada—¿Qué te trae por aquí?

—¿Tú qué crees?—Camila se encogió de hombros y se obligó a mirarla.

—Supongo que no habrás traído un anillo de compromiso—Habló, en un fingido tono festivo.

—Te equivocas—Lauren dijo, desconcertándola. Metió la mano en el bolsillo de la sudadera y sacó una caja pequeña de terciopelo negro con las esquinas desgastadas—Perteneció a mi abuela—Camila la abrió y contempló el rubí rodeado de pequeños diamantes—Vamos, pruébatelo.

Camila se lo puso nerviosa. Le encajaba a la perfección. Alzó la mirada hacia Lauren —Es precioso, y debe de ser muy valioso—Añadió en voz baja.

—Así es.

Camila no supo qué decir. Le parecía un sacrilegio llevar aquella joya cuando ni el compromiso ni el matrimonio que simbolizaba eran verdaderos.

—¿Quieres subir a tomar algo?—Preguntó, y buscó las llaves en el bolso para ocultar su turbación.

—Claro.

Lauren la siguió por el camino enlosado que llevaba hasta la puerta de la casa en la que Camila tenía alquilado el piso superior. Mientras subía las escaleras, ella no pudo evitar pensar qué opinaría Lauren de la pintura desconchada. Suponía que Lauren tendría una lujosa mansión en una urbanización selecta.

—¡Qué acogedor!—Comentó al entrar en el piso, desconcertándola una vez más. Camila no respondió—¿Llevas aquí mucho tiempo?

—Unos meses. Está cerca de la clínica.

—Ah, la clínica—El tono que Lauren usó para repetir la palabra intranquilizó a Camila—Me han hablado mucho de ella.

—¿Quién? —Camila podía imaginar a sus padres lamentándose de que su hija, de tan buena familia, hubiera acabado haciendo un trabajo tan insignificante.

—Nadie que tú conozcas.

—¿No han sido mis padres?—Cuestionó confundida.

—Mis conversaciones con tus padres son de otra índole—Informó.

Camila podía imaginarlo.

—¿Ha conseguido agotarte mi padre con sus interminables charlas sobre el bien y el mal?—Interrogó con cierto pesimismo.

—Hemos llegado a un callejón sin salida. Él cree tener razón y yo pienso que se equivoca.

—¿Respecto a qué?

—A ti—La miró al rostro—No te conoce en absoluto.

Camila la miró perpleja. No comprendía qué le hacía pensar que ella sí la conocía.

—No sé a qué te refieres—Dijo.

—Da la sensación de que no perteneces a tu familia.

Camila apartó la mirada y encendió una lámpara.

—¿Qué te hace pensar eso?—Preguntó, disimulando la inquietud que sentía.

—Tu cabello, entre otras cosas.

—¿Mi cabello? —Camila se tocó los rizos no tan marcados que caían en cascada alrededor de su rostro.

—Tus hermanas tienen el pelo rubio y liso. Y el tuyo es castaño y rizado. Tus padres son rubios—Añadió como si la misma Camila no supiera.

Boda por escándalo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora