5: Chismecito

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Querido Mimic:

¡No te lo vas a creer! Hoy me han amenizado el día un crío de siete años, un jefe detestable y un cotilleo de lo más jugoso. Estaba yo en el baño de la empresa cuando, de repente... No, espera. Será mejor que empiece por el principio.

Esta mañana el señor Bakugo estaba más insoportable que de costumbre. Me había llamado varias veces en pocas horas, a pesar de que generalmente se olvidaba de mi existencia.

Izuku, tráeme un café.
Izuku, este vaso está sucio.
Izuku, lo quiero doble de carga.
Izuku, ¿por qué hay una huella en la cuchara?
Izuku, está hirviendo.

—¡Izuku!

Apenas había transcurrido un segundo desde que gritara mi nombre como si le fuera la vida en ello, cuando volvió a la carga:

—¡Izuku, Izuku, Izuku! —gritó cómo si estuviera poseído.

—¿Sí?

—Llevo un siglo llamándolo.

—¡Ha viajado en el tiempo y no me había dado cuenta!

—Qué divertido es usted. —Me fulminó con la mirada.

—¿En serio?

—¡No!

Con un gesto de la mano y expresión de hastío, me pidió que me sentara. Me sorprendió cuando se levantó y se sentó junto a mí.

—Lo he llamado porque lo considero una persona muy sincera ¿lo es?

—Lo soy.

Sincero, lo que se dice sincero, no soy. Más bien espontáneo, incapaz de medir lo que suelto por la boca.

Durante unos segundos, mi jefe permaneció con la vista fija en un punto. De pronto, se volvió hacia mí y me observó con una intensidad que me hizo sentir incómodo. Estábamos demasiado cerca. Con cualquier otro no me hubiera importado que mi rodilla rozara la suya, pero mi jefe tenía algo que me ponía nervioso.

—El día que despedí a aquella empleada delante de usted... Aunque no me crea, no soy la clase de persona a la que le gusta dejar a la gente sin empleo.

Encargué una ceja. Él se dio cuenta de mi expresión incrédula y arrugó la nariz.

—Usted todavía conserva su trabajo ¿no? —preguntó con sequedad.

A pesar de su su coraza protectora, vi algo de vulnerabilidad. Había que rascar hasta llegar a su humanidad, pero allí estaba. En el fondo, él no sabía cómo manejar aquella situación sin ruborizarse.

—Lo hice delante de usted porque hace tiempo tuve un percance con una empleada a la que despedí. Me denunció por acoso sexual ¿entiende? Fue un episodio muy desagradable para mí. Por supuesto, luego se demostró que ella mentía y se retractó. Así que desde entonces no asumo riesgos y despido a mis empleados delante de una tercera persona.

Imaginaba que aquella situación fue amarga para él, aunque no justifica del todo su comportamiento... Su frialdad, estaba convencido le venía de fábrica.

—Le digo esto porque lo vi bastante afectado. Si le hice pasar un mal rato, le ruego que acepte mis disculpas.

Me sonrojé. No podía creer que mi jefe me estuviera pidiendo perdón. ¡A mí! Él, tan orgulloso e inaccesible, parecía que, después de todo, tenía sentimientos.

—Yo... claro, que acepto sus disculpas.

Entonces me tendió la mano como un gesto de buena voluntad.

My Boss? No!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora