32

178 15 60
                                    

Las llaves chocan con el mármol de la encimera y, automáticamente, sonrío sentado en el sofá.

¡Han vuelto!

Me levanto rápido del sofá, pero no todo sale bien.

El vaso de agua que estaba en la mesita hace menos de cinco segundos, se ha caído y el agua se ha esparcido por la superficie y por la alfombra.

—Mierda —susurro. Luego me encargaré de esto.

Corro hacia la cocina y me controlo para no abalanzarme encima de uno de mis mejores amigos.

Mis ojos se llenan de lágrimas al verlo. En sus labios hay una dulce sonrisa, una muy tierna.

Sigo controlando mi cuerpo mientras me acerco a él poco a poco.

Abrazo a mi amigo escondiendo mi rostro en su cuello.

Extrañaba a este chico.

—Hola —me saluda con una voz alegre, pero también cansada.

—Hola, Dante.

Beso su mejilla cuando Ethan le da una chocolatina, su favorita.

—Gracias, amor —le dice a su marido, sonriendo.

Sonriendo a pesar del sufrimiento que tiene que pasar a menudo.

Me da miedo tocar su espalda. Miedo porque sé que siente mucho dolor cuando pasa tiempo ingresado en el hospital.

He visto a Dante retorciéndose de dolor por culpa del cáncer.

Maldito cáncer.

—¿Cómo te ha ido? Has vuelto más rápido de lo que me esperaba —comento acariciando su mano libre. La otra se encarga de sostener el dulce que le ha dado Ethan.

—Tuve que estar en la camilla conectado a unos cuantos cables, pero no te diré muchos detalles porque es un rollo —alza las cejas viéndome—. Cosas médicas que no puedes guardar en la cabeza.

Oigo como Ethan intenta no reírse colocando la mano delante de sus labios.

—Te ha llamado tonto —me dice mi amigo apartando su pelo hacia atrás.

Sonrío de manera falsa para luego poner los ojos en blanco.

Veo a Dante, el cual está comiendo la chocolatina en silencio viéndonos como si no hubiera dicho nada de nada.

Malditos que se ríen de mí, pero yo les quiero mucho.

—Te recuerdo que me ha contado muchas cosas de medicina —Ethan me señala con un dedo antes de ponerse un delantal, listo para cocinar algo ligero. No quieren comer mucho por la noche. Y luego estoy yo que como mucho siempre, bueno, últimamente.

—Eso pasa porque duerme contigo siempre y aprovecháis la noche, o una parte de ella, para hablar sobre cualquier cosa —me quejo como si fuera un niño pequeño—. Deberías de dejarme a tu marido y así estamos juntos por la noche.

—Soy libre para hacer lo que quiera —dice Dante antes de que Ethan diga algo—. Muy rica la chocolatina —tira el envoltorio en la papelera para luego sentarse en la encimera como puede.

Pongo mala cara viendo a mi amigo.

Sé que quiere hacer muchas cosas, pero su cuerpo no lo acompaña. No siempre puede hacer lo mismo que hacía antes.

Por ejemplo, subirse a la encimera, le cuesta, pero sigue haciéndolo.

El dolor sigue ahí aunque intente ocultarlo.

Con tan solo verle la cara, sabes lo que siente. Siente dolor.

Y Ethan se ha hartado de echarle una pequeña bronca por hacer cosas que le hacen sentir molesto.

Damiano |Måneskin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora