Manu caminaba por las calles cuando una frutería llamó su atención. Un kiwi estaba solo en el escaparate y fue por él para comprarlo y llevarlo a su casa. Pagó 50 céntimos por la fruta y una vez la obtuvo en sus manos tomó camino a su casa.
Ya en su casa dejó el kiwi junto con otros y se fue a su habitación, pero el kiwi comenzó a hablar.
—¡Espera, no te vayas!—Dijo la fruta
—¿Qué?—Preguntó el chico extrañado
—¡No te vayas!—Repitió
Confundido, fue hacia el bowl y se sumió en una larga conversación con el kiwi.
Pasaron unos días y se fueron enamorando mutuamente.
Comenzaron su relación y el amor crecía cada día más, pero un día la madre de Manu fue a su casa y con hambre cortó la fruta en dos trozos para consumirla.
Manu quedó triste y entró en depresión hasta que una manzana llamó su atención. ¿Será este un nuevo comienzo para Manu?
FIN