Jonnathan:
En unos pocos minuto pensé en hacer algo que nos diera por lo menos un cambio, cuando el pecho estaba por explotarme por el cansancio decidí cambiar el rumbo, alejarme del bar, alejarme del edificio de Sánchez, de todo lo que nos ha arrinconado hasta acá, hasta el anochecer estuvimos al otro lado de la ciudad. Encontré a varios hombres reunidos en un bar, tres ancianos y dos de mediana edad, en menos de dos horas pude hacerme ochocientos mil pesos, un celular y el arma de fuego que ahora enfría mis bolsillos, con Annie en un silencio de cementerio a mi lado, nos mantuvimos firmes ante el frio que entraba por la entrada.
Con el dinero pude pagar una habitación, en donde no quise dejar sola a Annie, la llevé a comprar mucha comida, en extremo, demasiada diría yo, le compré algo de ropa de segunda mano, entre ellas repuse su falda y sus pequeñas botas negras de taco bajo, medicinas para el dolor y la hinchazón, entre otras. Me emocioné al mirar que le prestaba atención a su ropa, a las cosas que habíamos acabado de comprar y de vez en cuando miraba al cielo manteniendo una pequeña parte del brillo que mantenía en sus ojos.
Le hablé sobre mis días esperando a que ella me hable sobre los suyos, pero nunca me dijo más que un "gracias", de vez en cuando se podía ver cómo se asomaba una lágrima sobre sus ojos, mientras yo le decía "iré al baño" para poder llorar a gusto.
No sé cuántas horas han pasado desde que salimos del bar donde gané el dinero, pero la luz del sol ya ni siquiera es suficiente para iluminar el mismo cielo, viendo el piso siento el frio rosar mis brazos, en parte me siento feliz, pero nada es tan grande como para quitarme el peso que recae sobre mí, cuando levanto mi vista y veo a Annie cabizbaja, pensando en quien sabe cuántas cosas.
La voz gruesa de alguien nos ataca desde atrás, no me detengo, veo que ella se alarma, y acelero el paso, vuelven a gritar y esta vez escucho con claridad mi nombre, en seguida a mis pensamientos se vienen los hombres de Sánchez, la gente de la funeraria, la gente del hospital, que quieren cobrarme la cuenta, pero con Annie en esta silla, y todas las cosas que lleva sobre sus piernas imposible huir.
—Hey, Jonnathan...
Dice el que viene a la derecha con una enorme sonrisa en su rostro, en este preciso momento juraría que nunca antes los he visto en mi vida, el de la izquierda es más alto, este parece reconocerme, porque su sonrisa no pasa de formar una sombra horrible, y cuando mueve su cabeza para saludarme suelta un pequeño "¿Qué tal?" entonces creo reconocerlo, tal vez lo miré salir de esa camioneta el día en que mataron a todos en el parque y el día que mataron al padre de ese niño por el dulce. Llevo mí vista a su cintura, a su pecho, de donde sacó el arma esa noche, pero ahora no lleva nada, su mirada sigue mi silencio, se ve claramente que para él no soy más que un trabajo sin terminar.
Me llevo la mano al bolsillo y siento los relieves del arma en mis dedos, no sé qué es lo que quiero hacer, entonces
—Somos hermanos de Johan — dice el mismo, sin dejar su sonrisa de viejos amigos—. Nos dijo que le debías dinero.
Annie mira al sujeto de la izquierda, ella parece conocerlo, pero ninguno de ellos es capaz de pasar de simples miradas
—Tú debes ser la hija del jefe Sánchez
Ella encoje sus manos cuando este se le acerca para mirarla mejor, no sé porque no ha dicho nada, al fin los reconozco, si, estos dos estuvieron el día de la matanza, estos dos estuvieron en la montonera que me golpeó, su voz ahora me retumba sobre mi cabeza, estaba en medio del bullicio que se formó cuando Annie cayó inconsciente, recuerdo algunas voces, allí estaba él, sí, allí estaba Johan, ¿por eso no me detuvieron hasta salir del edificio?, ¿Por eso no me dieron las balas? la cara de estos dos ahora me es más que reconocida, es la misma de Johan, si, ¿Cómo no me pude dar cuenta que él también estaba allí?... saco el dinero de mis bolsillos, le echo una ojeada, trecientos mil pesos sobre sus manos enormes y quemadas por el sol, no puedo ni fingirles una sonrisa, arrugo mis cejas, doy tres pasos hacia atrás, ellos se dan cuenta de mis nervios, agarro con fuerza la silla, no me importa si las cosas se caen. Sus risas me humillan, me piden que me calme, pero no les entiendo muy bien.
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Si pudiera volar
RomanceJonnathan y Annie son dos personas que se encuentran en el peor escenario de sus vidas, ambos son desamparados por el presidente, por la sociedad, ambos se dan de cara contra las inclemencias de la sociedad, y de la vida misma, sus vidas se están ye...