Tracy mentía. Bueno, no tenía seguridad de que lo hacía. Alexei decía que Tracy mentía. Pero yo había visto su celular. Sus mensajes acosándola. No tenía por qué desconfiar de ella.
Miles fue el primero que me sostuvo por detrás de mis brazos cuando intenté saltar a atacar a Alexei, dentro de mi profundo enceguecimiento. Él y Derek me llevaron hasta el cuarto de Suhwan mientras yo gritaba como un loco, desenfrenado, jurando que iría a matarlo. Decía tan libremente esa palabra cuando en realidad nunca maté ni a una mosca. Pero que no lo haya hecho no significa que me crea incapaz de hacerlo, y aquello me aterra.
Usualmente la gente responde que no matarían a nadie, pero yo en realidad lo veo como una reacción muy humana. "El hombre es el lobo del hombre" decía Hobbes en el Leviatán; odiar a alguien me parece más que suficiente para sentir ganas de acabar con su vida. Y si bien el odio es subjetivo, creo que alguno será empático con mi situación en este momento, y me apoyará en el asesinato.
Póstumamente, me fui calmando poco a poco. Suhwan había traído un desconocido té raro a la habitación que bebí sin cuestionar y, a la larga, logró bajar mi furia paulatinamente.
Derek y Miles estuvieron conmigo en todo momento: el primero se encargaba de calmarme mientras el pelinegro llamaba a su novia para avisarle que llegaría más tarde esta noche. Miles y Mia últimamente no estaban teniendo una relación muy normal, pero en otro momento ya ahondaré en aquel tema.
—Jem, respira— el rubio se sentó en la cama conmigo, negando con la cabeza— Mira, yo no sé nada acerca de muchas cosas, pero tú sabes mejor que nadie que yo tengo malas experiencias con mujeres... Sé que quizás duele pensar que Tracy quizás no es la persona que esperabas, las personas son una caja de sorpresas. Pero ahora es más importante que te preocupes por ti, para luego poder preocuparte por Venice. Yo, y todos tus amigos estaremos aquí para apoyarte. No dejes que una chica te nuble la vista, puede que Alexei esté mintiendo, y si lo está haciendo seré el primero en ir a darle una golpiza, porque nadie se mete con mi mejor amigo. Por eso te pido que actúes en frío ahora, para que podamos llegar al final de todo esto—.
Escuchar a Derek hablarme tan sereno y comprensivo había dado vuelta la situación a la que estaba acostumbrado. En general, antes de mi llegada a la ciudad, él era el impulsivo y yo el racional. Nueva York ha, claramente, sacado una nueva faceta mía que quizás no quería conocer. Conocerla, de hecho, me llenaba de inseguridad.
Llevé mis manos a mi frente cubriendo mis ojos por unos instantes para luego asentir con la cabeza. Acto seguido, ambos nos fundimos en un reconfortante abrazo. Si bien podía parecer que el Club me había hecho más cercano a Derek, la verdad es que había distorsionado nuestra amistad a más no poder. No éramos los mismos, claramente. Pero me hacía sentir muy tranquilo poder contar con su ayuda incondicional— Tienes mala suerte con las mujeres pero con los chicos al parecer no tanto, ¿verdad?—. El chiste era inocente, teniendo en cuenta la confianza que había entre nosotros.
Apenas se soltó del abrazo, su rostro palideció por completo al escuchar mi comentario. Al parecer, él no estaba enterado de que yo tuviese tal nivel de confianza con Ethan como para que me contase lo sucedido la noche anterior— ¿De dónde sacaste esa información?—. Contuve mi risa un segundo al oír su desesperación; Miles continuaba en su mundo. Tenía que admitir que este té realmente me estaba calmando, no me reconocía riendo luego de una crisis como la de hace unos minutos— Deki, yo me entero de todo. ¿Qué vas a hacer? Dime por favor que no estabas probando algo nuevo por simple curiosidad—.
Derek se quedó callado, bastante incómodo, a decir verdad— A ver, no estaba "probando" nada, porque no me interesa. Ethan es mi amigo, entendió que estaba ebrio y despechado. Y bueno, me contuvo a su modo. Solo fue una vez, y no creo que lo repita, cosa de amigos—.
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Club de Horus
Teen FictionEl traslado desde su pequeño pueblo natal hasta la gran ciudad de Nueva York fue particularmente complejo para Jem Myers, un joven de dieciocho años cuyo sueño es convertirse en un aclamado psiquiatra. Su problema no fue precisamente la distancia c...