Isla Paradis, nación de eldianos exiliados, año 855. Tropa de reconocimiento con la comandancia de Ayla Jaeger y Armin Arlett, además de nueve soldados vivos tras una guerra de casi aniquilación mundial, aproximación de víctimas fatales un 80% del planeta. Diez años desde la destrucción de la muralla María, hoy aquellos soldados convertidos en una verdadera familia, gente que perdió demasiado, gente con frustraciones, con miedos, con vacíos. Personas enamoradas, personas que sienten. Todos aquellos con un propósito en común, todos aquellos queriendo vivir en paz sin el temor de los titanes. Todos nosotros con un mismo destino.
Todos nosotros que somos humanos.
Siempre creí que el día de mi muerte sería algo doloroso y un instante en el que sufriría demasiado, que una vez estuviese en el centro donde no hay claridad si es el infierno o el paraíso, me hallaría en una circunstancia que me recordaría la escoria que había sido en vida.Mas fue todo lo opuesto, porque allí en medio del caos, acabé en un lugar tranquilo, lo cual no me esperaba debido a que directamente asumí que iría al infierno y me quedaría allí por la eternidad. No obstante, por el contrario, me hallaba frente a la verdosa mirada de Eren Jaeger; su expresión de odio y repudio hacia mí había quedado liquidada y en cambio, yacía una mirada de cariño, aquél gesto tan propio de ese niño determinado que conocí hace tantos años atrás, aquél que llamé mi hermano y aquél que amaba más que a mi propia vida.
— ¿Eren?— Atiné a decir, porque no podía creer aún que estuviese allí, frente a mí, sin una intención de querer rechazarme y alejarme.
— Hermana.— Se acercó a mí y, sorprendentemente, me recibió con un abrazo. Inevitablemente, algunas lágrimas se colaron por mis ojos y en consecuencia, mojé la playera del joven.— Nunca podré perdonarme todo lo que hice. Sé que probablemente me odies en este momento...— Lo interrumpí.
— Cállate de una vez, maldita sea.— Dije con voz temblorosa, a raíz del llanto y de la felicidad de reencontrarme con él en buenos términos.— No sabes cuánto esperé por este momento, quería decirte tantas cosas pero simplemente estoy en blanco.
Eren carcajeó un poco y apoyó su mentón en mi cabeza, a la par que yo reposaba la mía en su pecho, abrazándonos un tiempo indefinido. Me deleité del instante, no queriendo que el chico se alejase de mí, ni mucho menos que aquél escenario finalizara. Sonreí inconscientemente y me aferré un poco más a su torso.
— ¿Eso quiere decir que no estás enojada conmigo?— Cuestionó tiempo después y yo inmediatamente negué.
— Lo estaba.— Admití.— Pero si estás aquí ahora, no puedo evitar simplemente querer abrazarte todo lo que este tiempo no pude.
— Ya veo.— Sentí que hizo una sonrisa.— ¿Sabes dónde estamos?
La pregunta del chico hizo que por primera vez escaneara el lugar y para mi grata sorpresa, estábamos en la casa que tenía con Levi a las afueras de Trost. Desde nuestra perspectiva, se podía divisar la falta de mantención en la casa y que las flores que quise cuidar cuando me mudé allí, se marchitaron. Hice una mueca, extrañaba mi casa y mis días con mi novio dentro de ella.
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Unwavering • Levi Ackerman
Fanfiction« Los ojos revelan a la verdadera persona detrás de una actitud firme e inquebrantable. » Ayla Ávalos no se caracteriza precisamente por ser una de las personas más sensatas a lo largo del historial de la legión de reconocimiento, pero sí tiene esa...